Alyx permaneció sentada largo rato en la larga mesa de la biblioteca, leyendo y releyendo textos que hablaban sobre los ángeles, pero no encontró nada que pudiera aclarar sus dudas.
En el interior del edificio hacía calor. Había altas estanterías que recorrían toda la habitación y el olor a papel viejo inundaba la atmósfera. Respiró profundamente, aspirando el perfume amargo de los libros enmohecidos. El cielo, que se percibía tras las grandes ventanas del fondo, tenía un profundo color gris metálico. A lo lejos, cerca de un parque, el instituto se distinguía acusadoramente.
—No insistas —dijo un chico muy guapo, sentándose enfrente suyo.
Alyx lo miró atentamente. Su sonrisa sincera y sus ojos grandes y profundos eran cautivadores.
—¿A qué te refieres?
—En esos libros no encontrarás información sobre lo ocurrido anoche.
La magia del momento desapareció completamente.
—¿Quién eres tú? —Su pregunta sonó demasiado ruda.
—Me llamo Amanda —comentó—, y sí, soy una chica —¿Una chica? Alyx no pudo evitar enrojecer avergonzada—. Además, estoy aquí para protegerte.
—¿En serio? —soltó Alyx cerrando de golpe el libro que tenía sobre las manos.
—No me dijeron que te fuera a molestar tanto mi presencia —susurró la chica pensativa.
Alyx se puso de pie de un brinco, golpeando la silla que cayó al suelo y provocó un ruido seco y chirriante.
Genial. Aquello ya era lo que le faltaba. Recogió sus cosas junto a la mochila y se apartó un poco de la mesa, sin mirar a la chica.
—¡Quiero que me dejéis en paz! —chilló.
Salió corriendo hacia la puerta mientras se ganaba las miradas desaprobadoras de los estudiantes. Cuando pasó por el mostrador, la bibliotecaria se llevó un dedo a los labios para que guardara silencio.
Su casa estaba demasiado lejos y no llegaría mucho más lejos si seguía corriendo de aquella forma; en el costado comenzaban a darle constantes punzadas de dolor. Redujo la velocidad, intentando mantener un buen ritmo; quería poner la mayor distancia posible entre Amanda y ella.
Cuando por fin tuvo a la vista el pequeño edificio de cuatro plantas, Alyx no pudo evitar un suspiro de alegría. Subió las escaleras rápidamente, negándose a esperar al ascensor, y se encerró en su cuarto. Por primera vez en mucho tiempo odiaba encontrar la casa vacía; incluso la presencia de su padrastro hubiera sido bien recibida.
A medida que el día transcurría, Alyx empezó a sentir la presencia de alguien cerca de allí, como si estuvieran vigilando cada uno de sus movimientos. Trató de apartar de su mente aquella sensación, pero no pudo. Sabía y eso la hacía sentir mucho peor, que alguien estaba muy cerca, acechando cada uno de sus movimientos y Alyx temió por un momento que fuera uno de esos seres que había visto a la noche; un ángel. La idea era tan aterradora que le impedía respirar, pero cuando uno de los momentos en los que se asomó a la calla a través de las cortinas firmemente cerradas y vio a Amanda mirando hacia su ventana desde la otra calle, se sintió vergonzosamente aliviada y de nuevo fastidiada.
Fue hasta la cama y se sentó sobre ella, agarrando el peluche en forma de felpudo redondo que había conseguido en una feria y lo apretó contra el pecho.
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Cazadores de ángeles
Fantasy-¿Has visto un ángel? -preguntó, inclinando la cabeza-. Son seres divinos, de extraordinaria belleza; magníficos en su totalidad... Alyx levantó la cabeza para mirarle. Durante diecisiete años había creído que el mundo era todo aquello que podía ve...