Once

2 1 0
                                    

ACEPTACIÓN Y ADAPTABILIDAD

Poderosas y desconocidas palabras en una existencia guiada tan sólo por nuestros intereses.

No resultó fácil continuar mi travesía en este mundo sabiendo que el padre Augustus ya no estaría en él. El mástil al que asirme en tiempos de tempestades, se había venido abajo y había llegado el momento de capear el temporal en soledad.

Los años, indefectiblemente unidos al paso del tiempo, insistían en dejar huella, sin embargo, aquel corazón, antaño acongojado, sutilmente, había comenzado a aligerar su carga.

Permanecí en Prístinus unos días más; tan sólo el tiempo necesario para darle sepultura al cuerpo del abad y asimilar el trance.

Regresé a Terradusta consciente de que una última etapa de esta vida acababa de dar comienzo, y con ella, mi última oportunidad.

Regresé, convencido de que había llegado el momento de erigirse tras las caídas.

Lo que a mi llegada encontré, confieso, no fue de mi agrado. A falta de un señor que hostigara a aquellas gentes tal y como estaban acostumbrados, la pereza y la dejadez se había hecho cargo de la actividad diaria. A falta de capitán, la tripulación se había sublevado.

-Decidme que lo que estoy viendo no es real -solicité de Francus tras una revisión fugaz.

-Lo es, señor.

-Entonces, explicadme qué ha pasado aquí. Teníais un cometido. ¿Tan difícil resultó?

-Lo siento, señor, pero no he podido meterlos en cintura. Actuaban por su cuenta rechazando y cuestionando todo lo que por mi boca salía.

No quise escuchar más y entré en la casa. Criados durmiendo borrachos por las esquinas, era la estampa menos amarga.

-Bien, si con esto, es con lo que voy a tener que lidiar a partir de ahora, habrá que cortar de raíz las malas hierbas -expresé en un susurro.

Apenas unos minutos, fueron suficientes para que, a golpe de gritos y cubos de agua fría, la cuadrilla compuesta por una docena de sirvientes y campesinos se pusiera en situación.

Una vez reunidos, los increpé.

-¿Acaso creéis que lo que necesito es una panda de vagos y maleantes en los que no puedo confiar?

¿Acaso contáis con que voy a alimentar a una pandilla de sinvergüenzas que ni siquiera están dispuestos a defender su sustento?

Bien equivocados estáis.

Os guste o no, las circunstancias han cambiado, y a partir de ahora, en lo que a mí respecta, la dinámica será notablemente diferente.

No consentiré incompetencias, ni insubordinaciones de índole alguna, y no toleraré situaciones de este tipo, porque este tipo de situaciones tendrán consecuencias muy concretas. Si esto vuelve a repetirse, os quedaréis sin un techo bajo el que dormir y sin comida que llevar a vuestra boca. Solamente si vos cumplís con vuestro deber, yo cumpliré con el mío, pues no estoy dispuesto a favorecer a aquel que demuestre que no se lo merece. De igual manera, que no estoy dispuesto a utilizar malas artes, ni a sembrar el miedo para que respondáis. Entiendo que sois personas sensatas y sabéis bien lo que os conviene.

Así que, avisados estáis y de vuestra mano queda. Por mi parte no tengo nada más que decir.

Y ni el vuelo de una mosca perturbó aquel sepulcral silencio.

Con Francus a mi lado, fue sencillo organizar las más elementales tareas, pero tantos años de descuido y abandono no podían enmendarse con los medios de que disponíamos. Si quería convertir Terradusta en un vergel, era preciso más trabajo y en consecuencia más gente.

La Respuesta FinalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora