Dos

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EL PRESENTE

Aquello que se dibuja a cada paso, y a cada paso nos empeñamos en ignorar.

 

La vida. Ciertamente, un transitar por senderos desconocidos.

-¿Qué hace que las cosas sucedan?

-¿Perdón?

De camino a Prístinus, el padre Augustus acababa de sorprenderse ante mi pregunta.

-Quiero saber, qué hace que las cosas sucedan. ¿Por qué he llegado hasta aquí de esta manera?

-¿Qué os hace creer, señor caballero –y sonrió burlón al decirlo-, que yo sé la respuesta? Mejor dicho, ¿por qué consideráis que hay una respuesta? Es más, ¿a qué viene esa pregunta?

Sonreí ante tanta elocuencia y añadí:

-¡Ahora soy yo el sorprendido!

-Disculpad, pero es que la vida, ¡es tan simple...! -aclaró.

-Soléis repetir eso, pero, ¿de verdad creéis que es así?

-Desde mi perspectiva, sí. Así es.

Veréis, ingresé en un monasterio con siete años, y desde entonces he pasado una buena parte de mi vida haciendo preguntas y buscando respuestas.

Más o menos trascendentes, el razonamiento me obligaba a encontrar la fórmula; aquello a lo que asirme para convencerme de que estaba haciendo lo que debía para conseguir lo que quería, o bien, para evitar equivocarme. Buscaba aquello, que diera respuestas a todos los por qué. Necesitaba hallar una regla infalible con la que pudiera tenerlo todo controlado y así, en mi convencimiento, poder vivir con tranquilidad. ¿Os resulta conocido lo que os estoy contando?

-Total y absolutamente. Continuad, por favor.

-La búsqueda se hacía cada vez más intensa, y cuanto más cerca creía estar del final, mayor era la congoja que me aprisionaba. Y fue precisamente en medio de esa congoja cuando comprendí que lo que me interesaba era imposible. Tan imposible como mover montañas u ocultar el sol.

Yo quería modificar las circunstancias a mi antojo. Quería, ni más ni menos, que la vida girara en torno a mis intereses. Y entonces, razoné: si todos los seres humanos aspiraran a lo mismo que yo, y eso se produjera, esto sería un caos, pues cada uno tiene intereses propios y cada uno considera que le benefician unas circunstancias concretas. Con lo cual, ¿a quién favorecer?

Entonces, comprendí.

Era necesario que la vida, con su infinita sabiduría, tomara sus decisiones al margen y tuviera sus propias normas. Era necesario, que los intereses y el punto de vista de cada uno, no fueran tenidos en cuenta. Se hacían precisas, otras reglas que se escaparan a nuestro entendimiento, de lo contrario, la humanidad no podría subsistir.

La vida, Mateus, sigue su curso, y cualquier planteamiento, cualquier por qué, es totalmente inútil y absurdo. El por qué no existe, al menos en nuestros parámetros de conocimiento.

Os guste o no, las cosas suceden. Vos sólo sois responsable de vuestro comportamiento frente a ellas.

¿Por qué habéis alcanzado vuestra meta de forma que ni hubierais imaginado? ¿Por qué así, y no de otra manera? No lo sé, y a decir verdad, no me interesa. ¿Qué importancia tiene? Ha sucedido y ya está.

-No sé qué deciros. Con vuestro planteamiento me siento perdido. Si no tengo a qué aferrarme, ¿en qué consiste mi vida?

-En vivir, a cada instante, a cada segundo, lo que ella os va ofreciendo.

La Respuesta FinalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora