Capítulo 3

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- ¿Puedo ayudarte en algo? -preguntó con frialdad.


- Soy... Abigail Stevenson. He sido asignada a este lugar...- Su voz se desvaneció cuando la mujer entrecerró los ojos.


- Para servicios comunitarios- terminó la mujer -. Llegas tarde. Te esperaba hace diez minutos. Entra.


Abbie la siguió hacia el interior del edificio. Los pisos eran de roble, muy lustrados.


Exactamente frente a ella había un alto mostrador de roble que hacía las veces de escritorio de recepción. A la izquierda, advirtió un living cuyas paredes estaban revestidas con paneles de madera y un empapelado con diseños floreados, en rosa y blanco. A la derecha había una escalera y, detrás de ésta, un recinto semejante a una jaula, que supuso sería el ascensor. Del otro lado de la escalera se veía un pasillo y una puerta doble, de roble, cerrada. No había detalle en aquel edificio que se asemejara a lo que ella había imaginado que sería un geriátrico.


- Soy Esther Drake, directora de Lavender House - se presentó la mujer, mientras abría las puertas dobles y conducía a Abbie por el pasillo -.
La señora Drake -puntualizó -. Vamos a conversar a mi oficina.


Entraron en una sala pequeña y acogedora, que albergaba un escritorio, dos sillas, un archivo y un sofá tapizado en cuero verde. Las paredes estaban empapeladas con un alegre diseño selvático, en verde y blanco; los cortinados armonizaban al tono y sobre el escritorio había un


florero con margaritas recién cortadas.


La señora Drake rodeó su escritorio, ocupó su silla e hizo un gesto a Abbie para que tomara asiento. Tomó un anotador, lo abrió y extrajo un bolígrafo del portalápices que estaba junto al florero con las margaritas.


- Bien, el funcionario judicial que está a cargo de tu caso me llamó por teléfono esta mañana para explicarme todos los detalles. Te dieron trescientas horas, ¿verdad?


- Correcto.


- Y supongo que querrás cumplirlas lo antes posible.


- Supone bien.


- Estupendo. - Sonrió. - Toda la ayuda extra que podamos conseguir nos viene de perillas aquí. Nos falta personal. ¿Por qué te arrestaron?


- Por mechera - masculló Abbie. Era una palabra que odiaba usar. Cada vez que la oía de sus propios labios sentía que la piel se le erizaba de humillación. - Pero sólo fue una broma -explicó de inmediato -. Un par de pendientes, eh... es todo lo que tomé. Y además iba a pagarlos.


La señora Drake bufó.


- Bien, no importa. Sin embargo, debo advertirte que somos responsables por las pertenencias


de nuestros pacientes y no quiero que lleguen a mis oídos rumores de que algo se ha perdido, ¿entiendes?


Abbie la miró con ojos desorbitados. ¡No podía creerlo! Estaba tratándola como a un vulgar delincuente. Acababa de hacerle una advertencia. Era demasiado.


- Señora Drake - comenzó con gentileza, tratando de controlar sus impulsos -, no sé a qué se refiere.


La mujer sonrió con sorna.


- Yo creo que si sabes a qué me refiero. Pero para que no te queden dudas al respecto, te lo diré con todas las letras: no quiero enterarme de que la cartera, el bolso, el dinero o los efectos personales de cualquiera que se encuentre en este edificio no está en el preciso lugar en el que debería estar. ¿Lo has entendido?


Humillada, Abbie sintió que las mejillas le ardían. ¿Eso significaría que, si alguien robaba algo o un paciente extraviaba un libro de bolsillo, sería ella la culpable?

Skinny Love |Levi Jones| Nate Parker|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora