Capítulo 13

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Christian

—No tienes que llevarme a ningún lado— Murmuro.

—¡Quiero llevarte ahí, Christian!— Ana chilla, claramente alterada.

¿Hace cuánto que ésta chica no conduce un automóvil? No estoy seguro siquiera que alguna vez lo haya hecho. No supera los 50 Km/h y empiezo a irritarme por los automóviles que van detrás de nosotros sonando el claxon constantemente.

—Déjame conducir al menos.

Sus manos se aprietan al volante.

—Falta poco— Se inclina hacia delante intentando ver la carretera.

—Faltaba poco hace quince minutos— Le reprocho.

—Y faltará mucho más si no guardas silencio.

—Quiero ayudar.

Frena de golpe y es en este preciso momento en el cual agradezco llevar el cinturón de seguridad puesto.

—¡Vas a matarnos!

—Entonces conduce tú, señor-soy-muy-perfecto— Refunfuña.

—Lo haría si me dejarás.

Su expresión se dulcifica e instantáneamente me hace sentir culpable por fastidiarla con su mala manera de conducir.

—Sólo cinco minutos. Cinco minutos y te juro que te devuelvo tu automóvil intacto— Junta sus manos en una súplica.

Suspiro —Cinco minutos, Anastasia.

Sonríe y planta un pequeño beso en mi barbilla.

Vuelve su atención a la carretera, frunciendo el ceño y la punta de su lengua jugueteando con su labio superior. Mierda. Lo hace constantemente que empiezo a perderme en esa simple acción.

Oh, Grey, dale a la mujer un respiro.

En algún momento terminaré por perder el control con ella.

—¿Podrías...— carraspeo —¿Podrías dejar de hacer eso?

—Una vuelta más, espera.

Y enfunda su labio entre sus dientes de nuevo con mucho más entusiasmo. No creo que logre continuar así por más tiempo, hemos estado en un ir y venir sofocante de exámenes, estudio y mi hermana; quién no le importó acaparar la atención de Ana todos los días, incluyendo las noches con tontas pijamadas a las que obviamente no fui invitado.

—Llegamos— Aparca el coche con agilidad y se mueve para quitarse el cinturón de seguridad.

No me molesté en echar un vistazo al sitio, mi mente seguía rondando en todo tipo de pensamientos obscenos sobre esa boca.

—¿Te gusta?

El sol apenas logra golpear su rostro dándole un contraste increíble a sus ojos y su piel blanca, quité el cinturón de seguridad y con dificultad la cargué entre mis brazos para atraerla a mi regazo.

—¿Qué haces?— Pregunta entre risas.

—Evito que te olvides de mí— beso la comisura de sus labios y continúa riendo.

—No lo olvidaras, ¿cierto?— Intenta volver a su lugar pero dado el minúsculo espacio del automóvil le es imposible, suspira —No puedo creer que sigas celoso de tu hermana, Christian, sólo fue un par de días.

—Un par de días en los que preferiste ignorar a tu novio.

—¿Ahora eres mi novio?— Alza una ceja, desafiante.

Así empiezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora