Por un tiempo durante esa mañana pude dedicarme a la labor para la cual me habían contratado. Mis dedos ingresaban y clasificaban libros a nuestra base de datos de manera rápida y eficaz. A las horas de haber comenzado con esa tarea varios nombres de autores reconocidos zumbaron dentro de mis sienes impidiéndome lograr la concentración necesaria y tuve que aceptar rendida que era hora de un descanso. Creo que eran las nueve y media cuando me dirigí a la cocina en busca de mi adictivo té.
A medida que la cuchara giraba constante y rítmica preparando el oscuro líquido para lograr que fuese algo delicioso, la frase del sheriff comenzó a hacerse carne en mí. Primero comencé a percibirla a mi alrededor como si fuera un leve susurro, pero al final simulaban ser fuertes gritos que tan solo yo podía oír. Hay algo que se te está escapando o algo que estás calculando mal, si no tu subconsciente jamás te haría pasar por esto.
A mi pesar el tipo tenía razón. Una persona desconocida tenía más idea de cómo maquinaba mi inconsciente que yo. ¡Menudo cabrón! Qué bronca me daba a veces darle la razón a gente que no tenía siquiera idea de lo que estaba pasando. Aunque quería enojarme con él para hacer una especie de catarsis no pude pues sus intenciones eran buenas, se le notaba a la legua esa aura de buen samaritano. Creo que de intentar ser maldito, el tipo podría, y con suerte, no sé, lastimarle cuarto de ala a una mosca.
—¿Ya está el té? ¿Cuánto te puede llevar hacerlo, Megan? ¿Es que has ido a China a buscar las hebras? —indagó Melinda, la cual estaba exasperada por la necesidad del oscuro líquido que tan bien nos hacía sentir.
—Lo lamento, me quedé pensando en algunas cosas, pero no tiene importancia. Toma tu té. —Le brindé el suyo mientras comenzaba a tomar el mío.
—¿Tienes novedades sobre lo de Aaron?
—Pues por lo que investigué, el chico intentó suicidarse el mismo día que hicieron pública la huida de su padre de prisión. Debe haber algún rencor entre ellos por el cual Aaron se siente en peligro —comuniqué sintiéndome algo culpable por no decir todo lo que en verdad sabía sobre el tema.
—Pues el tipo es un asesino así que ahora entendemos por qué Aaron hizo lo que hizo.
—¡¿Qué mierda?! —No pude evitar mi grito al comprender que me había matado tratando de guardar un secreto que, en apariencias, era de demonio público.
—Oh, vamos, ya te había dicho que la cualidad más característica de Cloverwood es saber todo y hacerse el ignorante. Gran parte del pueblo en algún momento comprendió lo que en verdad había pasado, solo que nunca lo trajimos a colación porque tanto Ben con Aaron estaban buscando reconstruir sus vidas. No había beneficio alguno en hacerles saber que lo habíamos deducido.
—No tenía idea. —Y era verdad, la confesión de Melinda me había caído cual balde de agua fría—. ¿Todos saben?
—No, todos no. Solo los más antiguos del pueblo que tenemos el tiempo y la perspicacia para atar cabos. Creo que todavía tengo los anuarios viejos del colegio, debería estar en los archivos el de James Flick —comentó Melinda más para sí misma que para mí. Se ve que necesitaba cambiar de tema.
Pronto el bosquejo de lo que había sido la figura de mi interlocutora se dio a la fuga dejando una estela. ¡Qué rápido corría esa mujer cuando se lo proponía! Se le notaba motivada a ver qué se podía hacer por el pobre chico, pues también se sentía responsable. Para la cuarta caja sucia y olvidada que abrió, su grito de victoria me hizo saber que lo había encontrado.
Con un trapo húmedo quitamos la molesta capa de tierra que se había juntado por años sobre el libro y lo abrimos tranquilas para buscar en los registros a James. Pronto una foto del susodicho nos sonrió desde el papel. Un adolescente de cabellos negros como los de Aaron, pero no tan descuidados, y ojos grises se convirtió en el foco de nuestra atención. Se notaba que, de joven, Flick había sido un rebelde, de esos populares en la escuela por ser la tentación de las "chicas buenas". El típico chico con el que querrías salir para volver locos a papá y mamá.
—Tenía pinta de rebelde sin causa, a lo James Dean —comenté callada mientras me posaba en aquella mirada abierta y cristalina. ¿Cómo un tipo con aquellas pupilas trasparentes y abiertas se convirtió en un asesino?
—Sí, pero que no te engañe su apariencia, ese chico al que estás mirando tuvo el mejor promedio de su generación. Era el más prometedor de todos. ¿Qué le habrá pasado para terminar en una ciudad a kilómetros de aquí, con un trabajo mediocre y asesinando a su mujer?
—No lo sé, pero la vida puede hacerle cosas terribles a personas que parecían tener un futuro brillante. —Mientras observaba la frase debajo de la fotografía aseguré con confianza—. "Solamente aquel que construye el futuro tiene derecho a juzgar el pasado". —Leí en voz alta sin darme cuenta de la ironía de la situación.
—¿Nietzsche? Oh, sí, tiene sentido. A él siempre le gustó ese autor. Vivía buscando sus obras aquí en la librería.
La voz de Melinda se apagó reservada como si alguien hubiese bajado el volumen de la radio poco a poco. ¿Solo aquel que construye el futuro tiene derecho a juzgar el pasado? ¡Menuda era la mentalidad de un hombre que había escapado de prisión con el único objetivo de matar a su hijo! ¿Eso era construir el futuro para él?
Intensa impotencia comenzó a nacer de mis entrañas, como una bilis tóxica que terminaría convirtiéndome en presa de su capacidad de descomposición. ¡Con qué coraje ese tipo venía a hablar sobre construir un futuro cuando se lo había arrebatado de las manos a su familia! ¡¿Quién demonios se creía?!
Pude notar que estaba demasiado inmersa en la situación cuando un dolor intenso atacó mis manos. Había cerrado tan fuerte los puños sin darme cuenta de que me había clavado las uñas hasta el punto de herirme. La mirada muda pero inquisitiva de Melinda quiso respuestas, pero yo negué con mi cabeza haciéndole saber que la rabia que estaba sintiendo no era de mucha importancia.
—¿Qué vas a hacer ahora?
—Guardar los libros que los chicos dejaron por doquier ayer —me limité a responder fingiendo tranquilidad y me di a la fuga. Precisaba estar sola con mis pensamientos por un rato.
Tomando uno por uno los tomos y caminando sin apuro alguno, me adentré en los pasillos y pasillos de la antigua biblioteca. El recinto tenía varias similitudes con un laberinto y mientras devolvía los restos de autores que se habían perpetuado hasta el fin de los días en los estantes, comencé a ver entre los caminos fantasmas del pasado.
Vi a Aaron caminar con su andar tan característico por la sección de policiales donde sus favoritos lo esperaban pacientes. Vi al adolescente del anuario, con su campera de cuero y su cabello engomado, buscando algo indefinido al fondo del camino. La curiosidad me invadió y dejando lo que todavía me quedaba en las manos, me dirigí hacia la biblioteca final donde la imagen se evaporó.
Las iniciales J.F. y C.A. se encontraban grabados en aquel rincón escondido casi en contra de la pared. Lucía como un lugar estratégico para que dos enamorados dejaran la marca de su cariño, estaría escondida del ojo general que no prestaría atención, pero duraría para toda la vida. James Flick y Casey Adams, una lágrima corrió por mi mejilla a medida que mi mano izquierda acariciaba la madera dañada. ¿Qué te ocurrió, James? ¿Cómo llegaste a eso?
Si bien quería con todas mis fuerzas entender cómo James Flick había pasado de un prometedor adolescente a un asesino, pronto mi cabeza comenzó a divagar y me vi intentando entender cómo cualquier humano podía llegar a convertirse en asesino. Cómo podían llegar a creerse que tenían el derecho para terminar la vida de otro ser humano solo porque así lo querían, ese aspecto era el que no podía entender bien. Ese tipo de comportamiento de a momentos se me hacía conocido al pensar en mi hermana y sus caprichos. Por supuesto, no estaba considerando los asesinatos por defensa propia o los que se llevaban a cabo por situaciones extraordinarias. Era raro, pero la generalización que hacía en mi interior y los casos que no se aplicaban eran claros dentro de mi razonamiento, aunque no pudiese explicarlo con facilidad.
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A la esquina del fin del mundo
Mystery / ThrillerMegan decide escapar de su entorno cuando su prometido la engaña. Buscando sanar, llega a Cloverwood, un lugar en donde debe lidiar con otro tipo de problemas y no morir en el intento. *** Megan Pond se vio obligada a decirle adiós a su final de cue...