Capítulo 11

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Técnicamente, sólo habían pasado veinticuatro horas, pero estaba bastante segura

que el tiempo estaba jugando conmigo. En ese período, mi vida había cambiado

tanto que no parecía posible que sólo hubiese pasado un día.

Después de arrastrar a un desmayado Conn a su habitación, Chance y yo habíamos

experimentando un momento verdaderamente incómodo fuera de la mía. La pregunta no dicha

pasó entre nosotros dos tan intensamente que estuve a punto de empujarlo dentro cuando

presionó sus labios contra mi frente, me dijo buenas noches y desapareció escaleras abajo.

No había aparecido al desayuno y, a pesar de que era extraño que estuviera durante el

almuerzo, no pude evitar mirar hacia la puerta todo el tiempo que mordisqueé mi sándwich de

ensalada de pollo, esperando que entrara. Sin embargo, nunca lo hizo. Así que, en lugar de

obsesionarme y sobre analizar todo lo que había y no había sido dicho, saqué una página del

libro de Chance y me puse a hacer tantas tareas como pudiera para mantener mi cabeza y mis

manos ocupadas.

La primera cosa en la lista había sido revisar al cachorro de lobo... o, mejor dicho, Wolf,

qué nombre tan original. Cuando no lo encontré en su cercado o en la biblioteca, tuve una

corazonada. Tras llamar a la puerta, lo encontré acurrucado en la cama con un Chase roncando.

Esto en cuanto a un lobo salvaje actuando como un perro faldero. Apenas levantó la cabeza de

la almohada para reconocerme, antes de cerrar los ojos y volver a roncar también.

Después de eso, ayudé a la señora Baker con algunas tareas domésticas —no paraba de

agradecérmelo profundamente— y, después de que todas las ventanas exteriores del primer piso

estuvieran lavadas, deambulé por el jardín para recoger las fresas. Elegí una canasta de buen

tamaño y fui hacia el jardín de hierbas para cortar unos pedazos de romero, albahaca y salvia.

No estaba segura de qué había planeado Chance para la cena y, realmente, el menú era lo que

menos me importaba, pero las hierbas frescas podían hacer mejor cualquier cena. Además,

mantenían mis manos ocupadas y mi mente vacía, de alguna manera.

La cena en la casa principal estaba sobre la mesa cada noche a las seis y media, pero les

había mencionado a John y Chase en el almuerzo que cenaría en la casa de Chance esa noche.

Los dos me dieron miradas que me hicieron querer retorcerme en mi silla. No había sacado a

colación algo sobre anoche o que nos habíamos, por así decirlo, confesado el uno con el otro,

pero, por las miradas que me dieron, era como si Chase y John hubieran estado ahí.

Tampoco vi a Conn en todo el día. Puede que se hubiera quedado refugiado en su

habitación recuperándose de una resaca, o tal vez, ya estaba con una botella yendo por la

siguiente. A pesar de la abundancia de energía que tenía, no parecía ser suficiente para ir y tocar

su puerta. Conn me drenaba de mucho más que energía y, a pensar que de siempre cuidaría de

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