Capítulo 3: Hermosa y fría.
04 DE FEBRERO DEL 2014
La ventana de mi cocina daba mi pequeño jardín delantero. La calle se veía perfectamente, y como siempre, esta estaba pacíficamente sola. Me gustaba mirar hacia fuera e imaginar a niños jugando felices, como yo lo hacía con Lidia en la calle de mi casa.
Tomaba un té amargo que me sabía de lo más dulce. Mis rosas amarillas, tapaban un poco la vista a la calle.
Silenciosa seguí tomando mi té mientras mi gato bigotes entraba como un bandido en casa. Sorbo tras sorbo mi subconsciente viajaba a otro lugar, a otro día, a otra vida...
«18 DE DICIEMBRE DEL 2002
-¿Podríamos buscar un mejor lugar para acampar? Este sitio es horrendo, Lidia -me quejé con mi hermana de quince años.
-Tal vez no sea perfecto pero es útil. ¡Vamos, Cam! ¿Dónde ha quedado tu espíritu aventurero?
-Tal vez lo dejó en casa -contestó Theo, novio de mi hermana.
-Tal vez nunca lo he tenido -dije a la defensiva.
-¡Vamos, Cam! Toda chica de doce años tiene su espíritu aventurero. A ti te encanta estar fuera de casa. Siempre con tu montón de flores de todas las especies. Si no tienes tierra en las uñas para cuando termina el día tú no estás completa -mi hermana me daba ánimos. Inconsciente, miré mis uñas pensativa. Como si este fuese un acertijo que resolver -¿O acaso vas a decirme que odias estar afuera?
-No lo odio. Pero por si no te has dado cuenta, aquí no hay ninguna flor que observar o arrancar. Y mucho menos tierra fértil en donde plantar.
-Es porque aquí vamos a acampar, pero donde vamos a explorar es dónde más tiempo pasaremos -dijo Theo sonriendo- prometo que va a encantarte, Cam. -Guiñándome un ojo se dio la vuelta y comenzó a desempacar todo lo necesario para pasar la noche y parte de un día -Si gustan ayudarme, señoritas, sería todo un placer. No es que me queje ni nada, pero en serio, necesito ayuda.
Theo y Lidia llevaban un año de noviazgo, pero parecía que llevaban toda una vida como amantes.
Theo tenía diecisiete años y Lidia quince. Su relación era inocente, o al menos eso quiero creer.
Mi hermana era algo pequeña aun para meterse en algo más grande que un simple beso en la oscuridad de nuestro jardín. Algunas veces yo era su portera.
Theo era un chico espectacular. Divino en todos los aspectos. Las chicas babeaban por él, incluyendo a las pequeñas como yo.
Su único defecto: ser un humano bueno, pues, todos se aprovechaban de él.
Las personas solían utilizar de más su bondad y el parecía nunca entender la lección, o al menos eso creíamos todos. Muchas veces le vimos llorar por la maldad que lo rodeaba, y yo no podía dejar de preguntarme ¿por qué un chico bueno que hace cosas buenas para el bien del mundo sufre tanto a causa de esa bondad? La respuesta estaba ante mis ojos, pero prefiero seguir cegada.
Luego de ordenar las dos tiendas de campaña (Lidia dormiría conmigo) fuimos al "fabuloso" lugar del que Theo no se cansaba de hablar.
Él no se había equivocado en nada. Mis ojos trataron de no llorar pero fue en vano, el lugar era magnífico, irreal, un paraíso terrestre.
No me cabía en la cabeza como dos lugares tan distintos pueden estar en el mismo sitio.
Donde acampamos es totalmente seco. Sus árboles solo dan sombra; son horrendos y llenos de hongos que se comen poco a poco la corteza de estos. Sin embargo, este lugar está lleno de vida; árboles y pasto verde, tierras fértiles, flores de muchísimos colores brillantes. Incluso el sol sabía mejor en esta parte. Como dije, esto parecía un paraíso terrestre.
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Rompe Flores. (EN EDICIÓN) -Zaira Nápoles Díaz.
Mistero / Thriller«Yo era alguien, una flor ahora destrozada. Él. Él era un rompe flores.»