¿Cosa número quinientos cuarenta y uno que había olvidado sobre la vida del
rancho en los siete años que había estado lejos? Pasar un día de trabajo en un
rancho significaba despertar a la mañana siguiente con un cuerpo dolorido.
Tanto suplicio que apenas podías arrastrarte fuera de la cama. Después de que
un tiempo pasara, el dolor muscular se desvanecería un poco, pero sólo un poco, y el
agotamiento era otra historia.
Había pasado noches en vela estudiando para los exámenes en la universidad. Había
tomado créditos extras más semestres de los que tenía. Trabajé en empleos a tiempo parcial
mientras iba a la escuela veterinaria y tuve una aparente vida social, pero nunca sentí el cansancio
tanto como cuando me obligué a salir de la cama a la mañana siguiente.
Después de haber devorado nuestro almuerzo en el portón trasero del pick-up de Chance,
sugirió que me tomara el resto del día libre, así no me levantaría a la mañana siguiente
sintiéndome como lo hacía ahora. Siendo una determinada, tonta testaruda que tenía un
problema grave con mostrar debilidad, le dije gracias, pero no, gracias, y terminé viendo la puesta
de sol antes de terminar la lista de verificación para el día.
Después de que Chance estacionó su camioneta en la casa, me tambaleé hasta los escalones
del porche, aliviada de que Chance supervisara las tareas, y me desmayé en el mismo sofá en el
que Conn ya no estaba tirado. La idea de la cena o cualquier tipo de alimento no era ni siquiera
una fracción tan atractiva como el sueño. Aparte de levantarme una vez para cambiar la bolsa de
la intravenosa, dormí tanto que dudaba que habría notado si un tornado hubiese arrasado la casa.
Frotándome los ojos a la mañana siguiente, me encontré con un par de mantas sobre mí y
mis botas se hallaban apoyadas contra la pared frente a mí. Había estado demasiado cansada para
quitármelas o encontrar una manta la noche anterior, así que alguien debió entrar y ayudar a la
chica en estado de coma. Gimiendo mientras me apartaba del sofá, supuse quien podría haber
sido esa persona.
—¿Cómo lo está haciendo? —Mi voz sonaba tan rota como me sentía. El sol que entraba
por las ventanas era casi doloroso.
Chase tomó un descanso de mirar el cachorro para hacerlo en mi dirección.
—Parece estar bien. Mejor. Intentó levantarse un par de veces, pero no puede sostenerse
por mucho tiempo. ¿Qué vamos a hacer cuando pueda hacerlo y correr? Supongo que no será
todo agradable y permanecerá en la mesa de billar para siempre.
Apretando los dientes, me esforcé por levantarme del sofá y cojeé hacia la mesa.
—Ay, te ves mal. No dejaste que Conn te arrastrara a su bar favorito, ¿verdad?
Negué. Incluso ese pequeño movimiento dolía.
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Three Brothers
RomanceCrecí con tres hermanos. No estaban atados a mí por sangre, pero nuestra relación iba más allá de la genética o el mismo apellido. Nuestra conexión fue forjada el verano en que cumplí trece años, el verano que mi mamá terminó con su vida y me dejó b...