⪧ ׄ " ¿N͜͡𖹭 eras heter𖹭? " ꉹׄㅤׅㅤׄ🪷๊᷐᪶᪸ᩧꢧ
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Carrera siempre había vivido con una máscara. No de esas que se ven en la cara, sino una mucho más pesada, más difícil de quitar: la de fingir ser alguien que no era.
Desde que había entendido lo que sentía, lo que deseaba, supo que no podía decirlo en voz alta. No en su casa. Y mucho menos en su secundaria.
Su colegio era un mundo cruel. Las paredes estaban llenas de risas huecas, de burlas disfrazadas de bromas, de golpes que dolían más por lo que significaban que por su fuerza. Y, en el centro de todo eso, estaba él: Spreen.
Líder del grupo de fútbol, el chico que todos querían evitar, al que nadie se atrevía a enfrentar. Spreen tenía carisma, pero lo usaba como un arma. Donde él pasaba, dejaba cicatrices, a veces en el cuerpo, siempre en el alma. Su nombre era pronunciado con miedo, todos sabían que si te metías con él, no saldrías libre.
Carrera no hablaba mucho. Prefería el silencio antes que arriesgarse a decir algo que lo delatara. Hasta que un día, contra todo su juicio, confió en alguien.
Le contó a Marcos, su compañero de química, que era gay. Lo hizo con el corazón temblando y los labios secos. Y por primera vez en años, sintió un poco de alivio.
Al día siguiente, ya lo sabían todos.
Lo supo apenas puso un pie en la escuela. Las miradas. Las risas. Los murmullos. Uno de los chicos de segundo le dijo "¡Eh, Carrera, te olvidaste el closet abierto!". En el almuerzo, cuando fue a su mesa, encontró su bandeja en el piso y la comida esparcida. Y ahí estaba él, Spreen, riéndose junto a su grupo. El tipo que más lo molestaba desde que se enteró.
— ¿Qué pasa, Carrera? ¿Perdiste el apetito? — le dijo Spreen, empujándolo con el hombro al pasar. — Capaz preferís otra carne, ¿no?
Todos rieron. Carrera no dijo nada. Solo agarró lo que pudo y se fue.
Durante días, fue lo mismo. Empujones en los pasillos. Libros tirados. Insultos al oído. Una vez incluso lo encerraron en un baño con la luz apagada y grafitearon la puerta con un insulto. Y siempre, al centro, estaba Spreen. Con su sonrisa de tiburón y esos ojos que parecían disfrutar el dolor ajeno.
Pero ese día, algo dentro de Carrera se cansó.
Era un viernes gris, y la escuela parecía más pesada de lo normal. Al sonar la última campana, Carrera no fue directo a casa. Caminó lento, esperando. Quería encontrar a Spreen. Lo necesitaba. Estaba cansado de tener miedo.
Lo vio junto al portón, riéndose con su grupo. Carrera se acercó, temblando por dentro, pero firme por fuera.
- Ey, Spreen -dijo, alzando la voz-. ¿Te creés valiente por molestar a alguien solo porque no sos capaz de aceptar lo que sos vos?
Spreen dejó de reírse. Se giró lentamente, mirándolo con esa expresión que tenía justo antes de golpear.
-¿Qué dijiste?
-Que tal vez... el que más odia a los demás es el que más se odia a sí mismo.
Un silencio pesado cayó sobre el grupo. Nadie se reía.
Spreen frunció el ceño, los nudillos ya apretados se volvían blancos por la fuerza usada.
-¿Vos estás diciendo que yo soy como vos? ¿Que soy... maricón?
Carrera bajó la mirada un segundo. Sabía que se había pasado. Pero algo en su pecho ardía.
-No, ignoralo. Fue una boludez -dijo rápido, retrocediendo un paso-. Me voy.
Giró sobre sus talones y salió corriendo. El corazón le golpeaba las costillas. No por miedo a lo que dijo, sino a lo que podía pasar.
-¿Y no vas a hacer nada? -escuchó que uno de los amigos de Spreen le decía, a lo lejos-. ¿Lo vas a dejar ir? - Habló otro de sus amigos.
Entonces oyó pasos. Pesados. Rápidos.
Spreen lo estaba siguiendo.
Carrera dobló en el pasillo del patio trasero. Había un callejón angosto entre dos aulas. Se metió ahí, jadeando, escondiéndose entre unas cajas. El eco de las pisadas se acercaba... y luego, lo vio.
Spreen.
- ¿Así que te creés muy macho como para confrontarme pero después salís corriendo? -dijo con una sonrisa torcida, caminando hacia él-. Qué gracioso sos, Carrera.
Carrera se quedó quieto. El miedo lo congelaba. Spreen levantó el puño. Estaba a punto de golpearlo.
Pero entonces, algo impensable lo impulsó.
Antes de que pudiera pensar, Carrera agarró a Spreen del cuello de la camisa, lo jaló hacia él y... lo besó.
No fue un beso suave. Fue urgente, desesperado. Una mezcla de rabia, miedo, deseo y desafío.
Spreen no se alejó.
Al contrario.
Lo besó de vuelta.
Primero fue torpe, como si no supiera cómo moverse. Pero luego, sus manos se afirmaron en la cintura de Carrera, y el beso se volvió más profundo. Como si contuviera meses de tensión contenida. Las bocas se buscaban, se encontraban, se necesitaban.
Carrera sentía que el mundo giraba. Que el peso de los insultos, de los miedos, de las máscaras, se evaporaba en ese instante.
Cuando se separaron, los dos respiraban agitados. Spreen tenía las mejillas rojas, los labios húmedos.
- ¿Qué mierda fue eso...? -murmuró, sin dejar de mirar a Carrera.
Carrera temblaba.
- No lo sé -respondió con honestidad.
Hubo un silencio largo. Luego, Spreen bajó la mirada.
- No digas nada de esto... a nadie.
- No iba a hacerlo.
Y sin más palabras, se alejó. Dejando a Carrera solo, en medio del callejón, con los latidos golpeándole el pecho.
No sabía qué iba a pasar el lunes. Tal vez volverían los golpes. Tal vez todo cambiaría.
Pero por primera vez... ya no tenía miedo.
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sé k dice k está terminada... pero a veces se m ocurren cositas 🥺
