11. Torqueri anima

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Dante POV

-¿Cómo te encuentras?- susurré mientras acariciaba su brazo, dibujando pequeños patrones en su brazo.

- Bien- sonrió casi imperceptiblemente. Su mano se posó sobre la mía y se relajó ante mi tacto-. No tienes que venir todos los días aquí, ¿lo sabes? Me entretengo bastante con las telenovelas y los cotilleos de las enfermeras-. su sonrisa se amplió.

Negué con la cabeza al tiempo que rodaba los ojos exasperado-. Sabes que no importa. Además quería verte despues de una mierda de día.

Me golpeó suavemente.

-¡Dante, sabes que no me gusta oírte maldecir, o al menos no enfrente de mí!- me regañó alterada. Su respiración se escapó bruscamente de su boca y en menos de dos segundos tosía pesadamente.

Apreté su mano reconfortándola, no poder hacer más por ella me mataba lentamente. Verla cada día alejarse un poco más de mí. Mi mano libre, la cerré en un puño, intentando dejar ir la creciente ira que me atrapaba ante la impotencia.

Odiaba sentirme así en estos momentos. Todas mis fuerzas deberían de estar concentradas en ella. Se merecía toda la atención, ella lo merecía.

Enfermeras corrieron a través de las puertas y la ayudaron, colocándole delicadamente una mascarilla para respirar. Ella cerró los ojos, inhalando profundamente de aquel aire como si su vida dependiera de ello. Lo cierto era, que sí lo hacía.

Cuando finalmente se estabilizó, la dejaron reposar y antes de marcharse, una enfermera se acercó con mirada cautelosa.

- Será mejor que la dejes descansar- me susurró al oído.

Y como todos los días, deposité suavemente un beso sobre su frente. La observé una ultima vez y salí apresuradamente del hospital con el corazón en un puño.

Mi mente me recordaba insistentemente que algún día ya no sería así, algún día simplemente no regresaría, porque no tendría a nadie por quién regresar.

Pensamientos como este corrían sueltos por mi cabeza. Me nublaban el juicio y me privaban de razón. Por ello, no volví a la academia esa noche. Esa noche, me perdí entre los callejones oscuros y bebí para olvidar y dejar de sentir.

- ¿Otra?- me preguntó el camarero enarcando una ceja. Con un cansado asentimiento apuré la cerveza en mi mano y la deje caer fuertemente sobre la barra.

-¡Eh tío! No la golpees tan fuerte o de lo contrario me tendrás que pagar por reparaciones- se quejó el camarero, retirando la bebida y poniendo otra enfrente de mí.

- El dinero no es problema- murmuré dando un largo sorbo a la jarra. Los efectos del alcohol habían comenzado a hacer estragos en mi organismo, mis dedos temblaban insistentemente, mi cabeza daba vueltas y el camarero había pasado a ser una gran silueta que de vez en cuando se dejaba ver.

- Estúpido niño rico- siseó el camarero creyendo que no había escuchado su pequeño desliz.

Levanté la mirada, y sonreí engreído a la mancha borrosa- Sí y he de decir que es muy cómodo. No sé cómo vosotros, los mundanos, sobrevivís sin unos cuantos buenos billetes en la cartera.

-No todos nacemos con todo ya dado- chasqueó la lengua.

- ¿Envidia es lo que oigo?- pregunté metiendo el dedo en la herida y retorciendo.

No contestó, simplemente se alejó resignado. Muy poca gente me aguantaba y como siempre se cansaban de mí. Bien por ellos.

Seguí bebiendo pues parecía ser lo único que me calmara en cierto modo en ese momento.

Give me love.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora