Capítulo 12

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Nunca pensó que alguien podría hacerla sentir de aquella forma. Ya había perdido toda esperanza de sentir algún tipo de emoción que no fuera lástima por ella misma, pero ahora estaba en frente a un sentimiento que jamás pensó sentir. Y quizás aquella podría ser una razón para querer salir adelante.

No sintió cuando alguien abrió la puerta de su cuarto.

Sara: -enfadada- ¡¿Me puedes explicar por qué has salido de la casa sola y sin autorización de nadie?!

Ana giró su silla asustada al escuchar el tono de voz de su madre.

Ana: Solo quería ir a dar una vuelta

Sara: -acercándose a ella- ¿estás loca? ¡Cómo se te ocurre hacer algo así por Dios! ¡Te podría haber pasado cualquier cosa niña!

Su tono de voz dejo entrever una preocupación hacia su hija, y ella lejos de molestarse por el regaño, le alegro su angustia.

Ana: no pasó nada

Sara: -poniendo los brazos como jarra- O sea además de estar inválida podrías haber quedado ciega o algo peor

Ana: -acercándose a ella con su silla- Mamá estoy bien, de verdad

Sara: -girándose- Ya es demasiado con la vergüenza de tener que cargar con una inválida en la familia –viéndola a los ojos- No me hagas pasar más vergüenzas niña

Ana sintió como el mundo se caía a sus pies. Por un momento llego a pensar que la preocupación de su madre era sincera y que realmente la quería, pero sus ojos se llenaron de lágrimas al comprender que lo único que seguía preocupando a su madre era el qué dirán y la desgracia de tener una hija lisiada.

Ana: -con los ojos llenos de lágrimas- ¡Bueno perdóname, discúlpame por ser una maldita carga para ti!

Sara: -acercándose a ella rápidamente- No me levantes la voz escuincla

Ana: ¿Por qué entonces tengo que aguantar y soportar tus humillaciones? ¡Hasta cuando me maltratas! –Perdiendo el control- ¡ERES LA PEOR MADRE DEL MUNDO!

No vio el movimiento de la mano de su madre cuando se movió y cayó en su propia mejilla, solo sintió el dolor y la comezón en su rostro.

En ese mismo momento, Renato iba entrando a la habitación de Ana, escuchó los gritos desde su despacho.

Renato: ¿qué está pasando aquí?

Sara: -temblando ligeramente- Pasa que tu hija es una malagradecida, me falta el respeto como quiere, me insulta diciéndome que soy una mala madre eso pasa

Comento haciéndose la víctima.

Renato: -acercándose a su hija- ¿eso es verdad?

Ana no respondió, solo seguía con la cabeza girada hacía un lado mientras silenciosas lágrimas caían por sus mejillas.

Renato: -hincándose frente ella- Ana, te hice una pregunta

Sara: ¿te comieron la lengua los ratones? No me explico como si hace unos segundos te faltaba voz para faltarme el respeto

Comentó con ironía. Renato observó a su hija, la conoce perfecto y la acusación que hace su esposa no tiene ni pies ni cabeza.

Renato: Sara déjanos solos

Sara: Pero Renato...

Renato: ¡Por favor! Déjanos solos

Sara miro a su hija con rencor mientras salía de la habitación

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