Ya desde la ventana de su habitación el cielo había mostrado un extraño aspecto. Esponjosas nubes de color oscuro crecían y se alejaban creando divertidas y deformes formas; los relámpagos iluminaban vagamente la fría mañana y constantes truenos la acompañaron durante todo el trayecto hasta el instituto.
Alyx se pasó la mano por su espesa mata de pelo castaña mientras su mente se desprendía de la inquietud que le producía aquel primer día de clase. No era exactamente el primer día del curso, pero sí el primero que pasaría en aquel instituto. Sus ojos almendrados recorrieron el largo edificio. Era una enorme estructura de piedra gris. Los tejados de pizarra, colocados en ángulos e inclinaciones muy diversas, se unían en caprichosas formas, rematadas por una claraboya emplomada que dejaría pasar la luz a, tal vez, un cuarto olvidado y lleno de polvo. El acceso al instituto, flaqueado por imponentes árboles que lo resguardaban de las primeras gotas de agua, atravesaba una buena extensión de jardines a ambos lados del camino.
Los alumnos, vestidos con el uniforme que exigía el centro, iban entrando por la puerta principal. Alyx era consciente de todas las miradas que constantemente se desviaban hacia ella, pero no las prestó atención. Estaba de un humor sombrío y detestaba tener que vestirse de aquella forma cuando en su anterior instituto podía hacerlo a su gusto. La falda la parecía muy corta, la camiseta ridícula y la chaqueta muy anticuada y fría. Además, estaban los zapatos y los calcetines...
—¿Eres la nueva? —preguntó una voz a su espalda.
¿La nueva? Alyx giró sobre sus talones para ver a quién le había hablado y se encontró con un rostro cubierto de pecas. Era una chica de su misma estatura, de cabellos largos y rizados y de mirada húmeda y oscura. La desconocida le dedicó una cálida sonrisa.
—Creo que sí —susurró, devolviéndole la sonrisa.
—Mi nombre es Arya Crower. Hace días que corre el rumor de la llegada de un nuevo estudiante.
Encima de todo, iba a estar rodeada de cotillas.
—Vaya, soy famosa —bromeó—. Alyxa Grant, pero llámame Alyx. Encantada.
—Si quieres puedo enseñarte el centro y ser tu guía hasta que te adaptes un poco.
—¡Eso sería fantástico! Gracias.
Ambas se dieron la vuelta y se mezclaron con la multitud; cruzaron la entrada y se encaminaron hasta el aula de arte. La clase, con dos ventanas a la izquierda, era muy parecida a las de su antiguo instituto —y posiblemente como lo serian todas las clases del resto de institutos del país—. Una mesa larga de madera presidía la estancia y, frente a ella, había pequeñas mesas individuales y mal alineadas. Al fondo, sobre la pared, una pizarra sucia le daba la bienvenida. Alyx reprimió un suspiro y se centró en su nueva amiga con desconfianza. Había imaginado durante días lo terrible que iba a ser la integración en un nuevo instituto, lleno de gente desconocida que ya tendría sus propios grupos cerrados sin permitir a una nueva integrante. ¿Y al final había sido así de fácil? De alguna manera Alyx esperaba que algo desagradable sucediera en cualquier momento.
—No es gran cosa —aceptó Arya encogiéndose de hombros, tal vez malinterpretando su expresión—. Ven, vamos a sentarnos al fondo.
Alyx escogió el pupitre que se encontraba al lado de una de las ventanas y que según su amiga estaba vacío y se sentó. Arya, sin decir nada, se sentó al lado.
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Cazadores de ángeles
Fantasy-¿Has visto un ángel? -preguntó, inclinando la cabeza-. Son seres divinos, de extraordinaria belleza; magníficos en su totalidad... Alyx levantó la cabeza para mirarle. Durante diecisiete años había creído que el mundo era todo aquello que podía ve...