La enfermera que nos trató a Lucille y a mí esa noche se decidió por solo sedar a mi hermana. En contra de todas mis expectativas, me informó que a mí me dejaría ir porque parecía estar centrada y tranquila. No, ella no creía que la tranquilidad fuese falsa, sino que en verdad parecía estar en mis cabales. Hasta el día de hoy no sé si en verdad era honesta o si el sheriff había pedido verme tan pronto como fuese posible y ella tan solo estaba acatando órdenes.
De una u otra forma, a los cinco minutos de ver cómo Lucille sucumbía ante los fármacos me crucé a la habitación contigua donde Austin descansaba. Su rostro me sonrío pálido al verme en el umbral y con su mano me pidió en silencio que lo acompañase. Unas vendas en el hombro izquierdo me saludaron y pude notar que si bien se lo veía agotado aún tenía muchas energías dentro de su cuerpo.
—La herida fue limpia, entró como salió y no hirió ninguna parte importante. Estoy bien, saca esa expresión. Si me ves pálido es solo porque me dispararon, uno no puede estar al cien por ciento después de que le hacen algo como eso. —Tomó mi mano entre la suya con fuerza y nos quedamos viéndonos con fijeza. Era como si hubiésemos entrado en una competencia y ninguno de los dos quisiera apartar la mirada pues eso significaría perder.
En vez de sentarme en la silla contigua, me decidí por acomodarme sobre la cama a un costado de sus piernas. Creo que eso lo sorprendió porque sus ojos se agrandaron un poco al observarme, pero luego besó con dulzura mi mano derecha. Parecía que la había secuestrado para sí mismo y no la quería dejar ir.
—¿Cómo está tu hermana?
—Tan bien como se puede estar en una situación como esta. —Le respondí con pocas ganas. No quería hablar de mi hermana ni de todo el pasado que ella había traído consigo. Lo único que en verdad deseaba era estar con Austin.
—¿Qué pasa?
—Lucille me contó que te quisiste hacer pasar por Rambo yendo en primera línea en contra de los Jenkins. ¿En qué estabas pensando? Casi te pierdo, Austin, no puedo perder a nadie más. —Los reproches salieron de mi boca de manera adecuada y en orden. Se me hacía irónico cómo había sido capaz de expresar tan bien el mensaje cuando todo en mi interior era un torbellino de emociones y miedos.
—No me gusta que me compares con Rambo, me faltan al menos treinta kilos de músculo y eso le pega duro a mi autoestima; pero quitando eso, Megs: lo hice una vez y lo volvería a hacer. Perderte no estaba en la ecuación y cuando vi que te estaban queriendo lastimar perdí la cordura.
—Austin, escucha.
—Nada de "Austin, escucha". —El brazo que aún tenía sano me rodeó pidiéndome a gritos que me quedara recostada en su pecho, pero me negué.
Enderezándome un poco ante la fuerza que él había hecho lo miré con un brillo característico en mis orbes. Significaba decisión y él sabía más que bien que no podría cambiar mi opinión una vez me había decidido.
—Qué demonios...—susurré resignada y luego atrapé su rostro con mis manos para asegurarme de que no se movería.
Para cuando quise acordar mis labios ya estaban reposando sobre los suyos y para mi sorpresa, él me estaba devolviendo el gesto besándome también. Intentó mover su brazo herido para poder atraerme más a él, aunque el gemido que salió disparado en uno de sus suspiros me dejó saber que se había autoexigido demasiado ya.
—¿Estás bien?
—Sí, solo que odio mi brazo por estar herido justo ahora. ¿Tú? —indagó con una mirada preocupada. No comprendí del todo si por mi estado emocional o por el beso que nos habíamos dado.
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A la esquina del fin del mundo
Mistério / SuspenseMegan decide escapar de su entorno cuando su prometido la engaña. Buscando sanar, llega a Cloverwood, un lugar en donde debe lidiar con otro tipo de problemas y no morir en el intento. *** Megan Pond se vio obligada a decirle adiós a su final de cue...