CAPÍTULO 5 ~ Guarda tu último baile para mí

614 43 2
                                    

– DongHae, amor mío... – susurró Hyuk y se acercó a él.
Hae tardó poco más de unos segundos en reaccionar, caminando unos pasos hacia atrás, muy asustado y creído de que lo que veía no era cierto.
– ¿Qué haces...? ¿Qué? No puede ser, no es cierto, no eres de verdad. ¡Tú no estás aquí, ya deja de perseguirme! – gritó, a todo pulmón, esquivando a HyukJae, quien intentaba aferrarse a él, sin éxito – ¡Vete! ¡Vete de mi vida! – exclamó una vez más, cubriendo sus oídos con sus manos y cerrando la puerta, trabándola desde adentro con el peso de su cuerpo y pateándola en un desesperado acto, en un intento de escapar de ese fantasma que no dejaba de perseguirlo a donde quiera que fuera.
Del otro lado de la puerta, un desesperado HyukJae intentaba abrirla usando toda su fuerza, no podía soportar que lo hubiera dejado allí, que no lo quisiera, como buen ser egoísta y orgulloso que era; pero, lo que más loco lo volvía de todo era la necesidad de estar con él, con su Hae, cuando una de sus tormentas se desataba en su interior, no podía dejarlo solo y a su merced, no quería que DongHae se lastimara, como lo había hecho la primera y única vez que le había dicho adiós, ese día tan terrible en el que lo había expulsado de su vida.
– Por favor, mi amor, abre la puerta – gritó, con su corazón abierto y totalmente desgarrado. No iba a soportar perderlo de nuevo, prefería morir a que DongHae lo dejara a la deriva, intentando sobrevivir sin su amor y sin sus caricias.
DongHae, quien se había quedado en un perturbador silencio, mirando a la nada, no dejaba de mecerse de adelante hacia atrás, recostado contra la puerta de la suite y con las lágrimas saliendo a mares de sus ojos, explotó una vez más al escucharlo pronunciar esas palabras tan dolorosas para él. En un mundo ideal, ese que habían creado juntos, en su departamento, su corazón saltaba feliz y queriendo salir de su pecho cada vez que oía a HyukJae decirlas, pero no era en ese mismo momento cuando más feliz estaba y menos que menos deseaba escucharlas salir de la boca de la persona que lo había roto por completo.
– ¡No me llames así! ¡De haber sido tu amor, no hubieras jugado así conmigo anoche! – ahora todo hacía 'click' en su mente: había sido HyukJae quien lo había engatusado, quien se había movido junto a él, quien lo había buscado para follárselo, satisfacer sus necesidades y jugar con él para luego arrojarlo a la basura, una vez más, como lo había hecho antes – ¡De ser tu amor no hubieras jugado conmigo, con nosotros, con lo que sentía hace cinco malditos años! – tras ese último grito, DongHae se quedó en silencio y HyukJae le pegó una patada bastante sonora a la puerta.
Un ruido sordo proveniente desde el interior se escuchó y Hyuk y Hee se miraron, aterrados. El botones apartó a su amigo, quien cayó sentado, contra la pared que enfrentaba a la entrada de la suite. HyukJae colocó su cabeza entre sus piernas y dejó salir todo el dolor que acumulaba desde hacía mucho tiempo, aullando como un poseso el nombre del amor de su vida.
– ¿DongHae? ¿Estás ahí pequeño? – llamó HeeChul, pero no recibió respuesta – Por favor, respóndeme Hae, abre la puerta, por favor, estoy solo, Hyuk se ha ido – el mencionado levantó la cabeza con los ojos enrojecidos y miró a su mejor amigo con recelo, pero este simplemente le hizo un gesto con la mano para que no dijera nada – Hae, quiero saber que estás bien, por favor, respóndeme.
– HeeChul – lo llamó Hyuk, poniéndose de pie.
– Silencio, idiota. ¿No ves que no nos abrirá si sabe que estás aquí?
– ¡HeeChul! ¡DongHae no está bien! – gritó un desesperado HyukJae y comenzó a darle patadas a la puerta, totalmente fuera de sí.
HeeChul logró atajar a su amigo antes de que se desvaneciera en sus brazos, mientras que del otro lado de la puerta, el cuerpo de DongHae yacía sumergido en un hermoso y placentero sueño, ese sueño en el que le hubiera gustado vivir para siempre.


~FLASHBACK~
Otro día en la universidad...
Amaba dormir y no le gustaba tanto levantarse temprano, pero no le molestaba en lo más mínimo si era para hacer lo que más le gustaba en la vida.
Aunque, ese día, las materias que le tocaba cursar al pobre Lee DongHae no eran sus preferidas. En sus primeros dos semestres como estudiante universitario, todo era risas y cursos llenos de arte y vida, durante ese semestre cursaría algunas materias duras, como álgebra, física (una muy especial, que se basaba en lo que a su especialidad se refería) y química (también puntualmente dedicada a su carrera, pero llena de fórmulas al fin); odiaba esas materias y, a pesar de resultarle demasiado simples, le aburrían.
Pasó por el gimnasio donde hasta hacía menos de dos meses cursaba danzas libres y miró la hora en el reloj de la pared: las ocho y diez, aún le quedaban veinte minutos para bailar un poco y descargar tensiones antes de su primera clase del día: la-mortalmente-peligrosa-química.
Le encantaba bailar, era lo que lo había salvado del vacío y lo había obligado a seguir adelante después de que su padre muriera y lo dejara a cargo de su madre, mientras su hermano se rompía el alma consiguiendo algo de dinero para comer. Cuando pudo sacar a su madre del pozo depresivo y juntar un poco de dinero, DongHae se había mudado de Mokpo a Seúl para poder perseguir su sueño de ser un gran artista y, como primer medida, se había inscripto en la universidad y había conseguido un trabajo como asistente de un profesor en una academia de danzas; poco tiempo después, DongHae ya era un profesor titular y sus compañeros y alumnos lo respetaban y lo querían mucho. Hae era un buen chico, un ser adorable, muy solidario y compañero, sacaba lo mejor de los demás y, a pesar de los golpes que ya le había dado la vida siendo prácticamente un niño, no dejaba de creer y de sentir que era feliz... Aunque, en su vida le faltaba algo esencial: el amor.
Tan dispuesto a dar amor como estaba, a Hae no le era permitido querer a quien él deseaba, ya que le gustaban los hombres y eso no era bien visto en su sociedad. Toda su vida había luchado contra sus sentimientos, pensando que estaba enfermo al mirar a sus compañeros de colegio de la forma en la que se supone que debía mirar a las chicas... Pero, un poco más adulto, comprendió que uno no elegía a quien querer y, menos que menos, el sexo de esa persona. También notó que no todo el mundo es feliz cuando a otro le gusta algo que no está establecido previamente como norma por la sociedad y, salvo en su círculo familiar, DongHae siempre fue discriminado y dejado a un lado, por no haber besado nunca a una chica.
Su primer beso había llegado a la corta edad de doce años, jugando a bailar junto a uno de sus mejores compañeros de clase. El chico lo había tomado de la cintura y esa canción se había vuelto tan sensual que ambos se habían dejado llevar.
Claro que sus demás compañeros los habían visto. El chico había admitido ser gay, motivo por el que había sido enviado a una especie de campamento para ser "corregido". DongHae, quien temía que le hicieran lo mismo, traicionó a su amigo y dijo que no había querido hacer tal cosa. Esa había sido la única vez que había llorado por haberle dado vuelta la cara a alguien que verdaderamente necesitaba que no fuera un cobarde. A partir de ese día, no había vuelto a admitir sus preferencias sexuales públicamente y no había vuelto a saber nada de aquel chico.
Encendió la música con el control a distancia. DongHae era uno de los pocos alumnos autorizados para llevar encima la llave de ese salón y, seguramente, el único que podía encender los equipos a gusto propio. Su conducta intachable y sus calificaciones perfectas lo convertían en alguien cien por ciento confiable, sus profesores lo adoraban y sus compañeros lo respetaban. A pesar de eso, Hae tenía un solo amigo allí y con eso le bastaba para estar bien.
Se colocó en posición y chasqueó los dedos varias veces, antes de sumergirse por completo en la música, en su hechizo eterno, ese que lo había envuelto por primera vez a los once años y que no había podido superar nunca. La música lo hacía plenamente feliz, lo hacía ser él mismo, cuando bailaba era todo lo que no se animaba a ser con el resto del mundo (exceptuando a su mejor amigo, KyuHyun) y eso le encantaba. Era libre, feliz y estaba casi completo, con la música recordaba a su padre y su feliz infancia y eso, para él, era mucho.
Aún no conseguía alguien a quien amar, pero la música lo acompañaba; el amor no estaba en sus planes si buscaba ser feliz, le costaba admitirse a sí mismo que necesitaba un cuerpo al que amar, aunque fuera de una manera superficial, ya que iba siendo hora de que se dejara acariciar por el placer, la lujuria, los deseos carnales y la pérdida de ese control sobre sí mismo que tanto le gustaba tener.

MASQUERADEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora