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- Megan.- comencé a escuchar una voz a lo lejos.- Megan.- la voz se acercaba más y más cada que pronunciaba mi nombre.- Megan.

Abrí lentamente mis ojos encontrándome con el lindo rostro de Ryan. Comencé a reconocer el lugar a donde estaba, era mi recamara. Ryan traía su disfraz el cual me hizo recordar algunas cosas. Me mire pero traía puesta mi pijama ¿Habría sido un sueño?

- ¿Y mi mami?- le pregunte

- Acompaño a mi papá al concurso de disfraces. Es juez.- le sonreí un poco pero mi sonrisa se desvaneció cuando vi sobre la silla de mi buro el vestido blanco con una gran mancha de sangre.

- ¿Dónde está Max?- me levante un poco preguntándole un poco alterada.

- Tranquilízate Meg.- me dijo poniendo sus manos sobre mis hombros.

- ¿Dónde está Max?- volví a preguntarle.

- Se quedó con el tal Kilian mientras yo te sacaba de ahí.- inmediatamente mis manos fueron hacia mi vientre y mi cabeza, no me dolía nada pero en el vestido estaban los rastros de sangre.- Ryan yo tenía una gran herida en el vientre.- le dije más alterada señalando tomándome del vientre.

- Tranquila Meg, yo te cure.

- ¿Tú me qué?- le pregunte y él se alejó un poco.- ¿Cómo pudiste hacerlo?

- Es un don que tengo Megan.- se puso enfrente de mi ventana. Sentí una paz y tranquilidad cuando una gran luz lo rodeo, pensé por un momento que era el sol, pero después mire bien.- Soy un ángel.- me sorprendí cuando me dijo pero me quede maravillada cuando observe unas majestuosas y hermosas alas blancas.- No debes tener miedo Meg nu...

- No lo tengo.- le conteste interrumpiéndolo. Se acercó de nuevo sentándose a mi lado, no podía quitar la mirada de sus alas, las cuales se desplegaron sobre mi cama.- ¿Cómo...

- ¿Cómo es que puedes verlas?- asentí.- Siempre han estado ahí.

- ¿Cómo?- lo mire un poco extrañada.

- Los ángeles podemos elegir a quienes o cuando queremos que nuestras alas sean visibles a diferencia de los caídos quienes como ya sabrás por su castigo las tienen siempre visibles.- asentí un poco.

- ¿Puedo tacarlas?- le pregunte y el asintió. Acerque lentamente mi mano hacia las alas. Cuando estuve en contacto con ellas se sentían tan finas y delicadas, era como tocar la piel de un bebe o el pétalo de una rosa.-¿Tu papá y Dylan saben que eres?- sonrió un poco.

- Ellos también lo son.- me sorprendí al escucharlo.- Fuimos enviados aquí hace dos años por qué los celestiales vieron una especie de visión llena de destrucción, maldad provocada por los demonios y que al parecer comenzó cuando Max llego al pueblo.- lo mire apenada.- No pongas esa cara Meg sé que lo has parado aunque sea por un tiempo .- no dije nada.- Oye pero tienes que saber que Mathew no es mi padre.- me dijo cambiando la conversación. Ahora sabia porque Max y él no se podían llevar, también sus constantes comentarios raros y el hecho de que Max ya me había dado a entender que el Sr. Mathew no era su papá verdadero.- Megan dime qué piensas, porque hace tiempo que no puedo escuchar tus pensamientos.

- ¿Podías escuchar mis pensamientos?

- Claro que podía.- me sonroje.- Todos los ángeles podemos escuchar los pensamientos de los humanos necesitamos ayudarle a mi padre a escucharlos y a ti te podía escuchar hasta que un de día no pude hacerlo más.

AbismoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora