32. Psicología

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Febrero 24, 2009

Tenía todo solucionado con una amiga y un amigo, no necesitaba ser popular mientras los tuviera. Nos gustaba comer en las gradillas del campo de fútbol americano, nos hacía sentir libres de hacer lo que fuera. No había mucha gente allí. Recuerdo mi emparedado de jalea de cereza de los martes. Helena nos contaba cómo la profesora de inglés abandonó la clase luego de ver que nadie en el salón sabía la respuesta.

—Simplemente nos gritó —se aclaró la voz— "¿Tengo que hacer todo yo? ¡Su generación está más que arruinada!". Tuvimos hora libre. Los rumores dicen que renunciará.

—Los esposos de las maestras deben esforzarse más en casa —me reí de mi propio chiste, Helena y Zac no entendieron (por eso valoro a Matt, él es de raro en el sentido en el que entendemos nuestras propias señales...oh, lo siento, volvamos a la historia. Wow, es la nota más larga).

—Los amigos de tu hermano a las doce —Zac asintió en mi dirección.

—¿Viene un chico alto, castaño, de ojos azules? —siempre fui de esas chicas que no pueden ocultar el nerviosismo. Zac entrecerró los ojos.

—Quizá sea el de la camisa azul. ¿Por qué pregun...? —Helena y Zac me vieron correr a toda velocidad en la dirección contraria. Le hacía drama a todo: "Ese chico me miró, soy sexy. Frunció el ceño, ¿quiere guerra?. Esa chica me golpeo el brazo, señal clara de que hoy van a pasar "Chicas pesadas" en la televisión".

En algún lugar de la escuela, seguí comiendo mi emparedado. Me puse mis audífonos, para que la música me relajara los nervios...golpeaba la mesa al ritmo de "Pretty Vacant - Sex Pistols". Pensé en la probabilidad de un mundo donde sólo hubieran mujeres, pero sentí que sin los chicos había un espacio vacío. La lección de filosofía fue acerca de ello: Hombre y Mujer, blanco y negro, bien y mal; la naturaleza era equilibrada por sí misma. Mi miedo, mejor dicho, pánico hacia cualquiera que dijera amarme, admirarme, quererme conocer, era inexplicable.

—¿Esta silla está ocupada?

Lo escuché débilmente a través de la música. Ahí estaba, el chico que era tres años mayor y aún así le interesaba.

—Me estás asustando, Matt —me quité mis auriculares— ¿Qué quieres? No, mejor...¿Por qué esa obsesión de verme?

—Tienes una mente seductora —reí.

—A nadie le interesa eso, a menos que sea un zombie en secreto —me encogí de hombros— .Además, tengo doce, acosador.

—Lo sé. Eres demasiado inteligente para esa edad —bufé desplomando sus pequeñas expectativas.

—Si fuera inteligente no tendría que toparme con la escuela —chasquee los dedos— .Sólo sé cosas y hablo bonito.

—De eso estoy hablando, eres diferente...

—Sí, soy Alexandria Jean Hewitt, 26 de junio del 97, signo cáncer, Rh y tipo de sangre A positivo, hija de Lilian Swank y Mason Hewitt, hermana de...

—Bien, entendí tu punto.

—Genial. Siguiente paso, olvida siquiera que me viste —guiñé un ojo mientras me iba hacia la puerta, necesitaba ir al baño.

—Alex, no te asustes. Actúas como una cobarde —Matt me estaba siguiendo.

—Tengo que ir al baño, ¿puedes dejar de seguirme? —se interpuso entre la entrada al baño de mujeres y yo— ¿Vas a dejarme entrar?

—¿A cambio de qué?

—Un beso —apreté la mandíbula cuando algunos comenzaron a animar la situación— ,aquí y ahora.

Single as a Pringle: Tierna pero pesadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora