Una cena con final inesperado

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UNA CENA CON FINAL INESPERADO

Por fin ya son las 20:00 del viernes, llevamos toda la semana planeando en el trabajo esta cena de verano.

Todos los años, cuando llega el mes de Julio, los compañeros de la oficina organizamos una cena de despedida, por cuestión de turnos en las vacaciones veraniegas, algunos estaremos hasta tres meses sin vernos.

Para este año, la velada se presenta tranquila, somos todos casados y después de un agotador mes, lo que nos apetece es salir de fiesta y comer y beber hasta hartarnos.

El evento está planeado en un restaurante cliente de la oficina, en el que aparte de comer muy bien, el propietario se comprometió a hacernos un buen precio y a colocarnos en un reservado que tiene para los eventos, de esta manera por mucho escándalo que pudiéramos montar, no molestaríamos al resto de la clientela.

El restaurante está situado en una zona de ocio de Valencia, de esta manera no hay necesidad de utilizar el coche para ir a algún lugar nocturno para tomar las últimas copas.

La cena era informal y yo recién duchado me puse unos pantalones y un polo y me despedí de mi mujer que se encontraba cargando las maletas en el coche dispuesta a pasar un fin de semana con nuestros hijos el fin de semana al chalet de su hermana.

Llegué al restaurante con tan buena suerte que pude aparcar a unos veinte metros del mismo.

La mayoría de mi compañero ya se encontraba en la puerta del establecimiento esperando al resto, por lo tanto me uní a ellos y en cuestión de minutos, avisamos al dueño del restaurante que ya estábamos todos y que podíamos empezar ya.

El camarero de la puerta, nos acompañó a todo el grupo a un reservado no muy grande, pero lo suficiente para albergar una amplia mesa para la cena y suficiente sitio para movernos.

Una vez sentados al solicitar la carta, el camarero nos informó que no era necesario, que el propietario del restaurante nos había preparado un menú degustación en el que había variedad de todo lo que figuraba en la carta.

Todos estuvimos de acuerdo y decidimos que era buena idea, empezaron a circular platos por la mesa con gran variedad de comida, acompañada por botellas de vino, que iban cayendo una tras otra.

Al comienzo de la cena, ocurrió lo de todos los años, el tema de conversación era el trabajo, hasta que ya habíamos bebido suficiente vino y nos fuimos animando y las conversaciones y los grupos que se hicieron eran muy dispares.

Como estábamos en un reservado y encima tenia ventanas a la calle, el propietario del local nos permitió fumar allí mismo si a nuestros compañeros no les importaba, nadie puso objeción a ello y tras terminar la cena y los postres empezaron a traer los cafés y licores.

La noche se iba animando gracias al alcohol y ya estábamos pensando a qué lugar íbamos a ir a tomarnos la siguiente, ya que el restaurante en cuestión de media hora iba a cerrar.

Íbamos bastante entonados por el alcohol y decidimos ir a un bar de copas que según uno de mis compañeros, te podías sentar y charlar sin que la música molestase en exceso y además iba todo tipo de gente y de todas las edades.

Dimos nuestra aprobación a la sugerencia con la excepción de algunos que ya debían de volver a casa porque al día siguiente salían de vacaciones o porque sus mujeres les esperaban o porque en el caso de alguno, ya iba excesivamente perjudicado por el alcohol.

Era la una y media de la madrugada cuando nos despedíamos del dueño del local, agradeciéndole el trato recibido e invitarlo a que se uniera a nosotros.

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