La era de los payasos

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Físicamente no puedo responder y mentalmente... bueno, no me oriento, no soy capaz de encontrar a nadie y mi consciencia se altera con sueños irreales.

De vez en cuando recupero la consciencia, pero vuelvo a notar un fuerte golpe que me devuelve a este incómodo estado.

Cada vez soy menos consciente y tengo menos fuerza.

-- Bueno, bomboncito de papá... nos vas a hacer asquerosamente ricos --veo de maneras borrosa. En un principio tan solo son círculos de colores y después veo aquella nariz y esos ojos repletos de locura--. Si quieres colaborar nos divertiremos todos... y si no, ¡me reiré yo sólo! JA, JA, JA. --comienza a reír estrepitosamente mientras enseña un micrófono y me señala--. Quiero que saludes con el corazón a los medios, quiero que demuestres tu verdadera identidad, necesito que mandes instrucciones necesarias para poder hacer juguetitos.

Él está grabando con una cámara barata de vídeo sujeta en una mano, mientras que con la otra acaricia una mesita de metal con algunos utensilios que no logro identificar.

Lanzo una media sonrisa y una gélida mirada. Muestro una gran seguridad, aunque en realidad esté aterrada de miedo.

-- No pensarás que te lo voy a poner tan fácil, ¿verdad? --él pone una mueca de falsa tristeza--. Pero por lo que veo quieres muchas cosas, pero sólo soy una persona.

-- Siempre me he preguntado qué es mejor tortura para hacer que las personas hablen. En algunas ocasiones basta con enseñar la chuche que quiere... bueno... la niña --echa una carcajada mientras acaricia mi pelo--. Otras veces sirve una pequeña heridita y otras requiere medidas drásticas: unas medidas que terminan de enloquecer a las personas --una carcajada estruendosa termina de helarme la sangre.

-- Veo que es así como has terminado tú --recibo una torta en la cara. Vuelvo a mirarle a la cara y sonrío--. Creo que si quieres que mi padre pague, deberías de tener en cuenta de que debo estar intacta.

Comienza a reír a carcajadas.

-- Sí, chica lista. Pero puedo hacerte que confieses de otro modo --hace una seña y el traidor del policía trae a un niño pequeño, de unos siete años--. Si quieres que este regordete siga sonriendo como yo, ya puedes hacer todos los deseos que yo te pida.

Me siento bastante contrariada. Intento saber qué es lo que debo hacer y comienzo por observar (un consejo por parte de Oliver Queen).

La habitación en la que estamos es bastante grande. Tiene algunas que otras goteras por las que entra algún retazo de luz tenebroso.

No puedo, sin embargo, controlar mis dones. No puedo descubrir de quién son los pensamientos y comienzo a frustrarme de verdad.

No sé qué hacer. ¿Debería de mostrar mi identidad?

-- ¿Por qué no paramos de grabar ya? --se nota el nerviosismo en mi voz--. Ya tienes material suficiente para que sepan que soy una de las pocas personas que aguardan su rescate.

Sonríe mientras aparta la máquina.

-- Creo que en realidad no sabes quién es tu padre y es por eso por lo que te da miedo confesar ante los focos. -- Suelta una carcajada y apaga el botón después de captar mi mirada de preocupación.

Lanza la cámara al policía.

-- ¡Déjalo ya! Deja al niño ya... por favor.

-- ¿El niño? Ah... sí, es verdad. Sabía que no podrías dejarte impasible ante una pobre vida en peligro.

-- Entonces déjalo ir con su madre. Ya hemos terminado.

-- No, bomboncito de papá... ésta ha sido la primera parte de una gran película. Necesitaré a todos los extras necesarios para la segunda. Sin olvidarme del super protagonista --ríe mientras sale del recinto--. Ahora os dejaré un momentito solos. Él os cuidará, mientras tanto voy a buscar algo refrescante para beber.

Una esperanza fugaz (The Flash)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora