Parte 2

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-Pareces bastante perdido, has dormido en historia y mirado por la ventana en ciencias, ¿qué te sucede?, sabes que puedes contarme todo, Breixo.

- Me quedé hasta tarde en el ordenador - bosteza.

- Espero que en sitios decentes, aptos para todo público- David reía fuertemente.

- No seas idiota- Empujó sin fuerza el brazo de su amigo- estaba en esa página de confesiones/diario de la que me hablaste.

- Leyendo la vida ajena...

- Creando mi propia cuenta.

- ¿Qué? ¿No te basta con mis consejos que necesitas pedir el de los desconocidos?- dice con dramatismo exagerado.

- Lo confirmo, eres un idiota.

Ambos se carcajearon, se encontraban en el patio del colegio durante el receso del almuerzo, recostados sobre el escaso pasto y recibiendo los delicados rayos de sol.

- ¿Sobre qué escribiste?- Brei le tiende el móvil con la aplicación de la página abierta- pero que poeta, que romance, tienes que salir con él.

- Lo dices porque lo encuentras guapo.

- Yo no...

- ¿A quién encuentra guapo MI novio?

Cristian o "Zeus", como solían llamarle, se acercó a ellos y les tapó la vista del sol, estaba con sus manos en la cadera y una sonrisa torcida y coqueta. David se puso rápidamente de pie para saludar con un tierno beso a su pareja. Brei sólo se sentó y acomodó para observarlos.

- Sois tan... empalagosos- se asqueó Brei.

- Estás celoso, eso es todo- se sentaron junto al chico- cuando concretes todo con ese muchacho y lo veas todo rosa, serás igual o peor.

- ¿Es tan mono el chiquillo ese?- preguntó curioso Zeus, Brei asintió tímido- tengo que conocerlo.

O.o

Otra vez algo había caído en sus rizos, palmeó la zona y se encontró una sustancia líquida: otro papelito ensalivado. Lo quitó sin prisa y lo depositó en la mesa; ya llevaba cinco sobre ella, las clases recién habían comenzado.

Lamentablemente todo esto ya se había convertido en una costumbre, desde haces unos cuatro años o quizá un poco menos, por el tiempo en que murió su madre, ese tiempo en que deseó la soledad en su vida.

No es "emo", como los compañeros solían molestarle, ni un chico con impulsos suicidas, al contrario, amaba la vida, disfrutarla, había aprendido a hacerlo y ahora solo necesitaba encontrar a alguien con quién valiera la pena vivirla.

Recostado sobre su casillero comió su almuerzo, y mientras estaba en eso, Adrián se sentó a su lado.

Le conocía desde el funeral, Sergio lloraba sobre la tumba y le repetía que no podría vivir sin ella, era la única en quien confiaba.

En eso apareció Adrián, su padre trabajaba en el cementerio y solía pasar las tardes dando vueltas por el lugar. Cuando estaba en la tumba de un señor que no solía ser visitado, escuchó los lamentos.

Los lamentos eran comunes allí pero éstos eran demasiado jóvenes, casi sin esperanza.

-Señor Erik- le habló al retrato- le tomaré una flor, hay alguien que también la necesita.

Tomó una margarita y fue hasta Sergio que se encontraba sollozando sobre la tumba.

- No creía que se podía sufrir tanto- dijo lentamente.

-¡Se ha ido, me ha dejado sólo!, mi padre no cuenta, ella era como una amiga- exclamó sin levantar la vista.

- ¿Sabes? Llevo tiempo viendo a la gente aquí y está muy triste- se inclinó y acarició la espalda del chico- se consuelan diciendo que están en un lugar mejor.

-¡Pero me ha dejado completamente solo! Ella lo era todo.

-Ella sigue contigo, los que se van de este plano nunca nos dejan.

- ¿Sueles hablar con los desconocidos?- dijo levantándose y limpiándose el rostro con la manga del polerón.

- Puede ser- ambos sonrieron y Adrián le entregó la flor.

Ese fue el comienzo de la única amistad en la vida de Sergio y agradecía tenerla, le gustaba estar solo, sí, pero a veces era necesario tener con quien desahogarse un poco.

- ¿Cuántos fueron hoy?- le preguntó su amigo quitándole la caja de zumo y dándole un sorbo.

- Once- su ceño fruncido viendo como la caja era comprimida.

- Son pocas en comparación con otros días, una cantidad considerable menos.

-Siempre olvidas que hoy es la clase de gimnasia- se puso de pie para botar la basura, se apoyó en la pared y miró a su amigo.

- ¿Y eres demasiado atlético, el mejor, como para ser bombardeado por pelotitas de papel? - miró hacia arriba confundido.

Sergio hizo rodar sus ojos frente a la falta de comprensión de Adrián:- No se usa papel en gimnasia, y si lo tuvieran tampoco lo harían, el maestro es el más temido del colegio, es el único que respetan.

- Claro, con esos músculos de piedra que hacen que todas se desmayen. - se deslizó sobre el piso de forma cómica y... bastante extraña.

- Deja de hacer el payaso y vayamos a la sala.- le levantó.

- Recuerda que hoy voy a tu casa- decía Adrián mientras caminaban.

- ¿Y eso quién lo ha decidido?

- Yo, llevo un tiempo sin hacerte una visita.

- Pero mi padre...

- Que le caigo bien a ese hombre, solo fue un malentendido que ya entendió y aceptó claramente, deja de torturarte con eso. Pasado pisado, ¿ya?

- Está bien, ¿nos vamos juntos?

- Por supuesto.

Sergio esperó que la silueta de su amigo se perdiera en una de las salas del pasillo y entró a prepararse para su próxima clase.

Ya eran doce años soportando las clases, hora y media más por el día de hoy no podría ser tan tormentoso.


Hay un chico - BrollieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora