Seis

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Dicen que el tiempo lo cura todo, pero es esfuerzo inútil cuando ponemos más interés en seguir recordando que en seguir viviendo.

El destino no os persigue. Sois vos el que salís a su encuentro.

-¿Os encontráis mejor hoy?

Trínitas, la señora de la casa, repetía su acostumbrada visita matutina.

-Tal vez el ánimo se encuentre un poco mejor, pero el dolor sigue acuchillando.

-Es normal. Todavía está reciente.

¿Reciente? -me preguntaba yo-. Habían transcurrido dos meses desde el incidente. Dos meses postrado en aquella cama. Dos meses, y sin saber todavía qué sucedería.

-No podemos estar seguros de nada -había dicho el médico-. De momento, es imprescindible evitar que las fiebres vuelvan a repetirse. Eso sería una fatalidad.

Y todos se afanaban en prodigar los cuidados. Todos pendientes. Todos, animosamente interesados.

-Os dije que era muy arriesgado. Se os ha ido de las manos y él no se merecía pasar por esto.

Sospechosos comentarios en algún lugar de la casa, no podían pasar desapercibidos.

-¿Cómo que no? ¡Se lo tiene más que merecido! Aunque cortarle el brazo no entraba en los planes, es un extra con el que me siento muy favorecido. ¡Ahí lo veis! ¡Engreído caballero de pacotilla! ¡Yo sí que era un caballero y no esos mocosos que el Rey se encarga de repartir por su ruinoso reino!

-Hablad más bajo o acabará oyéndoos.

-¡Y qué importa si me oye! ¿Tenéis los documentos que le ordené traer?

-Sí, aquí están. Espero que con esto os quedéis satisfecho y dejéis de atormentarlo.

-Ya veremos. Al menos de momento, será él el que me deje en paz durante una buena temporada.

-¿No vais a pasar a saludarlo?

-¿Saludarlo? ¿Tan cínico me creéis?

-No voy a contestaros a eso.

-Está bien. Sois libre de pensar lo que queráis, pero prometedme que nunca le desvelareis la verdad de lo acontecido. Me he enterado bien y tiene amistades muy influyentes.

-Eso deberíais haberlo pensado antes de organizar todo esto.

-¿Y quedarme sin esta satisfacción? Hermano, bien poco me conocéis si opináis así.

-Tenéis razón, bien poco os conozco. Ahora es mejor que os vayáis. No quiero correr el riesgo de que os escuche. No se lo merece.

-¡Vos siempre tan condescendiente!

Y el sonido de un abrir y cerrar de puertas acalló las voces e incrementó el dolor.

-Don Biliaris os envía saludos y sus mejores deseos en vuestra pronta recuperación.

Mi señora, aparentemente ajena a lo sucedido, ejercía de anfitriona.

-¿Habéis hablado con él?

Las palabras, impelidas por la rabia, la impotencia y la desesperación, difícilmente podían ocultar mi estado.

-Sí, acaba de estar aquí. Ha venido personalmente a recoger los documentos que os había encomendado. Es el hermano mayor de mi esposo -añadió tras una pausa-, y aunque no tienen una relación muy estrecha, siguen compartiendo algunos negocios.

La Respuesta FinalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora