- Mi hermano siempre me decía que parara, pero tan cabezota que era, bueno que soy- rió suavemente-, y creyéndome el super hermano mayor, seguí empujándole, hasta que en una de estas, se cayó del columpio y se rompió el brazo.
Reed y yo nos encontrábamos sentados en un tronco a modo de banco conversando. Nos habíamos contado tantas cosas aquella noche. Reed me estaba explicando una anécdota que le había sucedido con tan solo 10 años. Había algo en cómo contaba todas estas historietas como si nos conociéramos de toda la vida y simplemente fuéramos dos viejos amigos poniéndonos al día.
Era divertido escuchar a Reed y a la vez relajante. Tenía esta sonrisa colgando sincera de sus labios y sus ojos perdidos en el horizonte devolvían el brillo de la hoguera que ardía en frente de nosotros.
-Pero bueno, dejemos de hablar de mí- giró su cabeza -. Cuéntame ¿Qué le trae a una chica de York a una academia pija donde las haya como esta?- una mirada curiosa en su rostro.
Desviando la mirada, intenté tragar el creciente nudo que amenazaba con ahogar mis palabras en el fondo de mi garganta. Escondí el rostro en mi pelo y murmuré una pobre excusa:
- Simplemente obtuve una beca gracias a mis buenas calificaciones y después de mucho reflexionar, supuse que sería lo mejor.
Si Reed notó mi repentino cambió de humor ante la pregunta, no mencionó nada. Hundiéndonos en un cómodo silencio, cerré los ojos y escuché el "crack" de la madera al partirse entre las llamas.
Algún día podría hablar abiertamente sobre la muerte de mis padres, pero hasta que ese día llegara y esa persona con él, no iba a esperar sentada para que el arrepentimiento y el dolor llegaran.
- Reed, creo que será mejor que busqué a Julie o a Lily, hace mucho que no las veo por aquí...
- Por supuesto, pero antes... ¿te apetecería quedar este sábado en un café muy bueno que conozco? Y prometo que no es un Starbucks- añadió sonriendo.
Lo pensé un momento y la verdad es que no encontré ningún inconveniente en aceptar. Sería una gran oportunidad de llegar a conocerle mejor.
- Claro, ya nos veremos - me despedí agitando la mano mientras me perdía entre grupos de personas que tras horas parecían seguir bailando incansablemente.
Sonará cruel, pero a veces pensaba que estos individuos zarandeando los brazos y moviendo las caderas no eran más que relleno, ¿sabéis? Como si el mero hecho de hacer bulto fuera directamente proporcional al nivel de la fiesta celebrada en cuestión.
Vale, eso sonó muy borde.
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Dando vueltas por la casa, llevaba horas buscando los familiares rostros de mis amigos, pero entre la multitud no veía más que caras desconocidas y nombres borrosos. Y por más que la música derrochara buen rollo a más no poder, en mi mente esta melodía era transformada en un ensordecedor e irritante ruido que taladraba mis oídos.
Con mi corazón en un puño, decidí subir al piso de arriba con la esperanza de encontrarme a Alice y Xavier liándose en alguna habitación. Lo sé, estaba desesperada.
Con cada escalón, un escalofrío recorría mi ser. Mis ojos bien abiertos escaneaban todo cuanto alcanzaban, un constante peso en mi estómago me recordaba que estaba sola, perdida y completamente vulnerable.
Con la poca iluminación que ofrecían pequeñas lamparitas aquí y allá, caminé a través del oscuro pasillo, donde estudiantes borrachos, puede que drogados o las dos cosas, tirados en el suelo y exhalando pesadamente, murmuraban entre gruñidos palabras que dudaba siquiera que existieran.
Por esto no solía ir a grandes fiestas. En primer lugar, porque el anfitrión de esta, el tal Adam ese, ni lo conocía, ni lo había visto, y empezaba a dudar que existiera. En segundo lugar, porque a medida que las horas pasaban parecía que el volumen de personas en la pista de baile/toda la casa, disminuía para dejar a personas bien en sofás, en habitaciones o incluso en el suelo sin consciencia o estado semejante al de un comatoso. Véase, este pasillo.
Y por último, pero no menos importante, porque vagando por una casa tan grande, era inevitable que una persona como yo se perdiera.
De repente, unos brazos me agarraron por la cintura y me estamparon contra la pared. Un cuerpo me inmovilizó y me encontré a mí misma luchando por respirar. Una mano tomó mis dos muñecas en la suya y fueron colocadas por encima de mi cabeza. Levantando la vista, me encontré con unos ojos oscuros desconocidos.
- Pero mira qué tenemos aquí- dijo el extraño en un susurro. Podía percibir el intenso olor del alcohol en su aliento.
Lentamente llevó su cabeza a mi cuello y sus labios se deslizaron por mi piel, bruscos y desordenados a lo largo de mi cuello. Un nudo se formó en mi garganta y quería con todo mi ser empujarle y huir. Mi cuerpo se encontraba completamente aprisionado e impotente ante la fuerza de este individuo.
Escalofríos recorrieron mi espina cuando su lengua hizo contacto con mi piel. Su mano restante tomó una de mis piernas y fue ascendiendo, levantando la tela de mi vestido y acariciando el interior de mi muslo. Me sentí asqueada y expuesta, y lágrimas empezaron a caer por mi rostro empapando mis mejillas.
-¿Por qué lloras pequeña?- preguntó frunciendo el ceño.
- Suéltame- conseguí decir con voz ahogada.
-En el fondo sabes que te gusta- sonrío inclinándose. Dando pequeños besitos, limpió mis lágrimas y finalmente posó su labios en mis ojos intentando relajarme, pero la realidad era que todas mis células estaban gritándome que corriera.
Bajando su mirada a mis labios, acortó la poca distancia que quedaba entre nosotros y posó sus labios en los míos. Presionándose contra mí, su lengua se abrió paso en mi boca. Sus dedos masajeaban tranquilos mi muslo, describiendo círculos con el pulgar. Agobiada, intenté echarme hacia atrás, pero el duro muro detrás de mí era un constante recordatorio mis bajas, inexistentes probabilidades de escapatoria.
No esperaba que nadie me rescatara. Ya sabéis, ese héroe que alzando la voz quitaría a este chico de encima mío e inmovilizándole contra el suelo, le daría una buena paliza. No esperaba tampoco ningún milagro, yo sola tendría que salir de esta situación.
Intentando liberarme, mordí fuertemente su labio inferior hasta que probé el salado sabor de su sangre. Apartándose todavía en shock, le di un rodillazo en su entrepierna que deseé verdaderamente que le dejara sin descendencia y, bueno, para asegurarme de que no me siguiera.
Y sin siquiera mirar atrás, corrí perdiéndome en los pasillos.
Cuando llegué a un callejón sin salida, abrí una puerta aleatoriamente; cerrándola firmemente a mis espaldas. La habitación se encontraba vacía. Era una especie de estudio, aunque sin luces que alumbraran la sala solo pude distinguir una serie de sofás colocados alrededor de una gran chimenea que se encontraba apagada.
En una esquina descansaba solitaria una silla de madera y sin pensarlo dos veces, arrastrándola hasta la puerta, la encajé con el pomo de la puerta, bloqueando la entrada a la habitación en caso de que aquel pervertido me estuviera buscando.Tendiéndome en uno de los sofás, me tapé con una manta de lana que descansaba a mi lado. Escondí mi rostro en mi pelo y cerré los ojos, deseando fervientemente que mis padres estuvieran aquí para abrazarme.
Todo está bien. Respiro. Todo está bien. Respiro.
Y tras minutos de silencio absoluto, interrumpido por mis respiraciones irregulares y entrecortadas; mis párpados se volvieron pesados, mi cuerpo se adormeció y quedé profundamente dormida en aquel sofá.
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Give me love.
RomanceEscapar. Eso es lo único que Skyler ha deseado este último año. Todavía podía ver a su madre trasteando en la cocina como una loca mientras que su padre leería tranquilo en el sofá. Un cúmulo de sentimientos se asentaría en su estómago ante el recu...