Si había tal cosa como la reencarnación, quería pasar mi próxima vida como un
caballo. No cualquier caballo, sin embargo, uno salvaje. El tipo que aún viajaba en
una manada y no tenía a nadie que le dijera dónde ir o cuándo ir o cómo ir. Quería
ser impulsada por el instinto y la supervivencia y dejar que cada otro capricho o consideración
se conviertan en segundo lugar a esas necesidades básicas. Quería sentir el suelo blando debajo
de mí, sentir el sol calentar mi espalda en los veranos, y sentir una costra de nieve cubriéndome
en el invierno. Ansiaba la sencillez que solo la vida de un animal podría proporcionar. Había
vivido la suficiente complejidad y confusión para durar mis próximas diez vidas.
—Hermoso, ¿no? —Chance se detuvo a mi lado, sus mejillas sonrojadas por el viaje.
Mi respiración era más pesada que la suya, pero como ninguno de nosotros había hecho
gran parte del trabajo para hacernos llegar, no deberíamos haber estado respirando duro. Pero
por lo menos para mí, los cortos tirones de aliento vinieron de un lugar de emoción, no de
esfuerzo.
Las respiraciones de Dark Horse y Honor humeaban el aire alrededor de nosotros, sus
pechos y cuellos espumosos de sudor. Desde donde estábamos ubicados en un acantilado,
tuvimos un punto de visión perfecto de la manada serpenteando a través del valle. Esta era la
manada de yeguas, y eran, supuse, cerca de dos mil. Cada color en el mundo de caballo estaba
representado, creando un edredón vibrante que ondulaba por el valle.
—Hermoso ni siquiera se acerca a describirlo —respondí al fin, viendo el movimiento de
la manada como si fueran todos de un mismo sentir.
—Mis sentimientos exactamente. —Mientras miraba la manada, sentí la mirada de Chance
dirigida hacia mí—. Y los caballos no están mal tampoco.
Por alguna razón, sentí una oleada de calor asentarse detrás de mis mejillas. Hice todo lo
posible por ignorarlo.
—Si eso es tu intento de compensar el tema controvertido que mencionaste más
temprano, es mejor que mantengas la adulación.
Su mirada no vaciló.
—Eso no fue un intento de compensarte nada, ni tampoco era adulación.
—Entonces, ¿qué era?
Noté el vapor rodar de su boca cuando él respondió:
—La verdad.
—Está bien. Tú eres el chico verdad. —Incliné la cabeza hacia la manada, queriendo una
distracción de la forma en que él me estaba mirando. O tal vez la distracción que ansiaba no se
debía a la mirada de Chance, sino la forma en que esa mirada me hizo sentir—. ¿Está bien si
viajamos más cerca? ¿Van a dejarnos deambular sin iniciar una estampida?
Levantó sus hombros.
—Probablemente.
—Tu confianza es asombrosa —dije secamente.
ESTÁS LEYENDO
Three Brothers
RomanceCrecí con tres hermanos. No estaban atados a mí por sangre, pero nuestra relación iba más allá de la genética o el mismo apellido. Nuestra conexión fue forjada el verano en que cumplí trece años, el verano que mi mamá terminó con su vida y me dejó b...