Frank Iero era una persona 'promedio' a la cual le sucedían cosas extrañas. A veces pensaba que estaba maldito, pero había algo que no lo convencía y eso era que no creía en la magia y mucho menos en la brujería. Así que le echaba la culpa a su destino, tenía el pensamiento de que el destino de todas las personas ya estaba escrito, y tomaras la decisión que que tomaras el final del camino siempre sería el mismo.Algo así como un libro, que aunque primero leyerás la página cinco y después la 20, el final siempre sería el mismo, nunca cambiaría aunque lo hicieras en el orden correcto.
Aunque Frank salía del rango 'común', era una persona que tenía responsabilidades y una vida aburrida, sin embargo era un gran soñador. También era un coleccionista, guardaba hasta la más mínima piedra si eso se asociaba con algún recuerdo que él tuviera, su departamento estaba lleno de demasiadas cosas y parecía que en cualquier momento se le caerían encima y lo harían desaparecer, pero eso no importaba porque moriría aplastado por 'sus recuerdos'.
La familia de Iero, siempre describía a Frank como un chico que tenía mala suerte y además que siempre le pasaban cosas demasiado raras, pero él tampoco creía en la suerte. Él chico era una esas personas que no creían en absolutamente nada, hasta verlo, por lo tanto no creía en Dios, ni en los unicornios tampoco en los aliens pero eso sí, era un lector fanático, le encantaba leer las historias sobre los extraterrestres.
Siendo un muchacho independiente, Frank tenía empleo en una pequeña pero codiciada cafetería en donde a veces el dueño le permitía demostrar su talento, mientras tocaba la guitarra y cantaba. Pero a pesar de todo, él siempre estaba aburrido, sentía que su vida era muy monótona y deseaba que le pasara algo realmente relevante y extraordinario, algo que le diera un giro de 360° a su vida. Pero nunca pasaba.
La costumbre más extraña que tenía era ir al cementerio, en donde se encontraba la tumba de su abuela. Iero se acostaba a un lado de su abuela y contemplaba el cielo junto con las estrellas, preguntándose si en otros planetas había vida. A pesar de que los científicos decían que sí, él no estaba completamente seguro, quería comprobarlo por si mismo y verlo con sus propios ojos.
Como de rutina, Frank de encontraba camino abajo, recorriendo toda la carretera para llegar al cementerio que se ubicaba justo a un lado del bosque más grande y alejado de la ciudad. Los audífonos, sus fieles amigos, reproducían una canción de los misfits omitiendo todo el sonido de los autos o motocicletas que pasaban debes en cuando. Él ya conocía el camino tan bien, que inclusive podía llegar con los ojos cerrados en perfecto estado a menos que un coche, o tal vez un tráiler o mínimo una bicicleta, lo atropellara.
Al llegar al cementerio, abrió la pequeña reja oxidada de la entrada principal, camino lentamente a la tumba de su querida abuela y cruzó los pies, dejándose caer en peso muerto. Quitó los auriculares de sus oídos, soltando un suspiro porque ya llegaba la mejor parte de la canción, miró a su alrededor y después de comprobar que no había nadie, comenzó a hablar.
- Hola abuelita, ¿Cómo van las cosas? A mí me va igual que siempre, ya sabes como dice mamá 'mi mala suerte nunca se termina', aunque tú sabes que yo no creo en esas cosas. Yo pienso que sólo es mi destino y no puedo hacer nada para arreglarlo... Mi vida se ha vuelto aburrida, estoy comenzando a convertirme en lo que no quería -Frank hizo un puchero, que consistía en cerrar sus ojos color avellana e inflar sus cachetes como si fuera una ardilla con nueces en su boca- Desearía que me pasaran cosas geniales como a las demás personas, o tal vez ver a un fantasma, mínimo un alíen.
Tomó un pequeño palito y comenzó a trazar garabatos en la tierra, primero dibujó un sol con una carita feliz, después una casa con un árbol a lado. Un niño de kinder dibujaba mejor que Frank, por increíble que parezca y cuando ya iba por su tercer dibujo, una gran luz color morado iluminó una parte del bosque, Frank miró por todos lados para saber de donde venía esa luz y se dio cuenta que provenía del cielo estrellado. Frotó sus ojos y después se puso de pie, caminando lentamente hacía el bosque, tratando de no hacer mucho ruido, la curiosidad le carcomía por dentro y después de mucho tiempo sintió adrenalina recorrer su cuerpo.
Había un camino color blanco, que permitía la entrada al bosque, pero no había luz más que la que reflejaba la luna y los grandes árboles no dejaban pasarla muy bien. Pero eso no importó, porque cuando Frank Iero tenía curiosidad nadie se la quitaba hasta que encontraba su objetivo. Así que sin más comenzó a avanzar por el caminito blanco, conforme avanzaba se tropezaba o su pie se hundía en algún hueco, algunas ramas rasparon su cara. Llegó al fin del camino y no encontró nada, así que supuso aquella luz había sido su imaginación que le estaba jugando chueco, giró lo ojos por culpa de la frustración y comenzó a caminar a grandes zancadas, bufando cosas inentendibles.
- Maldita sea, odio mi vida, esto fue estúpido. Sólo a mí se me ocurre creer que me pasaría algo grandioso... -Frank apretó sus manos en signo de enfado- Mi vida es ¡Irrelevante!
- ¿Qué es irrelevante? -Frank se detuvo en seco al escuchar esa voz desconocida, miró para todos lados, buscando la fuente del sonido.
Unas ramitas se escucharon romper, alguien se asomó por los árboles, dejándose ver, Iero lo miró con intriga, analizando cada parte de su cara, tenía unos bonitos ojos color esmeralda, una nariz respingada y su tez era pálida, casi como la luz de la luna.
- ¿Quién eres? -cuestionó- ¿De dónde has salido?
- ¡No! Primero responde mi pregunta, quiero saber que es irrelevante, yo pregunté primero -el nuevo chico miró a Frank con una encantadora sonrisa adornando su rostro.
- Bueno, irrelevante es... Es que algo no importe.
- ¿Y por qué tu vida no importa? Eres un ser humano, supongo...
- No, ¡No me refería a eso! Más bien me refería a que en mi vida no pasan cosas relevantes, pero ¡Hey!, tú aún no contestas mis preguntas -reprochó Frank.
- Cierto, perdón soy Gerard y vengo de un planeta muy lejano -Iero lo miró incrédulo, por supuesto que él no podía ser un alie... a menos qué...
- ¿Tú fuiste el culpable de esa luz morada? -gritó sorprendido Frank.
- ¡Según me habían dejado aquí porque nadie se daría cuenta de esa luz, mentirosos! -dijo Gerard- Sí, fue mi culpa.
- ¡ESTO NO PUEDE ESTAR PASANDO! -Frank pellizco su brazo tres veces, para darse cuenta de que era realidad lo que estaba sucediendo.
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Hesitant Alien
FanfictionLas cosas para Frank Iero eran extremadamente aburridas, hasta que alguien o algo llamado 'Gerard Way' apareció para darle un giro divertido e inesperado a su monótona vida. >Todos los derechos reservadosDi sí a la creatividad, no al plagioLa histor...