Un invitado Inesperado

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Las voces sonaban en su cabeza, eran gritos desgarradores de muchas personas. En muchos casos no entendía lo que decían. Así se sentía conforme escuchaba los gritos y voces. Cuando pensaba que se volvería loco, escucho claramente la voz de Bradley en medio de todo ese bullicio.

-Michael, ayúdame hermano. Así grito su amigo mientras escuchaba el sonido de un liquido brotando y su amigo gritaba de un dolor indescriptible.

-Vamos, llámalo. Dile que venga, sea quien sea, quiero conocerlo. –Escuchó otra voz la cual interrumpió el gritó de su amigo. –Se que han conseguido entenderme y no es cualquiera quien pueda mirar a través de mis ojos y mi mente. Le dejare un mensaje en tu cuerpo como a todos los demás, sino lo entiende dejare algo más para que su mente pueda trabajar.

Tales eran las voces que escuchaba en su oscuridad y los gritos de Bradley se confundieron con la risa de Cuernitos, entonces la voz de la esposa de Bradley también pudo escucharla decir su nombre mientras se reía alegremente, ambas voces se juntaban en un coro que tronaba en su cabeza. Más y más los escuchaba y no pudo soportarlo. Se sentía impotente ante los hechos que escuchaba y como pudo lanzó un gritó.

Esto lo hizo despertar de una pesadilla que nunca pudo ver. Y abrió los ojos, observando que volvió a la realidad de su situación. En medio de un frio fango hediondo y sangrando por sus heridas. Miro hacia arriba del foso allí estaba el hombre gigantesco vestido de rojo. Lo miraba con placer, como esperando la orden para hacerlo trizas.

Quería moverse pero seguía entumecido en todo su cuerpo. Apenas podía hablar y eso fue lo que intento.

-¿Quién eres tú? ¿Qué clase de criatura eres?

El extraño ser solo sonrió y dijo algo en un idioma que tampoco entendió. Pero no era el idioma del asesino. Eso pudo percibirlo por el acento y las palabras. No eran iguales.

En ese momento apareció el pequeño hombre rubio. Apareciendo al borde del foso.

-Hola Agente Velásquez, espero que se sienta mejor. Mi compañero a mi lado, ha hecho que no sienta nada, así puede aguantar un poco en el lugar en donde lo envié.

-Gracias por la consideración, lo tomaré en cuenta. Cuando te envíen a la silla eléctrica les diré que bajen un poco los watts. -Le contestó con tono sarcástico al asesino en serie.

-Oh, ese sentido del humor suyo, tan neoyorquino. Lo había olvidado. Veo que ya tiene fuerzas para hablar, se ha recuperado bien para todas las heridas que tiene en su cuerpo.

-Así es amigo. Porque no vienes acá abajo y hablamos más de cerca. Te darás cuenta de cuánto me he recuperado. -Le contestó Michael.

-Como me divierte su sentido del humor, Agente Velásquez. Casi me pone triste tener que matarlo. -Y así empezó a reírse como un niño.

El otro ser empezó a hablarle en su idioma otra vez y el rubio le asintió con la cabeza.

-¿Qué sucede? ¿Tu amigo no sabe que está en Canadá? Aquí solo se habla francés e ingles.

El gigantesco hombre se volteo a mirarlo cuando dijo eso. Su comentario no pareció caerle en gracia. Su rostro se arrugó.

-No le hagas caso, es de Nueva York. Todos ellos son así. Nunca has hablado con tus amigos de allá. -Le contesto en idioma entendible.

-Claro que sí. Un maldito cocinero brillante me dijo lo mismo en esa ciudad. Cuando hablaba a mis camaradas. Lo hubiera hecho trizas si no fuera porque mi compañero me detuvo. Odio que se burlen de mí. -Le contesto el ser y el hombre en el foso lo entendió.

Al escuchar lo que dijo Michael Velásquez no pudo soportar reírse del hombre de cabellos rojos. A pesar de los dolores en su cuerpo, los cuales sentía al reírse.

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