VENTURUM
"Lo que está por venir" se desvela tras las montañas.
-Debéis hacer entrega de estos documentos y traer con vos el certificado que lo acredite. ¡Si cometéis el más mínimo error en tan sencillo cometido, tened por seguro que haré todo lo posible para que no se os reconozca como caballero en lo que os resta de vida!
Intimidado ante tal amenaza y sin atreverme a mirarlo a los ojos, subí a mi caballo y partí rumbo a Venturum. Contento de dejar atrás Terradusta, lejos estaba de imaginar lo que, juguetón, tenía reservado para mí, el siempre velado futuro.
¿Cuántos días duró la travesía? No lo recuerdo. El monótono paisaje, acompañado por un ritmo igual de monótono, diseñaba la pauta y yo, simplemente me acompasaba a su cadencia. Sin embargo, no he olvidado aquella larga y fría mañana de lluvia después de aquella larga y fría noche, cuando tras guarecerme al abrigo de unas rocas, me disponía a continuar un viaje al que, previsiblemente, le restaban unas horas.
No he olvidado que apenas subido al caballo, no muy lejos de allí, el llanto de un niño y las lamentaciones de una mujer me pusieron sobre aviso.
Como tampoco he olvidado que, presto en la ayuda, henchido el corazón ante la posibilidad de demostrar mi valía, me aproximé, ignorando a un tiempo, las advertencias de un sentido común poco insistente.
Recuerdo sus gritos.
Recuerdo aquel llanto que fue ahogado por mi presencia.
Recuerdo...
Postrado sobre una mesa, varios hombres debatían a mi alrededor. Retorciéndome con un dolor que nublaba la consciencia, el sudor caía por mi frente al tiempo que una joven se afanaba en sofocarlo.
Las voces, agudas, estridentes, descompasadas; los olores, agrios, repugnantes, vomitivos.
Las paredes se movían, los hombres se movían, mi vida se acababa. ¿Tendría que acabar así?
-No puedo aseguraros nada. A pesar de que el corte ha sido limpio, habéis perdido mucha sangre.
Un rostro desconocido en un lugar desconocido, trataba de ponerme en situación.
-Procurad descansar. Lo peor ya ha pasado -aclaraba una mujer que, a los pies de la cama, me observaba compasiva.
Sin poder articular palabra, el aturdimiento se había apoderado de mí. Prefería no pensar. No pensar, al menos de momento. No pensar, al menos hasta mañana. Pero..., ¿habría un mañana para mí?
Fueron muchos los meses que tardé en recuperarme. Primero, la herida. Después...
Hoy, observo el lugar que debía ocupar mi brazo y ya no siento nostalgia, pero es mucho el tiempo que ha tenido que transcurrir para llegar hasta aquí.
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La Respuesta Final
SpiritualLa vida de Mateus nos sorprende a nosotros tanto como a él. ¿Qué es lo que marca nuestro destino? En este tercer y último volumen de la trilogía acompañaremos a Matues por los vericuetos que conducen al desenlace. Desconcertado y poco dispuesto tien...