Eran cerca de las cuatro de la tarde cuando por fin me saludó el cartel de Cloverwood. Como me lo esperaba, el pueblo era pequeño y básico. Las cuadras no estaban muy pobladas con casas pues los ciudadanos parecían preferir patios grandes y cómodos para que los niños pudieran salir a jugar.
Los jardines e incluso los árboles que decoraban la acera lucían inmaculados; la ciudad parecía limpia hasta el punto de rozar lo inmaculado y los coches transitando eran pocos, tal vez porque todo quedaba cerca. Unas tres cuadras después de haberme adentrado en el pueblo, noté una bifurcación bastante más ancha que las calles previas y pude notar que al fin me encontraba en lo que parecía ser la avenida principal.
Llamada "Avenida Libertad", esta se encontraba dividida en dos pasajes: uno de ida y el otro de vuelta. En el medio como división se encontraba un estilo de plazoleta alargada; parecía un paseo de transeúntes, pero un poco más ancho el cual contaba con una división especial para ciclistas y deportistas e incluso un rincón de juegos público. El lugar era simple y hermoso, aunque lo que más llamaba la atención de aquel pedazo de paraíso en la tierra no era la maravillosa mano de obra humana que habían diseñado sino el hermoso lago que se extendía al borde del fin de dicha avenida.
Oh, aquel lago me había robado la respiración... tan magno, puro y cristalino, tan lleno de vida y de esperanza rodeado de árboles con hojas naranjas dedicándole la hermosura al otoño más sublime que se hubiese podido apreciar sobre la faz de la tierra. No podía creer que era tan afortunada como para poder encontrarme en el momento y lugar indicados como para contemplarlo en su magnificencia; incluso algunas casas dispersas cerca de la orilla hacían que el paisaje se viera más hermoso si eso era posible.
La que me llamó la atención fue una pequeña cabaña con madera a la vista que se encontraba en un extremo del lago. Me sorprendió lo acogedora que lucía e incluso había un pequeño muelle que se había construido a un lado de ella para que las balsas y botes pudieran acomodarse. La hacían lucir magistral, como si hubiese sido sacada de la mente del pintor más talentoso del mundo para ser retratada en la realidad.
Paré el coche en un playón de estacionamiento predispuesto para poder sentarse a disfrutar de la vista. En cuestión de segundos subí un poco el volumen del radio que el vehículo tenía y dejé que la canción que se estaba reproduciendo me dejara en trance por unos momentos. Aquellos eran los instantes más preciados, pues no había alegría —era verdad— pero tampoco había dolor alguno. Era como si mi alma se dejara estar y aceptara que el universo que la rodeaba en aquel momento la estaba abrazando con tanta hermosura y perfección.
La mágica voz de Frank Sinatra me volvió a traer a la tierra con su canción The best is yet to come y mi estómago dio una punzada de malestar que se sintió como si me hubiese hundido en un inmenso abismo. Me quedé en silencio unos minutos escuchando y analizando el tema que hablaba de que todo lo que creíste ser bueno y mágico en verdad no era nada en comparación de lo que aquella persona que cantaba te va a hacer sentir. Palabras textuales, una parte mencionaba que si creías que habías visto el sol, todavía no lo habías visto brillar.
Y ese tipo de canciones si no estás en el momento indicado pueden llevarte en un viaje expreso a la tristeza sin escala de ningún tipo. Me acomodé en el asiento dejando que el respaldo cayera un poco para atrás y saqué el celular de mi bolso. Ya habían pasado casi dos días desde que me había fugado y de seguro todo el mundo se encontraba con los pelos de punta. Así que tomando cada pedacito de coraje que tenía desparramado por el suelo de mi baja autoestima, encendí el aparato para ver cuántas llamadas perdidas tenía.
Noventa y ocho, wow. Mi madre y mi exnovio se estaban peleando cabeza a cabeza para ver quién llamaba el mayor número de veces. ¿Qué sería más fácil? ¿Luchar con mi madre —la cual buscaría justificar a Lucille— o con mi ex, el cual de seguro iba a mentirme para ver si caía bien parado? Por más de que quise tomar aquella decisión de manera fría y calculada el destino decidió forzarme a enfrentar la realidad, pues la siguiente llamada entrante fue la de Max.
—¿Megan? —Fue la sencilla y simple pregunta que su voz pronunció. La suya era una voz agotada, opaca y oscura, muy diferente a la que yo recordaba.
—Sí —respondí de la misma manera.
—¿Estás bien?
—Sí, lo estoy.
—¿Dónde estás? ¿Precisas algo?
—No, no preciso nada. Tomé todo lo que precisaba antes de marcharme. ¿No estás enojado porque vendí tus cosas? —Cambié de tema y él suspiró enojado porque todavía no sabía dónde estaba.
—Son cosas materiales, nada más. Acá las cosas son un caos, tu hermana está que hierve de la envidia porque no es la protagonista, pero por una vez tus padres se han puesto un poco firmes: le han prohibido que te contacte —dijo y me permití suspirar de alivio, lo último que me faltaba era tener que lidiar con Lucille en aquel momento—. Iré ya a frenar a tu madre, para que no diga nada estúpido; no tienes por qué aguantar nada de nuestra mierda ahora, pero demando que me digas dónde demonios estás.
—Gracias, pero no. No te voy a decir dónde estoy.
—¿Era necesario irte así sin más? ¿No podías, no sé, hacerme una escena, gritar, golpearme? Que te hayas ido así es peor que cualquier melodrama. El melodrama puedo aguantarlo, esto no.
—Pues esto es lo que te ganaste. Mi amor por ti debería haber sido suficiente como para una vida entera de felicidad.
—Lo sé... arruiné todo, ¿ya? Todos cometemos errores, yo te he perdonado muchas cosas también.
—Nada como esto, te lo aseguro. No quieras lavarte las manos con un "tú también tienes errores" porque es patético.
—Ya, tú puedes ser feliz sin mí. Has demostrado tu punto a la perfección, ¿puedes volver? En verdad te extraño y te necesito aquí conmigo, no puedo hablar por teléfono así e intentar decirte todo lo que tengo adentro. Comentarte por una llamada que "lo siento" no se sentiría real ni en un millón de años.
—Pues perdiste prioridad en el momento en que me metiste los cuernos con mi hermana, Max, así que tendrás que pudrirte un poco y dejarme tomar las decisiones.
—Siempre fuiste fuerte, pero nunca me habías intentado mandar así. Vuelve a casa ahora, ya mostraste que eres una mujer fuerte e independiente.
—A la mierda con lo que quieras o creas. No pienso volver.
—Bien—susurró y su voz sonó agotada, parecía que ya no tenía fuerzas ni para enojarse—. Es más que obvio que he jugado mal mis cartas, pero no me voy a dar por vencido. Puedo ser un completo imbécil, pero me preocupas y lo que no me deja dormir es saber que estás sola en quién saber qué lugar. ¿Puedes al menos prometerme que te cuidarás? ¿Puedes prometer que usarás tu sentido común?
—Te lo prometo.
—Gracias, lo digo en serio. Este imbécil va a calmar a la fiera de tu madre que acaba de entrar. No, no te pienso dejar hablar con ella ahora. —Parecía estar hablando más con mi madre que conmigo—. Megan, apaga el maldito celular por unos días más. Si precisas algo, llama desde un teléfono público. Eso sí, no he terminado con todo esto, para mí nuestra relación aún no se terminó.
—Sí, nos vemos. —Ignoré su último comentario porque ya lo conocía. Max no estaba haciendo todo eso porque me amaba sino porque amaba tener la última palabra.
Tiré el celular al asiento del acompañante y abracé mis rodillas con una mano mientras que con la otra secaba una de mis tantas lágrimas. Dolía, sí, pero a la vez me hacía sentir feliz que Max hiciera lo correcto y me dejara en paz por un rato. Para ser que él había sido el débil que me había sido infiel, acababa de hacer algo que yo jamás hubiese tenido la fuerza de lograr: me había dejado libre. Y ¡oh! No solo libre; liviana, herida, pero esperanzada, con un objetivo; el primer objetivo desde que mi vida se había convertido en un caos y se lo agradecía. Mi propósito ahora era nada más ni nada menos que volver a encontrarme; tendría que volver a ser aquella mujer que fui antes de Max, aunque poco y nada recordaba de cómo era.
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A la esquina del fin del mundo
Mystery / ThrillerMegan decide escapar de su entorno cuando su prometido la engaña. Buscando sanar, llega a Cloverwood, un lugar en donde debe lidiar con otro tipo de problemas y no morir en el intento. *** Megan Pond se vio obligada a decirle adiós a su final de cue...