31 de octubre
Querido diario:
¡Increíble! Las cosas han dado un giro de ciento ochenta grados. Nate y yo nos hemos arreglado y supongo que nuestra relación será mejor que la de antes. Todavía estoy un tanto confundida en ciertos aspectos, aunque no me dejare vencer. Tema principal: no sé que hacer con respecto a Levi. Mis sentimientos hacia él se han enredado tanto que no sé si voy o vengo. Pensé que me resultaría muy difícil volver a verlo, en especial después de nuestra charla el otro día, pero no fue así. Tal vez sea cierto que me quiere, pero, por su comportamiento, nadie se daría cuenta. Molestarme sigue siendo su deporte favorito. Sin embargo, estoy un poco preocupada. Los últimos dos días tenía un aspecto deplorable y pasó mucho tiempo en cama.
Esta noche Nate y yo iremos a un baile para festejar el Día de Brujas.Releyó lo que había escrito en su diario una semana atrás y frunció en entrecejo. La fiesta resulto divertida y los amigos de Nate le parecieron muy agradables.
Pero todavía confundida por Levi.
Dio vuelta a la pagina, tomo su bolígrafo y escribió 5 de noviembre. Miro la fecha y luego cerro el diario. No supo que escribir. Le parecía fuera de lugar llenar hoja tras hoja hablando sobre su relación con Nate, en especial cuando Levi le tenia tan preocupada. No estaba
bien.
Miro el reloj. Decidió posponer las obligaciones con su diario hasta que tuviera algo alegre
para contar y tomo su bolso. Era domingo. Esa mañana se había levantado temprano para hacer
galletas. No tenía sentido acumular todas las calorías en sus caderas, de modo que podría ir
trotando hasta el Hogar para llevar su obra de arte culinario a Levi.
Levi estaba acostado.
— ¿Qué haces aquí un domingo? — pregunto, con un tono malhumorado.
— Pensé en pasar por aquí para ver como estabas — respondió. Acercó una silla a su cama y se
sentó. Colocó sobre una mesa de noche la caja de galletas que había llevado.
Él arqueó las cejas.
— Caramba, que afortunado soy.
— ¿Por qué estas de tan pésimo humor?
— ¿Y por que tú estas alegre como un cascabel últimamente?
Abbie se mordió el labio. No le había dicho una palabra de su reconciliación con Nate. No sabia con exactitud por qué pero le parecía, bueno, un golpe bajo.
— Por ninguna razón en especial — mintió —. Sólo que he vuelto a ser la chica alegre de siempre.
— Mentira. — Levi resoplo y cerró los ojos. — No necesitas fingir conmigo, Abbie. Te reconciliaste con Nate.
Ella suspiró.
— No quiero engañarte.
— Bien. — Sonrió de mala gana. — Mi ego está fuerte como nunca. Pero saber que estabas protegiendo mis sentimientos porque me tenías lástima me volvía loco.
— No estaba haciendo eso — se defendió Abbie, vacilante. Pero era exactamente lo que había hecho. — Es solo que no quise hablar de él todavía, porque estamos pasando por un periodo de prueba.
— Me alegro por ti — comento y se recostó contra la almohada. Giro la cabeza y señalo en dirección a la caja que estaba sobre la mesa de noche. — ¿Hay galletas con trozos de chocolate allí dentro?
Oscuras ojeras remarcaban sus ojos; el dolor delineaba sus labios. Hacia dos días que no se levantaba y eso a Abbie le aterraba. Antes de subir, había mantenido una charla con la enfermera de turno y se entero que había comido muy poco.
— ¿Qué esperabas? ¿Qué te hubiera traído a Miss Universo? Por supuesto que hay galletas con trozos de chocolate en esa caja. ¿Quieres comerlas ahora? Puedo ir a buscarte un vaso de leche a la cocina.
―Por favor, Dios — rogó en silencio —. Haz que coma algo, aunque solo sean dulces.
— No, mas tarde. — Se movió, tratando de acomodarse, pero el dolor se reflejo en su rostro. —Ahora estoy un poco cansado.
— Pero son tus favoritas — Protesto, y luego cerro la boca. Levi se daría cuenta de que estaba desesperada por verlo comer, si seguía insistiendo. — Si vas a comerlas mas tarde, esta bien.
Mañana me dirás que tal qué tal estaban.
— Deliciosas, Princesa — le dijo, con una sonrisa en sus labias —. ¿Por qué no me lees algo?
— Claro. — se puso de pie y fue a la biblioteca. — ¿Qué quieres que te lea?
— ¿Qué crees? Asimov, por supuesto.
— ¿Cual? Tienes prácticamente todas las obras de ese nombre.
Se rió.
— De ninguna manera. Escribió centenares de libros y yo apenas tengo unas pocas docenas.
Léeme Fundación.
Las manos de Abbie temblaron cuando extrajo el viejo libro de bolsillo. Levi estaba mal.
Muy grave y a ella le aterraba su muerte.
Volvió asentarse y lo miró. Tenía los ojos cerrados, pero sabia que no estaba durmiendo.
Abrió el libro y empezó a leer.
Leyó durante media hora para él. No le habría molestado seguir leyéndole todo el día, pero la
señora Drake entró y le dijo que Levi se había dormido profundamente. Para Abbie eso era
solo un detalle. No se quería ir. Claro que la directora no le dio oportunidad de elegir. La hizo
salir de la habitación.
— ¿Qué haces aquí un domingo? — pregunto cuando estuvieron afuera.
— Solo quise venir a ver como estaba Levi.
La mujer la miró. Su rostro era una mezcla de exasperación y compasión. Por fin, sonrió.
— Lo se. Se han hecho bastante amigos ustedes dos ¿Verdad?
— Si, muy buenos amigos.
— Ven, bajemos — ordeno la señora Drake —. Vamos a tomar una taza de café. Necesito
hablar contigo.
Una vez en la cocina, se sirvieron el café. Cuando se sentaron el la mesa, Abbie se preparó para lo peor. ¿Acaso la directora le ordenaría que se alejara, ahora que Levi se había agravado tanto?
La mujer tomo su taza y bebió un sorbo. Obsequió a la chica con una cálida sonrisa.
— Eres una persona muy especial, ¿lo sabias? Creo que te debo una disculpa.
Atónita, Abbie la miro con la boca abierta.
— Una disculpa — repitió —. ¿Por que? No me ha hecho nada. — No todavía, claro. Quizás
estaba disculpándose por adelantado, porque en cualquier momento dejaría caer el hacha para
cortar las visitas a Levi.
— Te debo una disculpa por el modo como te trate el día que viniste aquí por primera vez. No eres una mechera. Eres una chica maravillosa a quien pescaron haciendo una travesura que seguramente debe de estar de moda entre los adolescentes de este país. -Suspiro. - Te pido perdón con toda honestidad, Abbie. Eres la mejor voluntaria que hemos tenido en este hogar.
— Gracias. — La muchacha sentía que las mejillas le ardían. — Pero la verdad es que me alegro de que me hayan arrestado. De no haber sido así, jamás habría venido a este lugar... Ni siquiera me gusta pensar en esa posibilidad. Adoro trabajar aquí. Me cambio la vida. — Se detuvo, confundida. ¿De verdad había dicho algo tan difícil de creer? Si. Peor aún, era cierto. El Hogar le había cambiado la vida. No. De inmediato cambio de opinión. No era el lugar, sino la
gente la que había hecho el milagro.
— Nos cambia a todos — dijo la señora Drake —. El trabajo con nuestros pacientes se traduce en cansancio de pies, cansancio de espalda, ardor en las manos, muchas risas y — hizo una breve pausa y miro a Abbie directamente a los ojos— un profundo dolor en el alma. Lavender House es un lugar de dichas y penas, de sufrimiento y compasión.
Abbie la observó durante largo rato. Luego hizo una pregunta cuya respuesta no sabia si le convenía escuchar.
— Señora Drake, ¿esta muy grave Levi? Quiero decir... Sólo está un poco cansado, ¿No? Va a recuperarse.
La directora miró su taza de café y luego a la chica.
— No — susurró —. Me temo que ya no. Levi se está muriendo.
— Abbie. Tierra llamando a Abbie. — Nate chasqueo los dedos debajo de su nariz.
— Epa — le dió una palmada es las manos para quitarlas de encima. — No hagas eso. Te estaba escuchando.
— Entonces, ¿Por qué estuviste callada los últimos cinco minutos? — se quejó, mientras tomaba su vaso de Coca —. Te hice la misma pregunta tres veces, — Al ver que su novia seguía con la vista en blanco, suspiro con dramatismo. — Repito: ¿Cómo encontraste a Levi hoy?
— ¿Cómo sabes que fui a verlo? — le preguntó.
— Me lo dijo tu mama. — Bebió un sorbo. — ¿Por que? ¿Era un secreto?
Abbie meneó la cabeza. Nate había ido a su casa a darle algunas clases de apoyo de física. Al día siguiente, por la mañana, tenia un examen semestral. Claro que fue lo mismo que enseñarle a la pared, porque ella no le había prestado atención ni un segundo. Le costaba concentrarse. En su mente hacían eco las palabras de la señora Drake: ―Levi se está muriendo. La frase se repetía una y otra vez, como un disco rayado.
— Levi no esta muy bien — masculló, con la vista fija en el libro de texto de física abierto sobre la mesa de la cocina.
— Lo siento — murmuró Nate. Extendió el brazo y le cubrió la mano con la suya. — Estas muy triste, ¿Verdad?
Abbie quiso contarle, pero no le salió la voz. Un enorme nudo le oprimía la garganta, de modo que solo asistió con la cabeza. Nate tampoco habló. Solo se quedó sentado a su lado, cobijando su mano en las de él y dejando que suspirara hondo, varias veces.
Por fin, cuando se aseguró de que no lloraría como una bebe, dijo:
— Nunca creí que me afectaría de este modo. Discúlpame por ser tan tonta.
— No te disculpes, querida. — Le rodeo los hombros con el brazo. — Estás sufriendo. Se nota.¿Levi esta muy grave?
Abbie abrió la boca, pero las palabras no salieron. Si lo decía, parecería cierto. Entonces, se encogió de hombros y espero que él la entendiera.
— Está bien. Creo que puedo imaginarlo — dijo —. Pero cuando necesites hablar de esto, avísame.
— Abbie, Nate. — La voz de Eileen Stevenson sonó estridente desde la puerta de la cocina. —No parece que estén estudiando, ustedes dos.
La chica protesto. Nate retiró el brazo de inmediato y sonrío con timidez a Eileen.
— Oh, las apariencias engañan — espetó.
— Claro — contestó ella, entre risas —. Y yo me chupo el dedo. — Sus risas se desvanecieron al ver la expresión de Abbie. Luego miró a Nate y frunció el entrecejo preocupada. — ¿Está todo bien?
Abbie seguía muda.
— Levi Jones está muy grave — Explicó Nate —. Abbie está muy angustiada.
— Oh, querida — la consoló su madre.
Sonó el teléfono. En el silencio de la cocina, la campanilla resultó aterradora. Ominosa.
El señor Stevenson asomó la cabeza en la cocina.
— Abbie — dijo —. Teléfono. Es la señora Drake, del Hogar. Dice que es urgente.
— ¿quieres que atienda yo? — preguntó Nate.
Abbie meneo la cabeza. Las piernas le pesaban como plomo y el tiempo le pareció interminable hasta llegar al teléfono. Levantó el auricular y escuchó. Notó el tono de voz de la directora. Oyó como respiraba Nate y tampoco le paso inadvertida la mirada de preocupación que intercambiaron sus padres. Luego se oyó decir:
— Está bien. Ya voy para allá.
Nate se puso de pie. No necesitaba preguntar que pasaba. Ya lo sabía.
— Te llevo.
— Abbie — interpuso su padre —. Creo que no deberías ir a ninguna parte. Mañana no sólo tienes que madrugar, sino que te tomaran un examen muy importante.
La chica quedo petrificada.
— Gerald. — Su esposa se puso de pie. — Olvida el examen. El amigo la necesita. Eso es mucho más importante.
— Pero Eileen — arguyó. La miró sin comprender. — Si le va mal en física, sus posibilidades de ser aceptada en una universidad decente irán a parar al tacho de la basura. Por otra parte, no creo que una vigilia junto a una cama sea adecuada para una chica de su edad.
— Si deja morir a Levi sin haberle dado oportunidad de despedirse, lo lamentara por el resto de su vida — insistió Eileen con firmeza —. En cuanto al examen de física, creo que consolar a un amigo que está apunto de reunirse con su Creador es algo mucho más importante que ingresar en una buena universidad. Por lo que a mi respecta, puede ir a Landsdale JC.
Abbie miró a su madre azorada.
— El trabajo en Lavender House te ha cambiado — agregó Eileen, dirigiéndose a su hija —.
Nos ha cambiado a todos. — Estampó un beso en si mejilla. — Ve con Levi. Quédate con él todo el tiempo que te necesite. Llámame cuando quieras volver a casa. Iré a buscarte.
Cuando llegó al Hogar eran las nueve y media. Nate la dejó en la puerta, la besó en la frente y le pidió que lo llamara en cuanto pudiera.
La señora Drake y la enfermera de turno estaban de pie junto a la cama de Levi en el momento en el que Abbie abrió la puerta y entró.
— Ha estado preguntando por ti —. Dijo la directora.
— Gracias por haberme llamado — respondió la chica y se acercó a la cama en puntas de pie.
— Te lo había prometido, ¿No? — La señora Drake sonrió amargada. — Ahora está descansando, pero se la pasa durmiendo y despertando a cada rato. — Ambas mujeres se marcharon para dejarlos a solas.
Ella se sentó junto a la cama y empezó a rezar en silencio. Se oía la respiración suave y superficial de Levi. La palidez de su piel contrastaba con su oscura cabellera. Le tomó la mano. Quería asegurarse de que aun tenía pulso. No bien lo rozó, él abrió los ojos.
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Skinny Love |Levi Jones| Nate Parker|
FanfictionQuerido diario: ¿Por qué la vida es tan difícil? Cuando me sorprendieron robando, creí que el mundo se derrumbaba. Fue una estúpida travesura, pero eso no fue lo peor: la jueza me impuso una pena de trescientas horas de servicio comunitarios. ¡Toda...