Unos minutos pasaron para darle paso a la nueva llamada entrante que recibí. Era el mismo número que había marcado antes y sensaciones contradictorias comenzaron a lidiar una batalla en mi interior; la Segunda Guerra Mundial no tenía comparación con cómo batallaban esas dos.
¿Qué debía hacer? Le tenía tanto miedo a la persona que se encontraba en mi umbral como a la que me llamó rato antes. No había forma alguna de saber si eran una sola o dos entidades por completo diferentes. Me concebía confundida y desorientada, tanto que me costó horrores caminar los metros que me llevarían a la puerta. Recorrí con lentitud el camino que me llevaría a él y mi mano se aferró fuerte al atizador, por si las dudas. Como la misma carta me decía: debía estar atenta a todo.
Su rostro tenso debido a la preocupación me saludó al abrir la puerta y su cuerpo se hizo paso dentro del recinto sin esperar a que lo invitara, eso me dio mala espina. No me saludó, no me consoló como antes, no hizo absolutamente nada de lo que yo me hubiese imaginado. Vio por la ventana principal del living hacia el exterior y revisó todos los huecos cristalinos de la cabaña —los cuales ahora me parecían bocas gritando por misericordia—, cerciorándose que estuviesen trabados y asegurados.
—¿Has escuchado algún ruido extraño en la casa? ¿Algún indicio de que alguien pudiese estar adentro? —indagó dándome la espalda para ver el oscuro pasillo que yo había atravesado minutos antes. Podría usar el factor sorpresa en ese mismo instante y golpearlo con el atizador, él mismo había cometido el error de darme la espalda.
—N-no—titubeé mientras hacía fuerza sobre el pedazo de fierro que me brindaba una falsa sensación de ventaja, él creyó que estaba haciendo fuerzas por recordar—. Aunque, siendo honesta, no estaba prestando atención.
—Escucha, no es por asustarte ni nada, pero me informaron que un convicto se escapó y puede que esté en su camino hacia Cloverwood. No creo que tenga negocios que lidiar contigo, pero es peligroso y necesita un escondite. Además, todavía tenemos los dos asesinatos sin resolver, eso sumaría mínimo dos asesinos sin identificar o sin estar bajo custodia. Esta casa está tan alejada de las demás como para ser conveniente, cualquiera podría tomarse provecho de eso.
—Hablas de James Flick, ¿verdad? —Mi voz sonó quedada pues parecía que mirara hacia donde mirara los problemas me perseguían.
—Sí, oye, ¿cómo supis...? —quiso indagar, pero lo interrumpí a continuación muerta de miedo porque si no me lo explicaba terminaría atacándolo. Mi cuerpo, desesperado por dejar que en instinto de supervivencia tomase control, deseaba con cada átomo golpearlo y dejarlo inconsciente.
—¿Cómo supiste que era yo la que te llamaba? —le pregunté alzando la voz para cortar lo que fuese que me quisiese preguntar, si no me respondía en aquel mismo momento no me dejaría más opción que utilizar el atizador.
—Eres la única en Cloverwood con otra característica telefónica, ¿bien? ¿O me vas a dar con el atizador? —demandó intentando no reírse a la vez que me sacaba el arma de mis manos.
Me sentía estúpida, pues él tenía razón. Era la única nueva en el pueblo, la única "extranjera" que no tendría el mismo número de región que ellos; suspiré sintiendo que el ahogo del que me había convertido víctima se desvanecía, no sin antes dejarme un fuerte dolor en el pecho.
—Lo siento tanto.
—No, ni lo menciones; yo estaría igual de paranoico de estar en tu lugar. Es más, de ser tú ya me hubiese golpeado. En mi experiencia, a veces es mejor dejar inconsciente primero y hacer preguntas después. Sin rencores, lo digo en serio. Ahora, cambiando de tema, ¿tienes algún lugar donde pasar la noche? No me quedaré tranquilo si te dejo aquí y dudo que tú puedas pegar un ojo en toda la maldita noche.
—Podría quedarme en lo de Melinda.
—¿Jones? —Todavía se me hacía raro cómo no había al menos dos Melindas en el pueblo como para causar duda. Aquí todos se conocían entre ellos al ser un número tan chico de personas viviendo en el mismo sitio.
—Sí, ¿es que me dejarás terminar mis oraciones?
—Lo siento, creo que yo también estoy algo nervioso. —Pasó su mano por el cabello como ya era característico en él y me brindó una sonrisa culpable en forma de disculpa.
—Pues sirve de algo y llévame hasta su casa, ¿bien? Iré a armar mi bolso de noche.
—Te acompaño. —Sabía que las palabras eran una propuesta, pero las articuló como una orden. Austin Bale no me dejaría salir de su vista ni siquiera por un segundo.
A los diez minutos nos encontrábamos en el móvil policial manejando hacia lo de Melinda. Su rostro de sorpresa y su pijama nos dejaron saber que ya se había acostado y no esperaba visita alguna a esas horas de la noche. Por supuesto cuando le explicamos lo que sucedía se abrió paso dándome la bienvenida y le prometió a Austin que ella se encargaría de cuidarme hasta que todo ese malentendido con el escape de Flick se aclarara.
—¿Qué recibiste una carta? —Sorpresa se filtró en el temblor de su voz y aquello casi me frenó de contarle lo siguiente.
—También recibí una llamada en el teléfono de línea de la cabaña, cuando contesté nadie me respondió, solo se escuchó estática y me colgaron.
—Oh, Dios mío. —Sus manos se crisparon conscientes de la presión que le estaban aplicando a la taza de café, creo que de no hacerlo esta se hubiera hecho añicos contra el suelo.
—Ya, no quiero que te preocupes, no hay mucho que se le pueda hacer ahora. Aquí estaremos seguras. Estamos en medio del pueblo, imposible que nos pase algo malo —consolé a mi interlocutora sin siquiera percatarme que esos consejos me los debería haber dado ella a mí.
—Sí, tienes razón. Ven, Megan, tengo la habitación donde dormía mi hija todavía intacta. Ella se fue a la universidad hace algunos años y solo viene una vez cada dos meses de visitas. Hace poco se volvió a estudiar, así que eres libre de usarla todo lo que tú quieras.
—Gracias, Melinda. —Le brindé un fuerte abrazo pues las dos precisábamos un poco de contención en ese momento.
—Estaré en el otro cuarto con la puerta abierta, no dudes en llamarme si te hace falta algo. —Se despidió gentil y me senté en la cama que se encontraba en medio del dormitorio.
Se veía que la hija de Melinda era fan de "El principito" pues el techo de su habitación estaba pintado de un fuerte azul oscuro con el planeta y el niño ilustrados en la superficie porosa. Al costado de la ilustración, unas hermosas letras blancas me saludaron con el mensaje "Lo esencial es invisible a los ojos".
Aquella noche, lo último que se me pasó por la mente antes de caer rendida sobre la almohada fue una extraña sensación de que en los últimos días comenzaría a andar un camino del que ya no habría vuelta atrás.
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A la esquina del fin del mundo
Mystery / ThrillerMegan decide escapar de su entorno cuando su prometido la engaña. Buscando sanar, llega a Cloverwood, un lugar en donde debe lidiar con otro tipo de problemas y no morir en el intento. *** Megan Pond se vio obligada a decirle adiós a su final de cue...