~Capítulo 35~

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Llevó más de quince minutos mirando el techo blanco de la habitación. Blanco, sin matices, sin color complementario, sin adornos... nada más simple que el blanco. Y sobre ello llevo reflexionando todo este tiempo. ¿Por que hay cosas tan simples en la vida y otras, en contra, tan complicadas? Tras un último intento por buscarle respuesta a la pregunta que ronda en mi mente, me rindo, aceptando a regañadientes que la filosofía no es lo mío. Y todo por el simple color blanco del techo de la habitación.

Tras un largo resoplo, decido sentarme otra vez para observar la hoja de papel de cuaderno que yace enfrente de mis pies. La cojo entre mis manos y sonrió para luego soltar una breve carcajada.  Seguro que esta es la primera vez que utiliza una libreta para escribir algo, pienso.Pero el dulce sonido de mi risa cesa cuando vuelvo a leer las letras que Kai ha escrito en el diminuto papel. Quizás no tiene soltura para escribir pero su letra es bonita y clara, o quizás lo ha hecho meticulosamente para evitar que yo malinterpretará cualquiera de las dos cientas palabras que yacían cuidadosamente pintadas con bolígrafo azul sobre las líneas marcadas en el papel, como si escribir fuera de éstas implicará haber cometido el error más grande del mundo. 

"Te pido disculpas. Te pido disculpas por todo lo que has sufrido estando a mi lado, por todo el daño que has padecido por mi culpa. Eres una buena chica y, al fin y al cabo, no mereces haber metido involuntariamente el pie en un charco de lodo. Pero también te pido gracias. Gracias por haber escogido darme el vídeo y dejar que lo viera. Se que lo que te hizo Jason fue cruel, inhumano e indecente pero más despreciable ha debido ser para ti dejarlo en mis manos. Tranquila, el vídeo sólo lo he visto yo y ya no existe. Digamos que va a ser nuestro amargo secreto, uno de entre muchos otros.  

Y no quiero alargarme mucho más chica.... Solo eso, gracias por darme el contacto, gracias por permitirme poder encontrar a mi madre. Disfruta ahora todo aquello que no has podido estos primeros meses por mi culpa y tranquila, ya estas a salvo, yo mismo voy a encargarme de hacer pagar a aquellos que te han dañado. Ahora descansa Aria y, si por algún día quieres seguir alguno de mis consejos, ¡vive la vida! Total, sólo son dos días".

Finalizó la carta con un intento de dibujo simulando un emoticono sonriente para endulzar la historia amarga que él mismo había admitido en la carta. Releí una y otra vez cada una de las frases que conformaban el escrito que me había encontrado apenas hacía poco más de una hora en el suelo frente la puerta.  Más de una hora releyendo un trozo de papel que albergaba tantas emociones juntas...

Rabia; la rabia que sentía  hacía Kai por recordarme todos esos malos momentos que me ha hecho pasar desde que llegue a esta casa. Verguenza; vergüenza por haber recordado lo que me hizo Jason pero también por haber dejado que Kai viera la cinta que mostraba el numero del contacto que, según él necesitaba, pintado en mi cuerpo desnudo tras haber sido quebrantado de cualquier forma posible. Pero tras todos estos sentimientos negativos hacia el chico de ojos azules que tanto daño me había hecho desde que había llegado, también se albergaban sentimientos de compasión, por haber demostrado su gratitud por mi valentía y, sobretodo, miedo por el futuro que iba a emprender a partir del descubrimiento de esta nueva pieza que yo le había facilitado.

Suspiré otra vez resignada y decidí, de una vez por todas levantarme de la cama. Volví a doblar la nota y la dejé dentro del primer cajón de la mesilla de noche, debajo de toda mi ropa interior. Me acerqué al espejo y miré mi silueta a través de él.  Los recuerdos de la noche anterior vinieron a mi mente. Recordé el collar, su estrella resplandeciente y a Kai detrás de mi con su boca pegada a mi cuello, susurrando lo bien que me quedaba. Por algún motivo, esos pensamientos me erizaron la piel y fijaron mi mirada hacía la pequeña cajita negra que continuaba en el escritorio, allí donde la dejé después de que Kai cerrará la puerta y yo suspirará antes de caer en un profundo y maravilloso sueño. Así, tras sonreírle a los recuerdos, decidí coger el collar y volver a atarmelo con cuidado en el cuello para recordar, por unos segundos, lo bien que me había sentido llevándolo puesto.

Luces en la oscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora