Capítulo 9: DEJA VU.

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Capítulo 9: DEJA VU.

19 DE FEBRERO DEL 2014.

Cerré temprano la florería, había logrado mantener la clientela normal desde que murió la dueña, sin embargo, mi estrés y mi muy extraña relación con Azael hacía que el ambiente fuese menos alegre.

Azael se había ido antes que yo, pues pasaría a su casa por unas cosas para luego irse a la mía. Decidí ir por él y de ahí irnos juntos. Toqué su puerta y tardó alrededor de dos minutos en salir.

– ¿Qué haces aquí? –dijo al verme.

–Decidí pasar por ti. No quiero llegar sola a casa y encontrar una sorpresa. Si te sientes más cómodo puedo esperar afuera.

Me senté en la acera frente a su casa y el entró dejándome ahí sin decir ni una palabra, y debo decir, mirándome enojado.

Sintiéndome incómoda ante la situación, decidí irme. Me puse de pie y caminé rumbo a casa dándome cuenta de que nuestros pocos días de paz se habían esfumado.

Llegué a casa un poco nerviosa, no sabía si algo nuevo pasaría, si encontraría otra cosa o si por fin irían por mí. Afuera de esta, todo parecía normal, incluso el gato estaba dormido en el jardín. Abrí la pequeña rendija de la cerca, y caminé hacia mi gato, solo que este no era mi gato y estaba muerto.

Mi corazón comenzó a latir muy rápido y sin saber qué hacer corrí hacia la puerta de mi casa. Saqué las llaves de mi bolso un poco desesperada y sin resultados, pues el nerviosismo no me ayudaba a abrir esta. Por fin, después de varios intentos logré entrar, cerré la puerta de golpe y fui directo al baño de mi habitación donde vomité agua.

Luego de quince minutos, enjugué mi boca y cambié la ropa por algo más cómodo, en una maleta que parecía bolsa y en la que usualmente metía plantas o ropa para la florería, metí mudas de ropa, vestidos y ropa interior, dos pares de zapatos, sandalias y cremas corporales.

En una mochila que solía ocupar mucho, metí mi laptop y documentos importantes, al igual que otros cosméticos y cosas de baño.

Quien me viese no pensaría que llevo cosas de casa para estar fuera al menos unos cuatro días, y precisamente por eso lo hacía. Quien sea que me haga esto, sabe de mis movimientos y las horas en las que salgo. Si me ha estado vigilando debe saber que con esta bolsa y mochila solo voy nuevamente a la florería o algún lugar cercano. Y si ha estado aquí ahora debe estar lejos de mí, asumiendo que me volví completamente loca por el gato muerto y desconocido en mi jardín delantero; así que salí sabiendo que por un momento era completamente libre y sin "moros en la costa". Tomé un taxi que me llevó a una estación de tren y de ahí fui directo a una casa de campo a la que hace muchos años mi familia no iba.

El viaje en tren tardó alrededor de cinco horas y media. Bajando, el olor tan familiar del lugar llenaba mis pulmones. En la estación decidí tomar té y comer algo muy ligero, de ahí rentaría un auto para comprar víveres en el pueblo y otras cosas de hogar. Mis padres, cada mes o dos meses le daban mantenimiento al lugar, sin embargo nunca se quedaban debido a que le recordaba mucho a mi hermana. Fui a la pequeña cafetería de la estación y una mujer de mediana edad, rubia y con labios muy rojos atendió en la barra.

– ¿Mal de amores, ah? –dijo mientras se recargaba en la barra.

– ¿Qué? No, no. Es solo, problemas.

Después de hacer mi pedido de té verde y una rosquilla, la camarera regresó, además, con un batido pequeño de chocolate.

–Para cualquier mal, el chocolate es mejor que cualquier té verde.

Rompe Flores. (EN EDICIÓN) -Zaira Nápoles Díaz.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora