1 AM

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Los días pasan, se funden sin distinción. Después  de varios días sin poder dormir... Quisiera dormir ...

Después de los azotes de Gale, la gente esta asustada, no hay muchas provisiones y ni hablar de ir al bosque como siempre, la gente me mira con odio y reproche. No los culpo.

Trato de no salir mucho de casa para no imponer mi presencia a gente que lo que menos necesita son más problemas, así que suelo tener mucho tiempo libre, cosa que odio.

Hable con Peeta y Haymitch sobre mis planes de huída y les dije que ya no los llevaríamos acabo, ahora quiero un levantamiento. Pero una vez que vi la reacción de la gente al vernos y lo mucho que nos repelían, me quedo claro que no sucedería.

Las minas cerraron, la gente está realmente necesitada, el quemador fue incendiado y se han instalado en la plaza central nuevas formas de tortura y castigo para los que osan romper alguna regla.
Estoy asustada y preocupada por toda la miseria que he traído al distrito, ver a mi gente sufrir por hambre de esta manera sabiendo que es mi culpa se a juntado a todos los demás horrores que tengo en la cabeza.

Veo a Peeta todas las mañanas salir de su casa y dirigirse a la panadería.
Lo veo regresar por las tardes a veces lleno de harina, otras veces limpio y siempre me pregunto ¿cómo lo logra?
Recuerdo sus palabras ...

—Peeta ¿cómo es que nunca sé cuándo tienes pesadillas? —le pregunto.

—No sé. No creo que grite, me revuelva o nada, solo me despierto paralizado de terror —responde.

Deberías despertarme— le digo.

No es necesario. Mis pesadillas suelen ser sobre perderte a ti. Estoy bien en cuanto me doy cuenta que estas aquí.—me dice —será peor cuando estemos en casa y duerma solo otra vez.

De inmediato me avergüenzo de pensar que debería de notarsele ojeras o verse fatigado. Es absurdo, él no me necesita para dormir, soy yo la débil.

Grito desesperada, me levanto asustada, estoy harta y tan cansada...

Me restriego el rostro molesta por mi miedo. Bajo por un vaso de agua o algo que me quite esta inquietud. Veo por la ventana de la cocina la casa de Peeta y para mi sorpresa vislumbro a alguien en las escaleras de la entrada de su casa.

—¿Peeta?— salí inmediatamente de mi casa sin darme cuenta, no traigo más que el pijama y demonios ¡que frío hace!

—¿Qué haces afuera? Entra a tu casa  te enfermeras — dice él mientras se levanta de las escaleras dando unos cuantos pasos en mi dirección y me señala la puerta de mi casa. Lo ignoro.

—Eso quiero saber yo también ¿Qué haces tu afuera ?— le pregunto.
Él se acerca hasta mi, me pone una manta que es con la que él se cubría, ambos estamos a mitad de camino de nuestras casas, estoy descalza y ahora es que lo siento. No me di cuenta; <¿cómo no me di cuenta si camine como 5metros en la nieve?>

Lo veo de cerca y es cuando observo sus ojeras. Se ve cansado. Miro la puerta de su casa abierta y en un segundo he decidido mi camino.

Camino en esa dirección, subo los escalones y antes de que él me alcance é invite a pasar, entro a su sala.

El frío que hace fuera y el calor que hace aquí dentro me provoca que empiece a temblar un poco. Peeta me siguió, cierra la puerta de la entrada ya que el aire a empezado a arreciar y el frío se cuela.
Se queda unos instantes parado lejos de mi y después escucho:

Si no fuera por el bebé......Historia alternativa a En Llamas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora