Durante el día todos nuestros esfuerzos se centraron en el diario local y su aceptación local desde los adultos del pueblo. Al tener el sí que Ethan nos había prometido, ese mediodía nos juntamos según lo acordado para poder así empezar a movilizarnos. Tener a la bibliotecaria y al ferretero en aquella inmensa casa en la que ahora vivía me consoló un poco pues aún tenía encima algunas sensaciones de escalofríos esporádicas debido a mi endemoniada pesadilla.
—¿Estás bien? —preguntó Ethan al notar que mi mano temblaba sin que pudiese evitarlo al hacer un poco de té, era patética.
—Sí, no te preocupes por mí —mentí, esquivando su mirada, lo último que precisaba era que él también supiese que lo estaba pasando mal.
—Luces pésimo, sin ofender, ¿problemas con el sueño?
—¿Cómo lo su...? Oh, lo dices por mis ojeras, parezco un panda —me autocontesté cuando vi mi reflejo en la ventana. Pronto una carcajada proveniente de mi interlocutor secundó mi comentario y no pude evitar sumarme.
Creo que esa fue la primera vez que lo vi sonreír con honestidad, ya que sus orbes verdes musgo comenzaron a brillar, lucían incapaces de contener la diversión que mi espontaneidad había provocado. En su momento, ese hombre presentaba un enigma para esta humilde servidora. Si bien en aquellos días mi cabeza había estado en otro lado, desde conocer a Lola ya me lo imaginaba.
Sí, era verdad que al principio me lo imaginé de forma incorrecta pues denotaba ser mucho más joven que mi bosquejo mental. Sin embargo, al conocerlo algo de mis predicciones sí sucedió, pues solo fui capaz de sentir dolor al verlo. No era curiosidad lo que me hacía pensar en él, solo empatía. Yo acababa de perder al compañero más importante que la vida me había brindado y él la había visto partir cinco años atrás. Por supuesto las condiciones de nuestras pérdidas eran muy distintas, pero el dolor que se sentía adentro y que a veces no te dejaba respirar debido al ahogo que el llanto te hacía sentir era el mismo.
¿Tendría hijos? ¿Cómo se llamaba su mujer? ¿Cuántos años tenía cuando el accidente ocurrió? ¿Tendrían planes a futuro? ¿Algún proyecto en especial que todavía no habían podido cumplir? ¿Cómo se sentiría perder a tu alma gemela? ¿Cómo sería en verdad darse cuenta de que eres el que se ha quedado atrás, solo y abandonado? Debía ser el mismísimo infierno en la tierra si aquella situación había sido capaz de arrebatarle el brillo tan especial que se filtraba por sus pupilas y emanaba vida.
—¿Y si nos dejamos de chistes y seguimos trabajando? —La voz irritada de Melinda nos devolvió a nuestro enfoque original y pronto nos vimos corriendo como correcaminos para llegar al living donde la bibliotecaria nos estaba esperando—. Ustedes son inoportunos en extremo, chicos, no sé cómo encuentran motivos para reír en situaciones como esta.
—Lo lamentamos, Melinda, tienes toda la razón del mundo —se disculpó Ethan mirándome con malicia. En cuestión de segundos nos habíamos convertido en cómplices, como adolescentes atrapados cuando hacían algo mal y eran retados por un crimen del cual no podían en verdad arrepentirse.
A la noche, luego de lavar los trastos sucios en los que comí, me decidí por tirarme sobre el sofá a mirar una serie cómica. La mera idea de que ya era hora de ir a dormir me producía temblores y un malestar considerable, fue por eso que comencé de manera consciente a posponerlo con la televisión. Solo una cosa hizo que mi cálculo fallara: el agotamiento por el caótico día que habíamos vivido. Pronto y sin siquiera notarlo me vi siendo víctima del Dios de los sueños, quien venía a reclamar aquel descanso que por derecho le pertenecía.
Otra vez volví a despertarme asustada por un ruido. Esta vez pude notar con premura que se debía a que había caído rendida sobre el control remoto y este había disparado el sonido hasta las nubes. Bajé desesperada el nivel en que el televisor se encontraba y me enderecé para poder sentarme derecha pues la espalda me dolía un poco.
Un gran pánico se apoderó de mí y fue hasta casi instantáneo, esa sensación se me hizo familiar. ¿Qué me pasaba? Había sobrevivido a la primera pesadilla de la noche anterior y había caído rendida —al menos por unos minutos— sin volverme víctima de otra. ¿Por qué entonces no podía sacarme ese peso en los hombros y esas punzadas en el estómago que me dejaban saber que estaba entrando, sin poder impedirlo, en pánico?
Intenté repetirme en voz alta que ya estaba levantada y lejos del poder que cualquier pesadilla pudiese ejercer en mí, pero para cuando me estaba repitiendo la frase como un mantra por tercera vez, el ruido del vidrio al quebrarse me frenó de lleno. ¿Qué se había roto y cómo? ¡Demonios! ¡La endemoniada casa estaba llena de ventanales por doquier! ¿Cómo se suponía que me diese cuenta cuál de todos había sido violentado? Porque, si era realista, repetirme que nada pasaba hubiera sido de idiota.
Esperé por unos momentos a que mis piernas se dignaran a seguir mis órdenes y me paré con lentitud y a conciencia, intentando no provocar mucho ruido. Dejé la tele encendida y armándome del atizador que se encontraba descansando cerca de la chimenea me decidí por investigar de dónde provenía la fuente de mis presentes temores.
Adentrándome por el pasillo que me llevaría hasta la parte de las habitaciones de la casa comencé a frenar mi andar dudando de si lo que hacía estaba bien, ¿tendría todavía tiempo para llamar a la policía? ¿Llegaría a tiempo al teléfono siendo que estaba en el otro lado de la casa y mi celular se encontraba en la cocina cargándose?
Me decidí por intentar llamar a las autoridades de igual modo y sintiendo un miedo mayor que el anterior incluso, me lancé a la carrera cuando noté una sombra pasar por el final del pasillo. Para mi desgracia, nunca llegué al teléfono pues mi atacante sobrepasó mis intentos con agilidad y velocidad. Me golpeó tan fuerte que el mismo envión me obligó a caer cual peso muerto contra el borde de una pared, estampando mi cabeza contra el suelo y haciéndola rebotar debido a la magnitud del asalto.
Mi agresor, al que esta vez no se le podía ver el rostro, sacó un cuchillo de entre sus ropas y tapándome la boca para evitar que gritara pidiendo ayuda clavó el frío acero en mi vientre una y otra vez, sin parar hasta que los dos nos encontráramos empapados en sangre. Para la décima apuñalada lágrimas comenzaron a caer de mis ojos y su mano se retiró de mis labios pues era evidente que jamás podría pronunciar palabra alguna estando en ese estado.
Parecía de no creer, mas sentí cómo la conciencia se separaba de mi cuerpo elevándose hasta el techo desde donde podía mirar a mi verdugo cometer su crimen feroz. Trece, catorce, quince, dieciséis conté mientras miraba la escena sintiendo como si la mujer en el piso que estaba siendo asesinada fuera en verdad otra persona. Ya no sentía dolor ni desesperación, solo tristeza: tristeza debido a la frustración de los sueños incumplidos. Dios me había dado una segunda chance para hacer lo correcto y ahí me encontraba, en frente de un hombre con la fuerza capaz de arrebatarme el último rastro de esperanza sin miramiento alguno. Ni siquiera había duda o culpa en sus puñaladas.
Un ruido extraño y fuera de lugar me desconcentró pues hasta aquel momento todo lo que mis ojos podían ver era mi propio asesinato. Pronto el sonido de carcajadas —aquel que me había desencantado de la imagen que ocurría en ese momento— se hizo más y más fuerte.
Abrí mis ojos solo para notar que mi cabeza se había rendido sobre el control remoto cuando caí sometida por el cansancio. Había tenido otra pesadilla pues mis cuerdas vocales y mis pulmones estaban haciendo un intenso ejercicio debido a mis gritos desgarradores. Pronto unos golpes en la puerta se hicieron escuchar y la voz del señor Jenkins me sacó del trance en el que me encontraba. Me enderecé a duras penas y me dirigí a atenderlo con lentitud, como pude, fallando en darme cuenta de que una figura se escondía en las inmensidades de la noche y me observaba desde una de las tantas ventanas de la cabaña.

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A la esquina del fin del mundo
Mistério / SuspenseMegan decide escapar de su entorno cuando su prometido la engaña. Buscando sanar, llega a Cloverwood, un lugar en donde debe lidiar con otro tipo de problemas y no morir en el intento. *** Megan Pond se vio obligada a decirle adiós a su final de cue...