CAPÍTULO 20: HASTA QUE LA MUERTE NOS SEPARE

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Capítulo 20: Hasta que la muerte nos separe

Edward Pov

Las miradas de todas las mujeres que abarrotaban el altar y la de alguno de los hombres, la mía incluida, dejó bien claro a la concurrencia que esto no era una democracia, dijese el cura lo que dijese, y que las opiniones contrarias a la celebración de las bodas no eran bienvenidas. Así que, como la idea estaba bien clara, el cura prosiguió con la ceremonia.

Pero yo casi no escuchaba nada, oía sin entender, ya que mis cincos sentidos estaban puestos en la maravillosa mujer que tenia a mi lado. Su aspecto puro e inocente, como toda novia debe tener, se mezclaba con una gran dosis de sensualidad y erotismo que ya estaba causando estragos donde... siempre me los causaba esta mujer. Lo cierto es que yo pasaba de ceremonias e iría directamente al sí quiero, pasaba de celebraciones e iría directamente a la deseada noche de bodas. Mi miembro se ponía duro de anticipación solo con pensarlo y mis pantalones estaban empezando a lanzarme el tan conocido SOS. Vamos a ver Cullen, tú como siempre empezando la casa por el tejado, ¿no ves que para llegar a la noche de bodas primero tienes que casarte merluzo?, no si verlo lo veía, pero mi miembro y mis pantalones deseaban otra cosa y a estas alturas de la historia ellos eran mis jefes.

Tan sumido y perdido estaba en la lujuriosa y a la vez virginal figura que tenia a mi lado que casi ni me entere que tenía que decir mis votos. Mi madre me dio un ligero pisotón lo que me hizo mirarla confundido.

—¿Qué? –le pregunte entre dientes.

—Edward, tus votos.

—Ah sí, los votos –dije saliendo de mi paja mental. Me volví hacia mi Bella, la tome de las manos y empecé a recitarla con todo el sentimiento que tenia por ella esos votos que me había preparado.

—Isabella Marie Swan, llevo toda mi vida buscándote y no conseguía encontrarte...

—La hubiera encontrado antes si me hubiese hecho caso –escuché como Alice les decía a las demás interrumpiendo mi discurso.

—Es que el primo siempre tan terco –terció Kate y Chelsea iba a añadir algo pero la mirada que les lancé les hizo callar de golpe.

—Yo tenía claro que tú eras la mujer que gobernaría mi vida, mi amante eterna, mi compañera. Aunque no tenias rostro ni cuerpo yo te imaginaba en mi mente y sabía que algún día llegarías a mí. Cuando vi por primera vez tu foto...

—Ufff ese plan nos salió a la mil maravillas ¿no es así prima? –esta vez fue Irina la que interrumpió. ¿Es que estas mujeres no dejarían a uno ni casarse en paz?, las volví a mirar con cara de pocos amigos al tiempo que mi abuelo Marco y el cura, hacían lo mismo. Ellas nos devolvieron la mirada sin inmutarse.

—Mantengan silencio por favor –se limito a decir el sacerdote. Señor Cullen prosiga...

—Pues como te iba diciendo, cuando vi tu foto, mi corazón y mi subconsciente me dijeron que eras tú, pero mi mente terca me seguía gobernando.

—Hasta que se nos tuvo que ocurrir otro plan –volvió a decir mi hermana.

—Y menos mal que se nos ocurrió –intervino Esme mirando hacia el lado femenino del altar.

—Mira que es cabezota –terció Kate de nuevo ganándose una mirada envenenada del cura, de mis abuelos y, por supuesto mía. Yo proseguí con mi discurso.

—Como decía, mi mente terca no dejaba paso a lo que mi corazón me gritaba junto con mi subconsciente hasta que por fin lo vi todo claro y la venda se me calló de los ojos. Nunca le podré estar más agradecido a Alice por haberme organizado aquella cita casi a ciegas –dije mirando a mi hermana y retándola a que se atreviera decir algo. Ella me guiño un ojo poniendo esa expresión de te lo dije, pero me dejo proseguir –tuve claro que eras tú la mujer de mis sueños y fantasías desde el primer momento en que te vi subir a ese autobús, y fui a por ti sin dudarlo.

UNA CITA CASI A CIEGASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora