NOSCIVITAS
Ciudad de nobles, la envidia espolea a sus habitantes, obligándolos a competir por la residencia más distinguida y ostentosa.
-Tenéis que excusarlo, señor. Tampoco hoy podrá recibiros; habéis de volver mañana.
Demasiado conocidas resultaban aquellas excusas que rotundamente me negaba a aceptar.
-¿Qué está sucediendo? ¿Podríais decirme? Llevo tres días esperando que Su Majestad me reciba. ¿Hay algún problema?
El hombre encargado de transmitirme los mensajes me observaba con cara somnolienta y pocos ánimos. O mucho tenía que ocultar o carecía de la información que yo solicitaba.
Resignado, caminé sobre mis propios pasos y me dirigí de nuevo al hospedaje. Esperaba que la noche avanzara con presteza. Era precisó resolver cuanto antes la cuestión que me ocupaba. Era preciso regresar.
El mandado había sido sencillo:
-Entregad esta carta personalmente al Rey y aseguraos de que la lee. Ya conocéis su contenido. Esto es muy importante para mí. Por favor..., no me falléis -concluyó mirándome como si estuviera jugando su última baza.
Y con un deber por cumplir y la voluntad decidida a conseguirlo, me encontraba muy lejos de mi residencia inquieto de saber que el padecimiento de un hombre aguardaba mi regreso.
-No podré morir en paz si no regresáis con la respuesta -aseverara acongojado Don Biliaris antes de mi partida.
Y sus palabras, vívidas en mi mente, mantenían despierta la determinación.
Habían transcurrido más días de los que yo, pacientemente, podría considerar aceptables. Había llegado el momento de tomar cartas en el asunto.
-¡¡Soltadme!! ¡Os he dicho que me soltéis! ¡¿Quién os habéis creído que sois?! ¡Ser guardias de Su Majestad no os da derecho a tratarme de esta manera! ¡¡Soltadme!! ¡¡Os he dicho que me soltéis!!
-¡Cállate, ruin alimaña! ¡El hambre no es excusa suficiente para comportarte de esa manera!
-¡Soy un ciudadano tan digno como cualquiera de vosotros! ¡Si el Rey supiera cómo me estáis tratando tendría algo que deciros! ¡Soltadme! ¡¡Majestad!! ¡¡Majestad!!
-¿Qué está pasando aquí? ¿A qué vienen esos gritos?
Mi argucia había dado resultado.
-Ciertamente, no sé si reírme o reprendeos. ¿Cómo se os ha ocurrido tal cosa? Mirad el aspecto que tenéis. Será mejor que os proporcione otras ropas para vuestro regreso.
-Con todo respeto, Majestad. He de volver cuanto antes. No puedo seguir demorándome -concluí después de ofrecerle todas las explicaciones que requería.
A pesar de mi interés, parecía que él necesitaba tomarse su tiempo. Muy a mi pesar, yo no era quien para acuciarlo.
-Está bien. Dadme eso que consideráis tan importante -requirió después de lo que me pareció una dilatada espera.
Documento en mano, se acercó a una ventana. Oteando el horizonte parecía rescatar los recuerdos de algún recóndito lugar de su memoria. Su silencio, incómodo en un principio, pronto me sobresaltó.
-Sentaos, por favor. No tardaré más de lo necesario.
Y retomando lo que tenía entre sus manos comenzó a leer.
Bien conocía yo el contenido de aquellas letras que en su momento tanto me habían conmocionado. Bien conocía el dolor que anegaba el corazón de su remitente. Cuando hubo concluido, su respuesta no podía haber sido más breve:
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La Respuesta Final
SpiritualLa vida de Mateus nos sorprende a nosotros tanto como a él. ¿Qué es lo que marca nuestro destino? En este tercer y último volumen de la trilogía acompañaremos a Matues por los vericuetos que conducen al desenlace. Desconcertado y poco dispuesto tien...