Capítulo 6

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Apartó el arroz y los langostinos hacia el borde del plato. No porque no le gustaran - ¡le encantaban! -, sino porque quería que sus padres notaran un deterioro en su apetito.


- Será mejor que te apures, Abbie - sugirió su madre, mientras se servía otro pancito -, Tienes tarea que hacer.


- Ya terminé. - Corrió la silla hacia atrás y se puso de pie.
- No has comido mucho - señaló el padre, que levantó la vista de su plato para mirar el de ella -Mira cuánto desperdicio. ¿Comiste alguna cosa que te echó a perder el apetito?


- No, no probé bocado desde el almuerzo, salvo una gaseosa. Simplemente, no tengo hambre


-contestó, cuidándose muy bien de mantener su postura indiferente.


- No te preocupes por ella, Gerald, - dijo la madre. Dirigió una mira de exasperación a su marido. - Tiene una salud de hierro.


- De acuerdo, si tú lo dices. Pero sigo sosteniendo que debería comer un poco más. - Gerald Stevenson miró a su hija. Era un cuarentón regordete, de cabellos oscuros salpicados de plata, ojos castaños y cejas espesas. - ¿Qué tal el geriátrico? - preguntó con el aire cordial.


Abbie se encogió de hombros. Tenía que ser muy, pero muy cauta en ese punto. Sus padres seguían muy enfadados con ella. Si pretendía comprar su compasión y lograr que el viejo papi moviera algunos hilos por ella, tenía que interpretar su papel a la perfección.


- Bien. - Le obsequió una cálida sonrisa - Es un poco triste.
- Los hogares para ancianos por lo general son así - comentó él abiertamente. Introdujo otro bocado de langostinos en su boca.


Abbie vaciló. Tuvo el presentimiento de que no era el momento indicado para informarles que Lavander House no era un hogar para ancianos, en realidad. Con el humor que tenían en esos momentos, lo más probable era que pensaran que cumplir los servicios comunitarios en un hogar para enfermos terminales era justamente lo que ella se merecía. No. Se aguardaría ese as del triunfo bajo la manga para cuando estuvieran de mejor talante.


Abbie siguió jugueteando unos minutos más con la comida y su frustración se intensificó. Los


padres charlaban de sus cosas, al parecer, indiferentes a la tristeza y depresión que ella estaba viviendo. Demonios. Bueno... tendría que afinar la puntería.


- ¿No te conviene empezar con la tarea? - preguntó Eileen, mirando su reloj.


Por fin, Abbie bajó los brazos. Estaba convencida de que, aunque el Ángel de la muerte estuviera sentado sobre su hombro en esos momentos, ellos se mantendrían firmes en su postura


indiferente. Caramba que estaban enojados. Tal vez lo mejor fuera darles unos pocos días más. Quizás una semana.


- Es cierto. Tengo un examen de Física mañana.


Al día siguiente tuvo que ir caminando a la escuela y por eso, llegó tarde. Cuando sonó el primer timbre, estaba subiendo las escaleras a toda velocidad. Jennifer no la había llamado, llegaría tarde a su primera clase del día y tampoco había logrado borrar de su mente a Levi Jones ni al resto de los internos de Lavender House.


Y su humor empeoró ante el anuncio del señor Campbell, su honorable profesor de inglés, respecto de que tendrían que entregar un resumen sobre un libro el lunes siguiente.


No hubo quien no protestara en la clase, pero al viejo Campbell no se le movió un pelo.
- Ésta es una clase selecta - aclaró. Tomó un trozo de tiza y se acercó al pizarrón. - De modo que ninguno de ustedes debe tener problemas en terminar un libro.


- Pero ya estamos a mitad de semana - se quejó Kimberly Rand -. Sólo nos quedan unos días.


- Olvida el televisor - recomendó Campbell.


- ¿Podemos leer el libro que queramos? - preguntó algún alumno de atrás.


- Siempre que sea un libro de verdad, con palabras de verdad en lugar de fotografías, no tengo


inconveniente. - Les sonrió de un modo casi imperceptible. - Y por favor, ahórrenme el disgusto de tener que verme en problemas con el Consejo de Educación. Catcher in the Rye está permitido, pero Henry Miller y Terry Southern quedan totalmente fuera de discusión. Traten de


elegir libros que estén en la biblioteca del colegio.


Abbie suspiró. El Distrito Escolar Federal de Landsdale no era famoso por sus ideas liberales respecto de los libros que se consideraban adecuados para los estudiantes secundarios. La


elección sería muy difícil. Fue entonces cuando recordó que había conseguido el primer libro de


la serie Edén en la biblioteca de la escuela. Al demonio, pensó. Si se sentía presionada, podía escribir un resumen sobre esa historia.


No vio a Jennifer en todo el día, pero se encontró con Todd a la salida de la biblioteca.


- Hola - le dijo -. ¿Cómo estás?


- Bien.


- Oye, la propuesta de llevarte al partido de viernes por la noche sigue en pie.


Abbie se moría por aceptar, pero pedir a sus padres que le levantaran la sanción en ese momento habría arruinado todos sus planes. Cómo le gustaba Todd. Caramba.


- Es muy amable de tu parte - contestó, con una sonrisa radiante -; si no estuviera castigada, te habría dicho que sí de inmediato.


- Lo entiendo - respondió él -. Tal vez podamos salir juntos cuando se acabe tu castigo.


Abrió la boca para aceptar pero antes de poder articular palabra, la más descabellada de las imágenes se representó en su mente: Nathaniel, el bombón del autobús. Parpadeó repetidas veces y luego sonrió, incómoda, al ver la expresión perpleja de Todd


- Sí, sería lindo.


- Bueno, avísame cuando tus padres te den permiso para volver a salir. Ah, el domingo voy a ver a mi tío. Le preguntaré lo de Lavander House.


- Oh, no te molestes. - Abbie se encogió de hombros. - Mi papá se encargará de ese asunto.


- ¿Seguro?


Asintió con la cabeza y al segundo se preguntó qué demonios estaba haciendo. No podía darse el lujo de desperdiciar ninguna propuesta de colaboración para huir de Lavander House para siempre.


- De acuerdo. Hasta luego. - Todd la saludó y se encaminó hacia el sitio donde estaba el equipo.


Abbie se quedó de pie durante un rato, pensando por qué no habría sido más vehemente para pedirle ayuda. Un montón de tonterías daban vueltas en su mente. Nathaniel, Polly, los pacientes del Hogar, Levi y sus comentarios sarcásticos. Por un momento, se sintió rara. Se mordió el labio. Quería borrar esa sensación. Pero no pudo. Se dio por vencida y se dirigió a su próxima clase.

Skinny Love |Levi Jones| Nate Parker|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora