Diez

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Hoy desperté con un presentimiento. De esos que se sienten en el estómago y te hacen querer estar en casa. Pero preferí no darle importancia.
Por la tarde, después de nadar, estuve sentado con Aristóteles en el porche de mi casa.
Estaba mirando fijamente mis pies cuando sentí la mirada de Ari. Estaba sonriendo. Algo que yo consideraba raro en él.
-¿A qué se debe la sonrisa?- pregunte curioso.
-Sólo estaba sonriendo -dijo-. ¿Qué, uno no puede sonreír?
-No me estás diciendo la verdad.
Y eso me dio algo de ilusión. Ari estaba sonriendo. El chico serio sonreía.
-Está bien -dijo-. Sonreía porque te estabas mirando los pies.
-Qué cosa tan chistosa sonreír por eso.
-Es raro - dijo-. ¿Quién hace eso, mirarse los pies, excepto tú?
-No es malo estudiar tu propio cuerpo.
-También es raro decir eso.
-Como sea- dije.
-Como sea- repitió.
-¿Te gustan los perros, Ari?
-Amo los perros.
-Yo también. No necesitan usar zapatos.
Ari soltó una risita. Últimamente Ari reía mucho por las cosas que decía. Y eso me hacía feliz. Era bueno verlo sonreír.
-Le voy a preguntar a mi papá si me puede conseguir un perro- dije con cierto desánimo. Porqué en parte sabía que no pasaría.
-¿Qué tipo de perro quieres?
-No lo sé, Ari. Uno que venga de un refugio. Ya sabes, uno de esos perros que alguien tiró.
-Sí - dijo-, ¿pero cómo vas a saber cuál escoger? Hay un montón de perros en el refugio. Y todos quieren que los salven.
-Eso es porque la gente es muy cruel. Se deshacen de los perros como si fuera basura. Odio eso.
Durante la platica, escuchamos un ruido, varios chicos que gritaban al otro lado de la calle. Estaban apuntando a un pájaro con sus estúpidas pistolas de aire.
-¡Oigan!- grite con todas mis fuerzas. - ¡Párenle!
Empecé a correr por la calle. Fue un impulso. Ari corrió tras de mí.
-¡Deténgase! ¿Qué demonios les pasa?-
Extendí la mano para que se detuvieran.
-Estás loco si crees que te voy a dar mi pistola de aire- dijo aquel estúpido chiquillo.
-Es contra la ley.
Estaba realmente furioso. No podía con eso. Era totalmente inhumano y cruel. Estaban atentando contra una vida y les daba verdaderamente lo mismo; se sentían tan rudos con sus malditos juguetitos, que sus inconscientes padres les dieron.
-Segunda enmienda- dijo el tipo.
-Sí, segunda enmienda - dijo otro tipo. Aferró su maldito rifle.
-La segunda enmienda no aplica para las pistolas de aire, estúpido. Y de todos modos, no se permiten pistolas en terrenos municipales.
-¿Y qué piensas hacer al respecto, pedazo de mierda?
-Voy a hacer que paren- dije.
-¿Cómo?
-Pateándoles sus flacuchos traseritos a la frontera con México - intervino Ari. Estaba pensando un mal rato, el enojo aún no se bajaba y ahora me sentía mal por involucrar a Ari. Tampoco sabia como responder a lo que viniera. Jamás había estado en una pelea.
Uno de los tipos estaba por apuntar a Ari.
-Yo no lo haría si fuera tú, pedazo de excremento de perro- dijo Ari realmente serio.
Y sin más preámbulos, extendió su mano y le quitó la pistola. El chico no lo esperaba.
-Tienes suerte de que no meta esto por tu trasero- dijo mientras tiraba la pistola al suelo.
Después de eso los chicos se fueron.
Miré a Aristóteles.
-No sabía que te gustaba pelear.
-En realidad no me gusta. No mucho.
-Sí - dije -, te gusta pelear.
-Quizá me guste. Y no sabía que tú fueras un pacifista.
-Quizá no un pacifista. Quizá sólo piense que necesitas una buena razón para andar por ahí matando pájaros. - Le escudriñe la cara a Ari. - También eres bueno para lanzar palabrotas por ahí.
-Sí, bueno, Dante, no le digamos nada a tu mamá.
-Tampoco le diremos nada a la tuya.
Aristóteles me miró.
-Tengo una teoría de por qué son tan estrictas las mamás.
Me sacó una pequeña sonrisa. Pareciera que Ari puede notar cuando me encuentro mal e intentará animarme.
-Es porque nos aman, Ari. - dije recordando lo que dijo mi madre al comenzar el verano. Aunque seguía con mis dudas.
-Esa es una parte - dijo Ari- La otra parte es que quieren que sigamos siendo niños para siempre.
-Sí, creo que eso haría feliz a mi mamá, que yo fuera un niño para siempre.
Me sentí inundado de tristeza. Baje la mirada hacía el pájaro muerto. Realmente me sentía mal. Pensar en mis padres, en el futuro, en la vida y lo corta que es. También pensé en John Lennon. Había muerto por un balazo también. Y pensé si Yoko hizo lo posible para defenderlo cómo Ari y yo al pájaro o si estaba indefensa.
Quería llorar.
Y Ari podía notarlo.
Odiaba que me viera triste, pero era algo que no podía ocultar.
-Nunca te he visto así de enojado - comento Ari.
-Nunca te había visto así de enojado a ti tampoco.
Ambos estábamos enojados por diferentes motivos.
Nos quedamos ahí un rato y ya, mirando el pájaro.
-Sólo era un gorrión - dije. Y luego me solté a llorar.
Cruzamos la calle de nuevo y nos sentamos en el porche.
Lancé mis tenis al otro lado de la calle con todas mis fuerzas. Como si mis tenis tuvieran la culpa.
Limpié mis lágrimas.
-¿Tuviste miedo? - pregunté.
-No.
-Yo sí.
-¿Y?
Nos quedamos callados. Por lo general me gustaban los silencios con Ari. Por qué no necesitábamos las palabras. Pero este silencio no me gustaba. No era el momento.
Finalmente Ari preguntó...
-¿Y por qué existen los pájaros, para el caso?
Lo miré.
-¿No lo sabes?
-Supongo que no lo sé.
-Los pájaros existen para enseñarnos cosas sobre el cielo.
-¿Eso crees?
-Sí.
Solté más lágrimas. Pero ya no quería que Ari me viera así, finalmente di una enorme bocanada y lo miré.
-¿Me ayudarías a enterrar al pájaro?
-Claro.
Tomamos las palas del garaje de papá y fuimos donde el pájaro muerto. Ari recogió el pájaro con la pala y lo llevo cargando hasta el jardín de atrás de la casa. Cavó un hoyo bajo un gran laurel.
Pusimos al pájaro en el hoyo y lo enterramos.
No dijimos una sola palabra.
Ari era realmente duro, se que intentaba parecer alguien que no lo era para que yo no me molestará. Pero yo sabía que era un chico muy duro. Y eso me gustaba de él. Así como estoy seguro, de que a él le gustaba el hecho de que yo no lo fuera. Eramos muy contrastantes y eso estaba bien.
-Gracias - le dije.
-Claro. Oye... Te veo mañana.
-Vamos a nadar.
-Sí, vamos a nadar.
Ari era alumbrado por la luz del crepúsculo. Se veía bien.
Y me pregunté como sería ser un chico duro. Un chico que no llora hasta que de verdad tiene que hacerlo.
Me dijo adiós con la mano. Le dije adiós con la mano también.
Después de un rato me senté en medio del jardín y recordé a Ari. Me puse a reflexionar sobre él.
Pareciera que Aristóteles era un universo. Un universo bastante oscuro al que era difícil adentrarse. Pero que una vez que lograbas echar un pequeño vistazo podías ver un montón de ideas brillantes y pensamientos enormes que se constituían como planetas. Y eso... Eso sólo si echabas un vistazo.

Aristoteles Y Dante Descubren Los Secretos Del Universo (Versión Dante)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora