36

4.6K 236 49
                                    

Capitulo 36

— ¿Qué ha pasado allí afuera mi niña?— pregunta Marta mientras busca una taza para servirme un poco de té.

Suspiro mientras trazo con mi dedo pequeños garabatos en el vidrio de la mesa que ahora está en la cocina. Es de un color café oscuro, combinando con las sillas elegantes de madera; son cuatro, es literalmente igual a la anterior excepto por los detalles y el color. Mi mirada comienza a recorrer todo el lugar; como si nada hubiese sucedido.

—Fue su culpa— respondo devolviendo mi vista a la mesa.

—Fue su culpa...— repite conforme apaga la cocina donde hervía el té—. Te he preguntado qué ha sucedido, no que de quien o no es la culpa.

Alzo la vista, topándome con la suya inmediatamente. Pongo atención como sirve un poco de líquido en una taza color negro floreada de margaritas. Me pongo de pie y me acerco para tomarla entre mis manos, sintiendo como lo caliente del vidrio quema superficialmente mis palmas.

Recuesto mis codos en la isla de mármol negro, y seguidamente llevo la taza a mis labios, dejando que un poco de la caliente bebida queme mi lengua y garganta.

—Sabes más que nadie que él y yo no nos llevamos para nada bien. Y siempre he querido darle una paliza. Lo intento, ¿sabes?— chasqueo la lengua— bueno, lo intentaba; llevarme bien con ese niñato, pero es que— dejo la taza para llevarme las manos a la cara— es tan cabeza hueca, estúpido, malo, caprichoso y...

—No hace falta que me lo recuerdes, cariño, los conozco desde hace mucho, mucho tiempo— sonríe de lado dejando el pichel en el que estaba el té sobre el mármol, cerca de mi taza—, aunque no es tan malo después de todo, solo no se han dado el tiempo suficiente para conocerse mejor. Por otro lado, sé que lo intentas, aún— recalca—, pero no se trata de eso y lo sabes muy bien. No es fácil para un chico que vivió sus primeros siete años teniendo una gran atención por parte de sus padres y que de un momento a otro llegue una niña de cinco a su casa, que a su punto de vista, quiere tomar su lugar.

— ¡Oh, vamos!— ruedo los ojos y arqueo una ceja—. Eso estúpido, cabe resaltar que no llegue acá con intenciones de tenerlos como padres, ellos fueron los que insistieron en que los llamara así a pesar de todo. Además, el que siempre ha tenido la atención ha sido Adam, ¿de qué estaría celoso?

—Bueno, siempre hay una razón para todo— comenta tomando un poco de su té.

Mi ceño se frunce.

— ¿Qué quieres decir exactamente?

—Nada, nada...— sus ojos verde limón se fijan en ese momento en como las mangas de la sudadera que llevo conmigo son más grandes que mis brazos, lo cual agradezco ya que así no se ven las heridas—... ¿Lucy?

Me mira fijamente con una ceja alzada.

—Larga historia— respondo rápidamente.

Suspira mientras lleva su mano derecha al rostro, cerrando los ojos y apretando el puente de su nariz. Con la mano izquierda sigue sosteniendo la taza que es de un color carmesí oscuro.

—Bien, pero te advierto que esta conversación no se ha terminado, muchachita. Ve a darte un baño antes de que se te haga tarde para el colegio.

—Te quiero— le lanzo un beso.

—Yo más— sonríe de lado.

Tomo otro sorbo de té y me dirijo rápidamente a mi habitación, pero su voz me interrumpe.

—Espero que el condón en tu habitación solo se haya tratado de una broma, Lucy— comenta seria.

Siento mis mejillas arder recordando aquella noche.

War BeatsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora