Capítulo 7: Silencio.
15 DE FEBRERO DEL 2014.
Hacía el inventario de la florería cuando Azael entró. Traía puesto un ridículo overol y una gorra puesta de reversa, me reí fuerte al notar sus calcetas amarillas que llegaban hasta sus pantorrillas.
-¿Ahora serás el bufón de la tienda? –dije riendo.
-Si te burlas de mi atuendo, renuncio –contestó divertido.
-No me haces tanta falta como crees –volví a reír al notar sus sandalias color purpura. Carcajadas inmensas salían de mí como hace mucho tiempo no lo hacían–. Me vas a espantar a los clientes o matar de la risa.
-Mi plan siniestro era matarte a ti de la risa –dijo mientras contenía una carcajada.
-Casi lo logras, a trabajar, Azael.
-¿Así? –Preguntó mirándose a sí mismo–. Mejor me voy a cambiar y ya vuelvo...
-No –interrumpí– así.
En dos horas, un montón de gente salía riendo de aquí gracias a Azael y su ridículo atuendo. Cerramos la tienda y mi rostro se sentía entumido de tanto reír, seguía sonriendo, igual que Azael.
-¿Lo ves? No fue tan malo estar ahí durante un rato siendo el bufón –comenté divertida.
-Te acompañaré a casa –se limitó a decir sonriendo.
Caminamos en silencio con la simple compañía del sol apunto de ocultarse. Llegamos a la entrada de mi casa e invité pasar a Azael, solo asintió y una vez dentro se sentó como si fuera su propio hogar en el sofá más grande.
-Claro, siéntate, estás en tu casa –dije cerrando la puerta.
-Me gusta lo que traes puesto. Es algo diferente a lo usual.
-Ah, ¿gracias? Voy a hacer café, ¿quieres?
-Sí, por favor.
Caminé a la cocina con Azael detrás de mí. Se sentó un banco que daba a la barra mientras yo preparaba mi café favorito.
-¿Cómo te ha ido, Camelia?
-Bien, supongo.
-Me refiero a la parte donde te mandan regalos extraños, con mensajes amenazantes y collares de plata pertenecientes a tu familia muerta.
-Oh, esa parte, nada nuevo y ya que sacaste el tema, gracias por las flores de ese día, Azael. Fue un detalle verdaderamente lindo.
-¿Flores?
-Sí, me dejaste flores el día que descubriste el collar de mi hermana.
Me miró extrañado y con el ceño extra fruncido, comenzaba a preocuparme. Le miré a los ojos y terminé de decirle:
-Ya sabes, los tulipanes anaranjados y la nota que decía "Te veías preciosa el día hoy, me alegró verte".
-Camelia. No le he mandado flores a nadie en toda mi vida. Ese día me fui directo a casa y no salí por nada del mundo hasta el día siguiente que fui a trabajar a la florería. Muéstrame la nota y el ramo de flores.
-Ya está marchito pero guardé el empaque –Me dirigí a la cajonera del comedor donde guardaba manteles y demás, abrí el tercer cajón donde guardé lo que envolvía a los tulipanes y al sacarlo una pequeña caja que obviamente había sido puesta después de que yo dejase la envoltura ahí, cayó al suelo.
Aterrada recogí la pequeña caja y junto con la envoltura lo lleve a la barra, donde Azael me veía confundido.
-¿Camelia?
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Rompe Flores. (EN EDICIÓN) -Zaira Nápoles Díaz.
Mystery / Thriller«Yo era alguien, una flor ahora destrozada. Él. Él era un rompe flores.»