Capítulo 11: ÉL –segunda aparición-
5 DE AGOSTO DEL 2015.
Corría. Estaba con un vestido de seda color violeta, descubierto en la espalda y pecho, sus tirantes tan finos, se pegaba a mi cuerpo como si hubiese sido diseñado solo para mí. La noche era lluviosa, y estaba en calles que en mi vida había visto, no llevaba zapatos y aun así corría tan rápido que apenas me sentía humana.
Tropecé y caí, histérica di un pequeño grito audible solo para mí, intenté ponerme de pie pero era como si me succionaran, como si el suelo fuese un imán y yo algún metal pesado, me di cuenta de que, en realidad, yo ya no tenía fuerzas para pararme y seguir, así que dejé de luchar, me quedé en el suelo.
Él llegó, me tomó de la cintura elevándome un poco, mis pies tocaron el suelo, me hizo verle, apretó mi mandíbula encajando sus asquerosas uñas. Sonrío como si fuese el gran héroe, depositó un beso con sabor a mierda en mis labios y luego me volvió a tirar para comenzar a patearme.
Cuando desperté, él estaba a mí lado, llorando en algún hospital, le decía a la enfermera que me encontró así en la calle, que alguien me había hecho esto, que quería justicia. No pude decir nada, así que solo volví a dormir, posiblemente, en este hospital, por fin tendría una noche tranquila.
Al otro día volvimos a casa, cuando cruzamos la puerta comenzó a insultarme, me tiró al suelo y se fue por algo de beber y luego a dormir. Me quedé ahí, esperando, no sé, morir.
***
01 DE MARZO DEL 2014
No había visto a Azael desde aquel día donde confesé estar enamorada de alguien, en realidad todo esto del acoso terminó desde que él se fue prácticamente de mi vida, haciéndome creer que en realidad si era él quien estaba detrás de todo esta treta.
Estaba en la florería, me encontraba en el mostrador. No había contratado a nadie pensando en que, tal vez, Azael volvería; así que me encargaba totalmente del negocio.
Una señora de mediana edad hizo una compra grande de margaritas, le empaqué sus flores en una caja, luego la llevé al mostrador donde cobré su pedido, cuando abrí la caja registradora, donde conservaba el dinero de las ventas, una nota salió de ahí.
"Lamento haberme retirado tanto tiempo, necesitaba despejar mi mente y ordenar mis pensamientos y sentimientos; sí, Camelia, tengo sentimientos. Volveré pronto al trabajo, si es que aún tengo uno. Tal vez, hasta dentro de poco. –Azael"
Mi corazón golpeaba fuerte contra mi pecho, me puse nerviosa de la nada. Cobré rápido y no despedí con ninguna sonrisa a la señora por la impotencia que sentía en el momento, cuando salió, cerré la tienda encerrándome en ella. Tomé nuevamente la nota en mis manos y por alguna razón comencé a extrañar.
No me había dado cuenta de lo mucho que le extrañaba y ciertamente quería, no sé cuánto tiempo estuve así, tal vez solo un par de horas, tal vez más de cinco, la verdad es que en ese momento perdí completamente la noción de cualquier cosa a mi alrededor, solo éramos Azael y yo, bueno, la nota de Azael y yo.
Cuando creí tener suficiente, me fui de la tienda. Caminé prácticamente por inercia porque realmente no tenía ganas ni de respirar. Llegué a mi hogar, pero algo era diferente, un hombre estaba en la entrada, sentado con la cabeza gacha.
-¿Se le ofrece algo? –pregunté fuerte para que se enderezara, y así lo hizo.
-No puede ser –dije en un sollozo cuando noté quien era esa persona.
Abrí la pequeña cerca y corrí para abrazar a esa persona que tanto he querido.
-Camelia –dijo a mi oído y en un abrazo caluroso –preciosa Camelia, te he extrañado tanto.
-Yo te he extraño también, ¿dónde habías estado? ¿Te diste cuenta de lo mucho que me ha afectado no tenerte cerca? ¿Lo insegura que estuve desde tu partida? ¿Por qué lo hiciste? Te he necesitado cada noche, cada día, cada hora. Por favor, no vuelva a irte de esa manera pues todo este tiempo no supe si ibas a regresar.
-Por ti, Camelia, siempre regresaría por ti.
-En realidad yo creía todo lo contrario, pensé que jamás volverías.
-Tuve que despejar mi mente un tiempo, tuve que desaparecer de aquellos que me conocían y encontrarme. Camelia, mucho tiempo estuve en una farsa, estando con alguien mientras solo te veía a ti y cuando sucedió aquello –carraspeó un poco– tuve que alejarme por completo, en especial de ti, saber si era esto correcto, y ahora lo sé. Sé que está bien.
Cerré los ojos un momento, me dejé llevar por el sentimentalismo del momento; se sentía tan bien estar ahí, con él, juntos los dos.
Ambos nos quedamos sentados en la entrada, admirando la solitaria calle, nos pusimos al día, reímos, recordamos y vivimos mucho en ese pequeño momento. No puedo explicar qué es vivir, ni siquiera sé si hay una definición exacta para esa palabra, pero juro que vivimos mucho en ese par de horas mientras oscurecía. Lo único que sé de "vivir" es que lo haces cuando te sientes pleno, o pruebas cosas nuevas; cuando sientes que tu corazón sale de tu pecho y el estómago se siente inseguro. Tal vez no vivamos cada minuto de cada día, tal vez solo vivamos de vez en cuanto y por porciones, como yo en este justo momento, que sentí vivir un porcentaje más alto de lo normal. Tal vez si vivimos cada minuto de cada día, quién sabe, solo hasta que vivimos en serio nos damos cuenta de si lo hemos estado haciendo y desde cuándo y hasta donde lo vamos a hacer.
Saqué vino y lo bebimos en vasos de plástico bastante aniñados, solo cuando estoy realmente feliz y segura hago ese tipo de cosas. Me olvidé completamente de los desastres, de la elegancia, de la prudencia. Solo éramos él y yo construyendo algo así como una historia trágica e indeseable para cualquier amante del amor. Estábamos creando vida sin hacer necesariamente el amor. Queríamos sonriendo sin que los labios se estrecharan a los labios, solo con el vaso de plástico en nuestras bocas y nuestros ojos danzando juntos, amo sonreír así.
Tomó mi mano tantas veces que sentía derretirme a su tacto, creía que para la decimosexta vez que la tomara, mi mano ya no existiría y tendría que hacer lo mismo con la otra.
El tiempo se rompía, por fin logré entender eso, no se paraba y no aceleraba, simplemente se rompía en el aire, de la misma forma en la que dos enamorados se rompen al verse en el altar, de la misma forma en la que los latidos se rompen cuando encuentran a alguien que lata por ellos, de la misma forma en la que uno se rompe día a día sin darle un verdadero sentido. No, romper no siempre significa horror, pesar, llanto, desgracia. Algunas veces romper significa felicidad, belleza y vida. También debemos saber rompernos, no solo colocarnos y encajar, pues si antes no estás roto de nada sirve querer colocarte.
No dijo tantas palabras al azar, ni contó experiencias extraordinarias, solo hizo poesía y canciones estúpidas, solo me abrazó con la mirada, solo fue Él.
-Gracias por venir –dije poniéndome de pie. Él imitaba el gesto.
-Siempre vendré. Mañana vuelvo con el desayuno, más te vale seguir en pijama.
Y así, se alejó dejándome de lo más contenta en la puerta de mi casa. No me metí hasta que le dejé de ver, cuando lo hice alguien más ya me estaba esperando.
-Azael...
-La sorpresa fue para mí, Camelia.
*******
Lamento tanta tardanza, mi vida ha sido algo... raro. En fin, he estado muy presionada y con muchas cosas pero aquí tienen. Espero que ahí sigan. Les quiero para siempre. Besos y abrazos, Zaira.
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Rompe Flores. (EN EDICIÓN) -Zaira Nápoles Díaz.
Mystery / Thriller«Yo era alguien, una flor ahora destrozada. Él. Él era un rompe flores.»