16.

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Golpearon la puerta de la entrada y aquel factor sorpresa me hizo saltar sin poder evitarlo de mi asiento. Eran las doce menos cuarto del mediodía, ¿quién podría ser? No tenía sentido por eso fue que me acerqué con lentitud al hall y vi por la mirilla a un hombre parado en mi umbral vistiendo el uniforme policial de la jurisdicción, tenía idea que lo había visto antes, pero no podía recordar bien dónde.

Abrí la puerta para enfrentar al desconocido de cabello corto de un color que combinaba con el marrón de sus ojos. Su sonrisa era amena y su lenguaje corporal me hizo saber que venía "en son de paz". Ok, hasta yo sabía cuán idiota parecía mi pensamiento, pero no tenía mejor forma de describirlo y estaba demasiado perseguida con lo que acababa de memorizar.

Portaba una sonrisa de oreja a oreja y unos pequeños hoyuelos se formaban a los lados cada vez que hablaba, se lo notaba amable y acostumbrado a tratar con civiles. Me contó que era el sheriff del Cloverwood, que había tomado el cargo el año anterior y que todos le vivían recordando que era el más joven en la historia del pueblo, como si eso fuese bueno o algo. Me vi obligada a preguntarle su edad, pues parecía de veinticinco y eso me hacía sentir por demás inepta. ¡Inmensa fue mi sorpresa cuando contestó veintinueve! Aquello me hizo sentir peor, pues tenía mi edad y estaba ya listo en la vida, posicionado justo donde quería estar y feliz del resultado de su trabajo. El tipo, sin quererlo, me cayó algo mal con ese simple detalle.

—Lamento no haber hecho esta visita de cortesía antes, señorita Pond.

—Oh, por favor, llámame Megan —le pedí y sonreí disimulando mi incomodidad.

—Pues un gusto volver a verla, Megan. Me llamo Austin Bale y estoy a su servicio. No quiero que se ofenda ni se sienta avergonzada, pero la voz se ha dejado correr sobre sus terrores nocturnos —comentó mientras mis mejillas se encendían como fogatas—. Lo único que quería era dejarle mi tarjeta de presentación para que se sienta libre de llamarme en cualquier momento que lo precise.

—¿Es que nos habíamos visto ya? —Esas palabras se escurrieron por mi boca sin que pudiese refrenarlas, lo juro. Para colmo de males odiaba interrumpir a la gente y ahí estaba yo, siendo maleducada en varios niveles diferentes.

—Oh, sí, la noche en que Aaron Flick trató de suicidarse. ¿No recuerda que le tomé declaración? No se preocupe, creo que ambos estábamos con la cabeza en otro lado esa noche.

—Se refiere al asesinato de los dos chicos en fuga.

—Exacto. Aquí nunca había pasado nada malo en gran escala hasta ahora, por eso creo que no es momento para dormirnos en nuestros laureles, ¿sabe? Yo creo, con honestidad, que si usted está teniendo estos episodios no debemos tomarlos a la ligera. No sé cómo expresarme a mí mismo en estos momentos porque siento que estoy sonando como un loco, pero este lugar es demasiado tranquilo. Es casi antinatura, ¿me explico? Esta tranquilidad se asemeja a la calma que precede la tormenta.

Sus palabras me dejaron helada pues yo había descrito de la misma forma mi felicidad antes del lío que Lucille había arrojado sobre mi existencia. ¿Era casualidad que aquel hombre delante de mí usara esa expresión? ¿Podría ser que en verdad estaba en lo correcto y que otra tragedia se avecinaba? ¿Por qué aparecía justo en aquel momento? ¿Por qué en la mañana en que descubrí la verdad de los Flicks? ¿Sería que algo malo estaba a punto de pasarme y Dios me mandaba un ángel guardián? Si bien no podía entender nada aún, tomé su tarjeta y la guardé en un lugar de la billetera en que estaría a mano mientras le sonreía con algo de falsedad pues resguardaba demasiados secretos que aún no podían ni debían ver la luz, debía ser precavida.

Austin Bale, el sheriff más joven en la historia del pueblo y el hombre con nombre de rebelde sin causa de las películas de los cincuenta, se había convertido en mi aliado sin siquiera darse cuenta. Le despedí fingiendo mi mejor cara de alegría y me quedé con la sensación de que él no había notado nada fuera de lo normal, lo cual era un milagro pues era pésima a la hora de guardar secretos.

A la esquina del fin del mundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora