Su mirada era calma, sin ira, sin ansiedad… pero con algo mucho más perturbador: paciencia. Esa clase de paciencia que sólo tienen los depredadores antes del salto.
Mi cuerpo se congeló, pero él solo ladeó la cabeza, con una sonrisa tranquila, casi amable, como si nada estuviera fuera de lugar.
—Pensaste que era solo un sueño —susurró.
Y su voz, profunda, suave, sonó tan real… tan viva… que todo dentro de mí se rompió en mil fragmentos.
Mi corazón golpeó tan fuerte contra mis costillas que creí que lo escucharía también.
Su voz no tenía prisa. No tenía rabia. Solo esa serenidad retorcida que siempre fue más peligrosa que cualquier grito.
Yo no respondí. Mis pies se hundieron en la alfombra como si la realidad se hubiera vuelto densa. No tenía miedo de que me hiciera daño. Eso no. Lo temía a él por otra razón.
Porque lo conocía. Y sabía que si estaba aquí, nada lo haría marcharse.
—¿Cómo entraste? —logré preguntar, sin alzar la voz. Mi lengua se sentía extraña, como si no me perteneciera.
Él se levantó lentamente, con movimientos fluidos. Ya no era una sombra, sino un hombre hecho carne y obsesión. Su ropa era oscura, impecable. Su rostro... más delgado, quizás. Más marcado. Pero sus ojos. Sus ojos eran exactamente como los recordaba. Devastadores.
—Las puertas no son algo que puedan detenerme —respondió, acercándose un paso. Su mirada recorrió mi cuerpo sin vergüenza, pero sin lujuria vulgar. Era otra cosa. Como si estuviera estudiando cada parte de mí. Como si confirmara que seguía siendo suya.
—Ve a cambiarte —dijo, con la mirada fija en mis piernas—. No puedo concentrarme con esa ropa tan poco reservada.
Me quedé inmóvil. Su voz era calma, pero el mensaje era claro: él quería el control… o al menos la ilusión de tenerlo. Me crucé de brazos, pero no dije nada. Me di media vuelta con lentitud, regalándole una vista que sabía que no había olvidado, y desaparecí en la habitación. Cerré la puerta y me quedé unos segundos ahí, con el pecho ardiendo.
Lo que fuera que estuviera pasando, ya no era un sueño.
Era mucho más peligroso.
Salí vestida con la misma camiseta holgada, incorporando unos pantalones cómodos. Él estaba en el mismo lugar, como si no hubiera pasado ni un segundo.
—¿Feliz? —pregunté, cruzando los brazos.
—Mucho. Gracias por la cortesía —dijo, sin rastro de burla, solo satisfacción. Golpeó el sillón a su lado suavemente, invitándome a sentarme—. Ahora... podemos hablar.
No lo contradije. Me senté frente a él, no a su lado. La distancia era mi escudo.
—¿Qué haces aquí? —logré decir.
Me miró despacio, como un depredador que ya no necesitaba cazar porque su presa no tenía intención de huir.
—Pensé que sería obvio —respondió con una sonrisa apenas torcida—. Vine a ver a la mujer que me mintió.
—No te mentí —dije, firme, antes de que siguiera, una defensa débil, absurda.
Él solo sonrió. No con burla. No con desprecio. Fue más triste que eso. Fue… resignación.
—¿No? Dijiste que habías tenido un amorío con mi padre. ¿Sabes lo que eso hizo conmigo?
Me quedé en silencio. No había excusa.
—No las llamaremos mentiras si eso te da paz. Pero lo que dijiste… no fue sincero, ¿cierto?
No contesté. No podía. Había una parte de mí que todavía justificaba todo: el miedo, la culpa, mi libertad. Pero frente a él… las palabras se deshacían.
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¿𝓐 𝓺𝓾𝓲𝓮𝓷 𝓹𝓻𝓮𝓯𝓲𝓮𝓻𝓮𝓼? -𝓙𝓚 ☯︎ [TERMINADO]
Разное𝑇𝑒 𝑑𝑖 𝑙𝑜 𝑚𝑒𝑗𝑜𝑟 𝑑𝑒 𝑚𝑖, 𝑝𝑒𝑟𝑜 𝑐𝑟𝑒𝑜 𝑞𝑢𝑒 𝑝𝑟𝑒𝑓𝑖𝑒𝑟𝑒𝑠 𝑙𝑜 𝑝𝑒𝑜𝑟 𝑚𝑖. 𝐸𝑟𝑎𝑠 𝑚𝑖 𝑡𝑜𝑑𝑜, 𝑝𝑒𝑟𝑜 𝑛𝑜 𝑡𝑒 𝑏𝑎𝑠𝑡𝑜... 𝑃𝑟𝑒𝑓𝑒𝑟𝑖𝑠𝑡𝑒 𝑏𝑢𝑠𝑐𝑎𝑟 𝑎 𝑎𝑙𝑔𝑢𝑖𝑒𝑛 𝑚𝑎𝑠. 𝐴ℎ𝑜𝑟𝑎 𝑐𝑎𝑟𝑖𝑛̃𝑜 𝑑𝑖𝑚...
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