Agosto llegaba a su fin. Mi año en España iba de la mano de las aspiraciones otoñales que me iba a perder en mi país. Nunca pensé que dos meses podrían pasar tan rápido. En ellos había ganado bronceado, estilizado mi cuerpo y aprendido y desaprendido mil cosas nuevas. Mentiría si dijera que no estaba asustada por perder una parte de mi en este viaje, pero no podía dejar de imaginar en lo mucho que podría ganar por hacerlo.
—Señores pasajeros, vamos a realizar aterrizaje en tierra canadiense en 5 minutos, por favor abróchense los cinturones de seguridad y esperemos que hayan tenido un agradable vuelo junto a nuestra compañía —dijo la azafata con esa voz que parecía que tuviera un resfriado de tantos cambios de presión que habíamos sufrido a lo largo del viaje de diez horas.
El vuelo hubiera sido agradable si el hombre de mi izquierda no hubiera dejado mi hombro lleno de babas a causa de su profundo sueño y el niño de atrás no me hubiera taladrado la espalda por las constantes patadas que daba a mi asiento. «Deberías haber cogido el vuelo de Liz» me maldije interiormente. Poder compartir esta nueva etapa de mi vida con mi mejor amiga era el mayor privilegio que jamás me habían dado. Sin embargo, nuestros vuelos estaban programados para días distintos y, por lo tanto, me veía obligada a embarcarme en esta nueva aventura yo sola con una maleta de más de cincuenta quilos.
No debía haberme llevado tanta ropa. Me arrepentí de mi elección en el momento que tuve que coger la maleta del descargador y ver como una rueda ya empezaba a hacer mella cuando tiraba de ella. Sólo deseaba que aguantará lo suficiente hasta que encontrará a mi familia de acogida entre el centenar de personas que esperaban la llegada de sus seres queridos en la terminal. En el punto de reunión, familias enteras, parejas se reencontraban de nuevo y mostraban todo su efecto sin ningún tipo de pudor.
—Hola —me dijo con una voz muy dulce una pequeña niña de unos ocho años mientras tiraba la comisura de mi falda plisada bicolor de figuras geométricas—¿eres Aria?
—Sí —contesté dudosa. Unos incisivos centrales un tanto separados salieron a relucir cuando la niña abrió su boca para formar una gran sonrisa.
—Soy tu hermanita pequeña a partir de ahora —soltó de repente mientras me abrazaba fuertemente la pierna y yo me quedaba con la mejor cara de confusión que jamás se haya visto en la historia.
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Se que estos primeros capítulos son un poco cortos pero creía conveniente dividirlos de esta forma.
De aquí en adelante ya empezarán a ser más desarrollados.
Gracias por la comprensión, hasta el próximo cap! :)
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Luces en la oscuridad
Teen FictionAria Gleeson no estaba preparada para lo que le vendría en cara. Una beca le cambiaría el futuro. Un viaje le cambiaría la vida. Un chico le cambiaría el corazón. Miles de peligros invaden nuestro mundo pero para Aria solo habrá uno que ciegue su...