Normalidad

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Este reloj no avanza, estoy segura que no sirve. El cielo no ayuda mucho, sigue cerrado y no me deja calcular si en verdad es la hora que marca este aparato odioso.

-¡¿Por qué no avanzas?!- le grito como si fuese a hacerme caso.

Quiero bajar y sentarme cerca de la chimenea, muero de frío aquí arriba.

No tiene nada que ver con las ansias que me dan de ver una sonrisa sincera con ojos azules que entra oliendo a hogar siempre.

Me levanto de la cama a pesar de que mi madre, Prim y Peeta me han pedido que guarde reposo que ellos me ayudarán con cualquier cosa que necesite.

Peeta viene todos los días temprano a ayudarme a bajar las escaleras y a hacerme compañía ya que ambos tenemos que evitar problemas por el bien de nuestro distrito.

Ya es tarde, siento que es tarde, aunque el reloj no deja de decirme malévolamente que son las 7 am y si esta en lo correcto, Peeta llegará en un par de minutos a lo mucho con pan recién horneado; pero como está equivocado, tal vez Peeta tuvo algún percance y necesite mi ayuda. ¡Y yo aquí sin hacer nada por este maldito reloj que no avanza!

Ya estuvo bueno de esperar. Me levanto doy dos pasos con mucho cuidado porque de verdad me duele el tobillo y todo lo demás.

-Sí, gracias señora Everdeen- escucho su voz, los pasos me indican que sube las escaleras y antes de tener tiempo de regresar sus ojos azules se topan con los míos. Subió muy rápido.

-¿Ocurre algo?- me dice con preocupación. Creo que mi cara de culpabilidad lo ha preocupado.

-No. Nada; solo que hoy desperté con mucha hambre y en cuanto abrí los ojos decidi levantarme e intentar bajar por mi misma- digo lo primero que me cruza por la mente.

Si le dijese la verdad sería:
"Desperté cuando un reloj dudoso marcaba 6:45 y después de lo que parecieron 3 horas, seguía marcando 6:59 evidentemente estaba descompuesto. Así que bajaba para hablarle por teléfono a alguien que parecía estar en algún problema".

-Pues me alegra haber llegado antes que siquiera hubieses puesto un pie fuera de tu habitación- me toma en brazos antes de poder responder algo o negarme a su ayuda.

-¿Qué hora es?- le pregunto casualmente.

-Mi reloj marcaba las 6:40 cuando salí de casa, deben ser pasadas las 7.

-¿Cómo es que hiciste tanto de tu casa a aquí?- la pregunta sale sola.

-Pase con Haymitch a dejarle algo de pan y Hazelle me informó que aún seguía dormído después de haber festejado que encontró alcohol de nuevo.

Me deja en un sillón, me dedica una cálida sonrisa antes de dirigir la vista a las otras dos personas que están en la sala. Mi hermana y madre me saludan.
Prim me observa levantando las cejas y yo veo de inmediato a Peeta que parece ajeno a eso.
Me detengo más de lo común y observo que a pesar de haber cargado conmigo desde la parte superior de la casa hasta la sala, su respiración no esta agitada. Se ha subido las mangas de la camisa azul pálido que trae y puedo ver sus brazos que hace un momento me sostenían.

Él me dirige una mirada al sentir mis ojos sobre sí y lo único que atino a hacer es a formular una tonta pregunta:

-¿No tienes frío?

-No. ¿Tu sí?. Deja te traigo una manta.

-No. No, estoy bien. Gracias- mi voz me falla y veo su semblante preguntarse ¿Qué a sido eso?.

-Voy a ver a lady, ayer hizo más frío de lo acostumbrado- dice Prim mientras sale de casa y oculta una sonrisa.

-Aquí tienes Peeta- mi madre le da una taza que desprende un aroma delicioso que hace tiempo no olía.

-Ten cielo, te caerá perfecto y te quitará el frío- me dice mi madre que me da una taza de chocolate. Peeta me extiende una charola con los panes que tanto me gustan y él no olvida.

Nuestros días de tranquilidad pasan llenos de novedades para mi, me gusta ver a Peeta en mi casa. Llega todas las mañanas con una sonrisa. Platicamos de la escuela, de algunos de sus amigos, de cosas sin importancia, lejos de todo lo que hemos vivido juntos. Me permito ver sus gestos, sus movimientos rutinarios, admiro su pelo, sus ojos, la forma de sus labios, de su barbilla, las venas de sus brazos, el movimiento de sus manos cuando habla y plática.

Escucho su risa, veo sus sonrisas, entiendo mejor cómo es que siempre estaba rodeado de amigos en la escuela, estar con él es como sentarse en el fresco pasto un día de verano sintiendo los rayos del sol calentar tu ser. Peeta es agradable y me encuentro riendo de sus historias y anécdotas.

A veces mi mirada recae en él por demasiado tiempo y él levanta la vista y yo huyo de su mirada. Sé que me mira y esa sensación provoca que mis manos dejen de coordinar y que mi piel se sonroje. Logra que a mi mente lleguen imágenes que guardo y trato de ignorar; pero se reproducen constantemente. Su pelo acariciando mi mejilla, mis manos aferrando su espalda, las suyas tocando mi cintura, su respiración agitada en mi pecho y cierro los ojos para detener de nuevo estas imágenes.

-¿Estas bien?,¿Qué sucede?- su voz llega y sé que no es parte de un recuerdo.
Abro los ojos y trato de ocultar las sensaciones que despierta este recuerdo. Detrás de mis párpados veo desvanecerse unos ojos azules oscuros llenos de deseo; mientras abro los ojos y el dueño de esa mirada esta frente a mi, solo que ahora sus ojos son claros y brillantes.

-estoy bien; solo fue un...- guardo silencio incomoda y él entiende que no deseo hablar de ello.
Tal vez crea que es un recuerdo de la arena.

Él sonríe.
-De acuerdo. ¿Qué ibas a pedirme?-

Me es imposible no responder a esa sonrisa. Dentro de estos días conozco por fin a Peeta Mellark y LO VEO dentro de la normalidad por primera vez.

PEETA

Sonríe sinceramente, sin sombras de miedo, recelo o actuación. La veo reírse, la escucho, soy participe de ella, yo lo provoque y eso me llena de orgullo.

-Hay algo que quisiera me ayudaras a hacer- me dice Katniss después de una tarde donde hemos estado hablando de muchas cosas. Ella parece en ocasiones desconectarse y su rostro cambia, a veces parece perdido, otras anhelante y supongo la causa de lo primero; pero no sé qué pueda pasar por su cabeza para ocasionar esa mirada de anhelo que justo hace un momento tenía y trató de ocultar.

-Claro, lo que sea.-le respondo

-Mi padre tenía un libro donde anotába todo lo que sabía de plantas y su uso. Siempre he querido añadir lo que he aprendido; pero mis habilidades para el dibujo son...- sonríe y después baja la mirada apenada. -Me gustaría que me ayudaras con algunos dibujos o detalles.

-Por supuesto- No tardo en responderle. Que ella me pida ayuda en algo que debe serle preciado y tan importante ya que es de su padre, me hace sentir privilegiado.

El paso de los días es agradable, olvido en su presencia temores y me envuelvo en sus miradas y mis ojos se deleitan sin permiso en su belleza.

Así empezamos una tarea normal dentro de nuestro mundo lleno de pesadillas y miedo.

Cuando me explica una planta, se concentra de tal forma que su frente se frunce un poco, sus ojos adquieren otro brillo. Cuando me habla de lo que escribió su padre y algunos detalles aparte de los que están plasmados en las páginas, lo hace con nostalgia con una voz llena de admiración, devoción y amor por él.

Me gusta verla así, siendo ella, una chica de 17 años con un tobillo lastimado, con una sonrisa en los labios, con una mirada tranquila, con las mejillas rosas cuando algo inquieta su mente.

Envidio a Gale por ser el dueño de esta chica asombrosa que llena mi vida por completo con simplemente existir.

Si no fuera por el bebé......Historia alternativa a En Llamas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora