DOS

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El padre de Ari salió de la habitación.

-Creo que quiere verte. ‒dijo ya más calmado‒ Entra conmigo.
-Gracias.
-Vamos, Dante, tranquilo. Ya pasó todo.
-Gracias de nuevo.
-Entra –Dijo.

Entré a la habitación y vi a Ari, allí recostado, cubierto de yesos.
Sonreí.
Él también sonrío.

-Hola –dije.
-Hola –dijo.
-Como que combinamos.
-Te gano –susurro.
-Finalmente logras ganar una discusión.
-Sí, finalmente –dijo-. Estás hecho mierda.
-Tú también.

Nos miramos.
-Suenas cansado –dije.
-Sí.
-Me da gusto que te hayas despertado.
-Sí, me desperté. Pero duele menos cuando duermo.
-Me salvaste la vida, Ari.
-El héroe de Dante. Justo lo que siempre quise ser.
-No hagas eso, Ari. No te burles. Casi te matas.
-No lo hice a propósito.

Comencé a llorar. Me seguía sintiendo pésimo.

-Me empujaste. Me empujaste y me salvaste la vida.
-Parece que te empujé y le di una paliza a tu cara.
-Me da más carácter –dije.
-Fue ese maldito pájaro –dijo-. Le podemos echar la culpa al pájaro. De todo.
-No más pájaros para mí.
-Claro que no.

Comencé a llorar de nuevo. Era tan malditamente estúpido. Un pájaro casi me quita al chico que a... quiero.

-Ya párele –dijo-. Mi mamá ha estado llorando, y ahora tú estás llorando; y hasta parece que papá quiere llorar. Reglas. Tengo reglas. Nada de lágrimas.
-Está bien –dije-. Nada de lágrimas. Los niños no lloran.
-Los niños no lloran –dijo-. Las lágrimas me cansan muchísimo.

Me reí brevemente. El mismo Ari de siempre. El que no tolera el exceso de amor. De tristeza. El mismo de siempre.

-Te echaste un clavado como si estuvieras en la alberca.
-No tenemos que hablar de eso.
-Te echaste un clavado como, no sé, como algún tipo de jugador de futbol que se lanza contra el tipo con la pelota, y me empujaste del camino, Todo pasó tan rápido y aún así, tú sólo, no sé, tú sólo supiste qué hacer. Sólo que te podrías haber matado. Y todo porque soy un idiota, parado en medio de la calle tratando de salvar un pájaro estúpido.
-Estás rompiendo la regla de cero llanto otra vez. –Dijo- Los pájaros no son estúpidos.
-Casi hice que te mataras.
-Tú no hiciste nada, sólo estabas siendo tú.
-No más pájaros para mí.
-Me gustan los pájaros –dijo.
-Ya los dejé. Me salvaste la vida.
-Te dije. No lo hice a propósito.

Ari se quedaba dormido a ratos. No podía mantenerse despierto.

Lo tomaba a ratos de la mano.

<<Lo siento, lo siento, Ari, Ari, Ari, perdóname, perdóname.>>

Perdóname.

Por favor.

Ǫws

Aristoteles Y Dante Descubren Los Secretos Del Universo (Versión Dante)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora