CAPÍTULO 21: LUNA DE MIEL Y DIVERSAS FUNCIONES DE UN HELADO

1.6K 60 1
                                    

Capitulo 21: Luna de Miel y las diversas funciones de un helado.

Edward Pov

A pesar de que íbamos cómodamente instalados en primera clase, las excesivas horas de vuelo ya estaban causando los consabidos estragos, piernas entumecidas, dolor de espaldas. Pero todo eso me daba igual, totalmente igual, el mundo se podía caer a pedazos y yo seguiría siendo el hombre más feliz del mundo, aquel que había tenido la suerte de conseguir el amor de Bella Swan, tan solo por eso me consideraba un simple mortal afortunado por el simple hecho de tener a esa mujer dormida entre mis brazos. Sí, definitivamente el mundo se podría caer a pedazos porque yo moriría feliz con Bella Swan, ahora Bella Cullen, entre mis brazos.

Con un suspiro de alivio escuché por la megafonía del avión que estábamos cerca del Aeropuerto Internacional Eleftherios Venizelos y tomaríamos tierra en unos minutos por lo que teníamos que abrocharnos los cinturones. Me dediqué a despertar a mi esposa con besos en sus mejillas y boca, susurrándole al oído las palabras que a ella le gustaba escuchar cuando despertaba.

—Ya estamos en Grecia mi amor –le dije con una sonrisa, su sonrisa, cuando ella me miro con ojitos somnolientos –tienes que abrocharte el cinturón cariño, deja que yo te ayudo.

—Estoy totalmente entumecida, no sé cómo voy a poder moverme.

—Bueno...a mí se me ocurre una manera –le dije levantando las cejas de modo sugerente.

—Ummmmm, ¿qué sugieres Cullen?

—Cuando lleguemos al hotel, nos podríamos dar una larga y relajante ducha –le dije— después nos esperan la Acrópolis y el Partenón.

—La verdad es que no puedo esperar a verlos, es el sueño de mi vida, muchas gracias Edward me hace mucha ilusión.

—Solo pretendo hacerte feliz amor.

—Con tu sola presencia a mi lado ya lo soy.

La voz de la azafata que nos ordenaba abrocharnos los cinturones nos sacó de la burbuja en donde, como era habitual, nos habíamos metido. Después de un aterrizaje correcto y sin problemas, recogimos nuestras maletas y salimos a conquistar la capital de Grecia. Lo primero, localizar un taxi para que nos llevara al Meliá Athens en donde habíamos reservado la Suite Nupcial. Nada más entrar por la puerta de la habitación, la cerré, tomé a Bella entre mis brazos empujándola contra ésta y empecé a besarla con pasión. Mis manos no podían estarse quietas y empezaron a vagar por todo su cuerpo con avaricia y ella, naturalmente, no se quedaba atrás. Cuando nuestras ropas acabaron esparcidas por toda la habitación lentamente la fui empujando sin dejar de besarla hasta el cuarto de baño en donde, con mis labios pegados a su boca, comencé la labor de abrir el grifo del agua. Entramos a la ducha en donde nos dimos un largo, refrescante y relajante baño que nos desentumeció los músculos del cuerpo y los puso en forma mientras que nosotros jugábamos a amarnos. Y qué manera de jugar, pareciera que tuviésemos los minutos contados y que el mañana jamás llegaría y que solo tuviéramos el aquí y el ahora para dar rienda suelta a nuestro amor.

Después de tomar el tentempié que habíamos pedido al servicio de habitaciones, nos vestimos con ropa cómoda y salimos prestos a conquistar una ciudad que nos recibía con los brazos abiertos. A Bella le hizo gracia que hubiera un tranvía así que, resignado por el numerito que podríamos llegar a formar, subimos a uno que nos llevaba a visitar uno de los restos arqueológicos más importantes del mundo. El viaje en el tranvía tuvo dos momentos cumbres, durante la primera parte del trayecto pegué a mi esposa contra una de las paredes del vehículo para que no perdiera el equilibrio y cayera o se agarrase a....donde pudiese. Y como siempre pasaba, sucedió lo que estaba destinado a suceder, el vaivén del tren provocaba una fricción de mi sexo contra el suyo provocando el despertar instantáneo de mi miembro el cual se levantó pidiendo guerra. El tranvía frenaba y Bella se iba hacia la izquierda, el tranvía arrancaba y Bella se iba hacia la derecha y mi miembro erguido y atento seguía con mucho interés todos sus movimientos, conclusión mis pantalones empezaron a hacerse cada vez más y más pequeños aprisionando esa zona que pedía a gritos su libertad. En cierto modo no lo entendía ya que la manera de frenar y de arrancar de los tranvías era más suave que la de los autobuses o el metro por lo tanto...o lo hacía aposta para excitarme o...mi mujer era el colmo de la torpeza. Pero fuera la razón que fuera a mi me encantaba y no digamos a mi erección. Al final, por fin un asiento quedo libre y mi esposa se lanzó hacia él como siempre, como aquella que se lanza a tocar las partes nobles de ese stripper que te tiene con las hormonas revolucionadas con tanto baile. A ver Cullen ¿qué pensamiento es ese?, aquí el único stripper de esta mujer tienes que ser tu.

UNA CITA CASI A CIEGASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora