Capitulo #2
—Espera— dice una voz ronca detrás de mí.
Paro en seco y me vuelvo indignada a observar la voz de aquella persona que acaba de interrumpir mis pensamientos. Me topo con una silueta de un hombre de unos cuarenta y algo años de edad; los pequeños, pero grandes detalles en su figura, lo delatan. Su vestimenta es un poco formal, y noto como algo que trae en su mano brilla escandalosamente aun, con la oscuridad haciendo de las suyas.
—Has olvidado tu medalla— dice acercándose lo suficientemente a mí, como para entregarme aquel objeto brillante— Buen trabajo.
Dicho esto, observo como se dirige nuevamente dentro de aquel edificio donde he sido humillantemente derrotada. Frunzo el ceño observándolo hasta perderlo completamente de vista, luego procedo a mirar con curiosidad aquella placa fría en mi mano color plata. Paso la yema de mi dedo pulgar suavemente sobre esta y siento como se hunde delicadamente conforme avanzo inspeccionándola, dándome cuenta que en ella se haya incrustado un dos que ocupa el centro de la medalla.
''Segundo lugar. Que encantador detalle''
Por unos segundos sigo mirándola, tratando de visualizarla bien tras la oscuridad. La guardo en una de las bolsitas que trae consigo el maletín refunfuñando por lo bajo, para luego seguir caminando. Mis manos se encuentran sosteniendo las tiras que sostienen el maletín en mis hombros, de una manera cómoda en lugar de llevarlos a los lados de mi cuerpo moviéndose por doquier.
Es tarde. Muy tarde. Por lo que comienzo a mover mis piernas más rápido de lo que pretendía a un principio, alejando los asquerosos y agrios pensamientos que inundaban mi cabeza; sería capaz de tirar un bote de basura contra un árbol, o tirar el árbol contra el bote de basura, ¿Qué creen que sería mejor? Para mí, da lo mismo, solo quiero hacer daño a algo. Ahora.
Poco luego de unos minutos me encuentro en la calle donde se encuentra mi casa: parece un lujoso y envidiado barrio a primera vista; una casetilla con un guarda adentro cuidando la entrada protegida por una reja de metal que llega a mi cintura, casas increíblemente adornadas por fuera, y ya se han de imaginar por dentro, todas son de dos pisos, unas cuantas de tres, pero vaya que son inimaginables. Lo más insólito es que, todo es una maldita obra de teatro. Casi ninguna casa se encuentra habitada, o si, pero no lo parece ''cuestiones de trabajo'' y bueno, el dinero no compra la felicidad así que muchos de los que viven acá, no tienen otra cosa más que problemas.
Camino sin ganas hacia la casetilla para ver al hombre, el cual, en cuanto me ve allí se incorpora de su silla para saludarme moviendo su mano de un lado a otro.
—Hola señorita O'Neal, ¿Cómo le ha ido en tan maravillosa tarde?— pregunta con una gran sonrisa en su rostro.
—Como cualquier otra— fuerzo una sonrisa.
Él asiente levemente y abre un pequeño portón que se encuentra en la cera para dejarme seguir mi camino.
—Que tenga una linda noche de domingo— menciona una vez que ya he pasado por el portón.
Me limito a sonreírle de manera amigable y camino unas diez casas hasta encontrarme con una color blanco con pequeños rasgos de negro sirviendo de adorno, una escalera de unos siete escalones hasta la entrada y un verde pastizal rodeándola. Largos y brillantes cristales en las paredes de los dos pisos hacen que tome un poco de vida, (y cuando digo poco, es poco). Comienzo a subir por las escaleras hasta llegar a la puerta de madera color negro, con un lindo toque de cristales en forma de un diamante en el centro. Alejo de mi hombro derecho parte del maletín para poder buscar con mayor facilidad las llaves de la casa.
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War Beats
Teen FictionLas guerras van y vienen, pero no siempre de la manera que esperamos. *Puede contener vocabulario obsceno*