12. Si la vida te da naranjas, véndelas.

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Así que.... En este capítulo veremos una parte interior de Skyler. Es muy importante porque es lo que la define y os daréis cuenta que la chica aparentemente extrovertida que hace amigos con el chasquido de unos dedos, es más compleja en su mente y esta será su peor enemiga.

Solo leerla ¿okay?

También se ahondará un poco más en personajes que seguro muchos no esperabais y es que de la manera en la que están delineados es más complicada de lo que he querido dejar ver. Como dicen algunos tontos:

Tiempo al tiempo ;)

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Skyler POV.

¿Conocéis esa sensación de malestar que en ocasiones nos acompaña de la mano? Esa amiga persistente y pegajosa que parece no abandonar tu lado a pesar de esmerarte en quitártela de encima.

Lo más frustrante era el hecho de tener que lidiar con emociones intensas cuando tu vida avanzaba llana y monocorde, en su línea. Enfrentarme a ellas, que aparecen ante mí como un gran interrogante. No sabía por qué me sentía mal, por qué en mi estómago parecía haber un continuo vacío que se rellenaba con cada respiración.

Cualquier conocido o incluso familiar que dejé atrás en Yorkshire habría argumentado que la "oh" tan repentina muerte de mis padres, el tema tabú en las comidas de los domingos ante sus dos sitios sin cubiertos, ni platos, ni comida, ni presencia; habría provocado en mí esta reacción, este estado de odio hacia mí misma por la impotencia de no ser capaz de comprenderme, de descifrar estos sentimientos que me atacaban durante cada día de los que siguieron a aquella noche en la que Dante abandonó mi habitación.

Mi versión más llana y superficial culparía a Dante y a todo este recurrente cúmulo de pensamientos codificados que vagaban alrededor de él. Los cosquilleos, el calor de su tacto, las genuinas caricias que gritaban que dejara en sus manos mi confianza, que por solo un instante me apoyara en él para tomar un respiro.

Nada más lejos de la realidad. Lo cierto era que la muerte de mis padres, la aparente innombrable, no era ni de lejos la causante de mi alteración. Había aprendido a convivir en buenos términos con esta verdad y aunque en momentos tomaba varias respiraciones, unas lágrimas y un buen libro, se iría con el paso de las horas.

En cuanto a Dante. No había pensado en él. Estos últimos días que siguieron me concentré en comenzar bien el curso, situar y analizar a cada uno de mis profesores y sus límites de paciencia y tratar de sentarme alejada de las miradas despectivas y reticentes a aceptar a la chica nueva.

Sinceramente, no me había importado a dónde o con quién hubiera partido Dante tras el incidente. Por egoísta que pareciera, durante la semana me dediqué a evadir a mi reciente grupo de amigos. Nunca dejaría de descolocarme la manera en la que mi comportamiento se torcía y desviaba de como solía ser en momentos en los que un desconocido malestar general, tanto físico como psíquico, me atormentaba.

Un problema que solía tener era que me cansaba fácilmente de estar alrededor de multitudes. Y no. No era antisocial, ni tenía una filosofía de vida emo (no como look) en el sentido de odio mi vida, odio a las personas, lo que fuera. Simplemente a veces era demasiado, la ordinariez que se deformaba ante tus ojos, conversaciones triviales y cumplidos superfluos que se convertían en meros cotilleos e insultos hirientes.

Necesitaba un break del bullicio que me rodeaba, del bla bla bla de las persona. No necesariamente porque estuviera enfadada o triste. Era solo que a veces discernir entre lo interesante y lo nimio terminaría por ser una completa locura y tendía a volverme irritable e incluso borde mis elecciones de palabras, comprometiendo mis interacciones con el entorno.

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