Alyx sintió que los ojos le ardían y volvió a cerrarlos con rapidez. Acababa de despertarse pero pese a ello la cabeza parecía que iba a estallarle. ¿Dónde estaba? ¿Qué había ocurrido? ¡Amanda! Abrió los ojos con exagerada urgencia y se incorporó levemente, recordando con temor y dolor todo lo que había sucedido.
Con dificultad, apartó la áspera manta y apoyó los descalzos pies en el suelo. El contacto de la fría piedra hizo que los levantase involuntariamente durante unos instantes, antes de suspirar derrotada y clavar su atención en la oscura habitación.
Era un cuarto muy pequeño. El techo seguía una extraña forma ovalada y la cama se encontraba apoyada contra la pared. En el otro extremo, sobre una mesa de madera, reposaba una única vela, proporcionando la poca luz que iluminaba la oscuridad de la estancia y el alma de Alyx.
—¿Ya estás despierta?
Hasta que no escuchó aquellas palabras, Alyx no tuvo ningún indicio de que se encontraba alguien más allí con ella. Lo buscó con la mirada, intentando adaptase a la oscuridad, pero por mucho que buscó, no vio a nadie hasta que la alta y esbelta figura del ángel no se dejó reflejar por la escasa luz de la vela. Los brillantes ojos de la presencia la observaban atentamente, saboreando el temor que se reflejaba en ella. El ángel dio un paso más, acercándose a la cama y permitiendo que la asustada muchacha admirase la extraña belleza que lo caracterizaba. Era alto y extremadamente delgado pero eso no le daba un aspecto demacrado o deformado; no, sus grandes ojos claros se adaptaban perfectamente a su rostro ovalado y pálido y sus labios, rojos y muy perfilados, parecían ser lo único de color en su cuerpo. Y, por supuesto, sus largas alas blancas, adornaban cruelmente su espalda.
—¿Por qué? —logró preguntar, apartando la mirada de la increíble criatura.
El recuerdo de Amanda le desgarraba todo su ser, su alma. Los remordimientos y la culpa la devoraban y, aunque tal vez hubiera alguna posibilidad de salir de allí con vida, no estaba segura de quererlo. Jamás conseguiría desprenderse de esa sensación, del recuerdo de una amiga que, aunque no la había matado con sus propias manos como al ángel, había sido la causante de su muerte.
—Le di una muerte rápida. Era mucho más de lo que tenía intenciones de otorgarle. Deberías agradecer que fuera tan comprensivo...
—La mataste... —susurró Alyx conmocionada, llevándose las manos a la cabeza, como si pretendiese huir de la realidad.
—Sí, lo hice —aceptó el ángel tranquilamente.
Alyx no se movió, permaneció con la mirada ausente, aún sin creer que aquello no era más que una pesadilla. Etar, sin embargo, se acercó hasta ella, atravesando la corta distancia que los separaba y la tomó entre sus brazos, acariciando dulcemente su cabello. Alyx no se resistió. Su mente no le pertenecía, sus pensamientos estaban a miles de kilómetros de la realidad y en ningún momento sintió como los delgados y fríos brazos del ángel la acunaban maternalmente.
—¿Qué sentiste? —oyó que el ángel susurraba en su oído. Podía sentir el cálido aliento de la criatura rozándole el cuello, sus manos recorriendo su espalda o su cuerpo estrechando el suyo, pero todo aquello parecía lejano, como si no tuviera nada que ver con ella—. Dímelo —Insistió el ángel—. ¿Qué sentiste cuando arrebataste la vida a uno de los míos? ¿Te gustaron las sensaciones que experimentaste en ese momento? ¿Te sentiste poderosa al segar la vida de una criatura superior a ti?
La realidad volvió a ella bruscamente. Miró horrorizada las largas y hermosas alas blancas del ángel y lo empujó, apartándolo de ella. Etar no puso ninguna resistencia. Se alejó de ella, aceptando su deseo de mantenerse alejado de él.
—¿Qué piensas hacer conmigo? —gritó Alyx, desesperada, conteniendo mal las lágrimas que luchaban por caer de sus ojos.
Etar dejó escapar una risa hueca, vacía y carente de emoción, que a Alyx se le antojó desagradable y con una nota de locura.
—¿Me lo estas preguntando en serio, mi querida niña?
Alyx no se apresuró a responder. Retrocedió ligeramente, hasta chocar contra la fría piedra de la pared y se detuvo.
—Sí...
—Independientemente del método que decida emplear, o del tiempo que dedique a ello, el desenlace será el mismo. Lo sabes, ¿verdad? Para ti, al igual que lo fue ya para tu amiguita, el destino será el mismo: la muerte. Solo que en tu caso habrá una pequeña diferencia —Etar sonrió ampliamente y clavó en ella una penetrante mirada irreal—. Tu muerte, me temo, mi querida niña, no será tan rápida y placentera.
Alyx sintió como el pánico la devoraba y punzadas de terror le taladraban las sienes. Se acurrucó con los brazos, protegiéndose del extraño frío que de pronto comenzaba a invadir su cuerpo. Una imagen borrosa cubrió su mente y al sentir que la respiración se hacía cada vez más irregular, miró espantada al ángel. Éste, sin embargo, únicamente la miraba, inmóvil, satisfecho con lo que estaba sucediendo.
—Tranquila, no vas a morir aún —aseguró en un susurro—. No pienso matarte rápidamente. Pero, créeme que no tardarás en gritar de dolor y me suplicarás que te mate. Sólo tenemos que esperar para comprobarlo...
El miedo era palpable. Casi podía rozarlo con la mano, pero Alyx estaba demasiado asustada como para mover un solo músculo del cuerpo. Miraba hipnotizada a la criatura, sin acordarse de las advertencias de sus amigos, de lo poco que le había enseñado la experiencia y de las palabras de Amanda. La cabeza le daba vueltas y creía que iba a vomitar. Se agarró con fuerza el estómago, aplastándolo con los brazos, mirando fijamente al ángel, sabiendo que en sus ojos se reflejaba el terror que sentía como si fueran un espejo de su alma, perdiéndose en aquella mirada de marfil que parecía envolverla, estrecharla y encerrarla dentro. Y de pronto se acordó; abrió mucho los ojos y trató desesperada de apartar la cabeza o, al menos, de desviar la mirada, pero no pudo moverse. Aunque su mente le ordenaba que apartara los ojos, su cuerpo no le respondía.
—Demasiado tarde —oyó que decía el ángel, a lo lejos, a miles de kilómetros de distancia, como si ya no se encontraran en la misma habitación—. Demasiado tarde.
Por fin, con desesperada calma, Alyx permitió que las lágrimas descendieran por sus mejillas, sintiendo cómo la claridad de la mirada se iba apagando lenta e inexorablemente hasta que la recibió un negro abismo.
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Hola! Siento haber tardado tanto en actualizar... para los que me seguís en facebook o blog ya sabíais que me fui de viaje y que regresé la semana pasada ^^ Ahora me toca ponerme al día con todas las historias ^^
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Cazadores de ángeles
Fantasy-¿Has visto un ángel? -preguntó, inclinando la cabeza-. Son seres divinos, de extraordinaria belleza; magníficos en su totalidad... Alyx levantó la cabeza para mirarle. Durante diecisiete años había creído que el mundo era todo aquello que podía ve...