Capítulo 3

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Anastasia.

Me he pasado toda la semana cantando una preciosa canción que descargué de internet, resultó tan adictiva que la escucho todo el día. Tanto la he cantado que se la pegué a Christian, lo he pillado tarareándola y no se le da nada mal. El muy bobo se ofreció a comprarme audífonos nuevos, inclusive me pregunto si sabía de su existencia —¡Obviamente que sí! Solo que estoy tan acostumbrada a mi vida en solitario que se me olvida que él está justo alado—, respondí aventándole una almohada en sus hermosas facciones.

Necesito ir de compras, el refrigerador se está vaciando y lo único que Christian mete en el es vino. Voy a la habitación de Christian, quizá necesite algo y ya que voy de salida puedo hacerle un favor. ¿Qué tiene de malo eso? Nada. Absolutamente nada. Me hará sentir mejor. Antes de tocar, sale. ¡Dios! Qué bien se ve.

—¿Querías algo, cariño? —Pregunta recostándose en el marco de la puerta.

—Saldré a comprar algunas cosas y me preguntaba si necesitabas algo— Recorro con la mirada su atuendo. Sí, se ve muy bien—Pero ya veo que también vas de salida.

—Alexa Lee vendrá— ¡Qué!

—¿Alexa? —Claro que sí. Alexa y el son perfectos ¿Cómo no estar juntos? —No puedes traer chicas aquí.

Suelta un suspiro —¿Por qué me prohíbes todo justo cuando lo tengo preparado?

—No lo hago.

—Sí lo haces. Intentaste prohibirme la fiesta del domingo, ahora te digo que Alexa vendrá e igual está prohibido.

—Christian, lo siento en serio. Te pido que respetes eso: No traer chicas aquí.

—¿Por qué Ana? No seas egoísta. Si tú no quieres disfrutar de esto— Se pasa una mano por el rostro —Deja que alguien más lo haga.

Cuenta hasta diez, Ana.

Mantén la calma.

—No todo es sobre ti.

—Contigo, todo es sobre mí.

—Tal vez tienes razón.

—¿En serio? — Intenta tomar mi mano desconcertado con mi declaración.

—No.

—Nena, no juegues conmigo— Me toma por la cintura y yo coloco mis brazos para evitar que nuestros pechos se toquen.

—No quiero que traigas chicas aquí— Aprieta su agarre.

—Eres muy posesiva, Ana. Me gusta.

—Deja de delirar.

—Te he escuchado balbucear mi nombre mientras duermes y siempre me pides que te bese ¿Eso es delirar? — ¿QUÉ? Yo no pude haber dicho eso. Claro que pude, suelo hablar cuando duermo. Pero ¿decir eso? ¡No! Nunca he soñado con Christian. Quizá si lo dije.

No. Simplemente me niego.

—Ahora deliras al doble— Respondo con desdén. Intento empujarlo con los brazos sin embargo hace un movimiento, me toma de las muñecas y me empuja hacia la puerta. ¡Agh!

—Déjame cumplir tus sueños.

—Dirás tus sueños.

—Nuestro sueño— Con una sola mano toma ambas muñecas hacia mí espalda y con la libre mantiene mi quijada estática.

—Voy a morderte si me besas— Lo amenazo.

—Estaré encantado— ¡Dios! ¿En qué momento sucedió esto? Solo le preguntaría una cosa. UNA COSA. Después me iría. ¡Ah! Pero no. El señor "Soy muy apuesto" le gusta poner las cosas difíciles.

Intento con otro método: —Está bien. Deja que mis brazos rodeen tu cuello, por favor— Me observa con recelo —Por favor, Christian— Mi voz sale más dulce de lo que pretendo. Y resulta. Christian afloja el agarre en mis muñecas —Por favor, cariño— Esa exasperante palabra debe servir de algo.

Me suelta.

Salgo a toda prisa. Tomo mi bolso y abro la puerta del departamento, dejando atrás un Christian furioso. En segundos estoy en el suelo. ¡Joder! He atropellado a alguien. Quito el cabello de mi rostro y me enfrento con una muy muy molesta Alexa.

—Maldita idiota, ¿no te fijas? —Se incorpora un poco, acomoda su cabellera rubia tan falsa como ella.

—Lo siento... no fue mi intención.

—¡Cariño! ¿Estás bien? —Christian se acerca a nosotras— ¿Te hiciste daño, preciosa? Toma el rostro de Alexa entre sus manos y la examina. ¡Auch! Por un momento creí que se refería a mí. Una punzada de decepción se apodera de mi estómago. No hay problema, yo me lo busqué.

—Estoy bien, bebé— Responde la rubia falsa, Christian la levanta por la cintura —Llévame a casa— Pasa una uña con esmalte rosa chillón sobre los labios de Christian.

Ambos se dan la vuelta.

Soy una tonta. Me incorporo por mi propio pie. La estúpida sensación de decepción es remplazada por dolor. Mi muñeca palpita. Busco en el refrigerador un poco de hielo y lo envuelvo en un paño.

¿Por qué preocuparse por mí?

No soy el tipo de chica que se emociona cuando le llaman: amor, cariño, nena. Inclusive me molesta un poco cuando alguien lo dice. Con Christian no sucede eso y probablemente es lo que me hace sentir más furiosa, es evidentemente que yo solo soy la chica a la que trata de besar, hacer que caiga en sus artimañas y demostrarse así mismo que el logra todo lo que se propone. ¡Claro! Reafirmar su epígrafe de hombre irresistible.

Mis ganas de ir de compras: esfumadas.

El dolor en mi muñeca: en aumento.

Lo peor: Mi muñeca se está hinchando.



Christian.

Esto es una tortura. Una detestable tortura. Alexa no ha parado de hablar en todo el camino a su casa, quiere saber de qué va mi relación con Ana. ¿De qué va ser? Ruedo los ojos. No presto atención. No me interesa lo que tenga que decir.

—¡Chris! Ya no me estás poniendo atención— Cruza los brazos, hace un puchero. Aborrezco que me digan: Chris. Soy Christian. Christian, ¡carajo!

—Bájate— Abre mucho los ojos.

—Pensé que pasaríamos la noche juntos— Ni en un millón de años, cariño —Todo es culpa de esa estúpida.

—Culpa o no, bájate— ¿En qué momento le dije que si a salir? Me pareció divertida cuando la conocí. Baja del auto dando un portazo.

¿Dónde quedaron mis modales con Ana? Estaba tan molesto cuando se escapo de mí. Corrección: Yo la deje ir. Creí que... creí que nos besaríamos. ¿Acaso no le gusto? Me prohibió llevar a Alexa al departamento, eso es algo ¿no?, y lo cumpliré. No me interesa verla en lo que queda de la universidad.

Llego al departamento, no hay rastros de Ana. Tengo que disculparme con ella, Grace estaría orgullosa de mí. Toco cuatro veces en su puerta pero no responde, le llamaría a su celular si tan solo me diera su número. Intento una vez más, giro el pomo y echo un vistazo. Está hecha un ovillo en su inmensa cama.

—¿Qué quieres?— Su voz dura me sorprende. Pensé que estaba durmiendo.

Prendo la luz de su pequeña lámpara—Ana, lo siento tanto. Es solo que... lo siento, en serio. ¿Cómo estás?

—Como si te importara.

—No me vengas con eso, ¿te encuentras bien? — Con un poco de temor por la reacción que pueda obtener tomo asiento en su cama.

—¿Cómo está Alexa? — A nadie le importa cómo está Alexa.

—No lo sé, supongo que bien— Suelta un suspiro.

—Si no te interesa como se encuentra la chica con la que sales ¿Por qué tendría que importarte yo?

Sí ¿Por qué?



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